Capítulo 14. Tus satisfacciones son para mí.

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Narra Guido.
Vi cómo su mirada, endurecida de preocupación al principio, comenzaba a ablandarse y a cristalizarse.
- Vero... -, la llamé una vez más.
Se quebró completamente. Rompió su coraza y empezó a llorar.
- Pará el auto -, le dije acariciando suavemente su antebrazo. Y automáticamente hizo lo que le pedí.
Se sacó el cinturón y se abalanzó sobre mí, escondiendo su cabeza en mi pecho, descargando una gran angustia que se notaba que la guardaba de hacía tiempo y que por fin la había sacado a relucir. La abracé fuerte, muy fuerte y entendí que tenía que dejarla llorar, que no tenía que preguntar nada.
- Pensé que era algo relacionado con mi mamá, pero no...- empezó a decir ya más calmada - era mi ex, puteándome y reputeándome. No sé cómo supo que estoy con vos, ahora. Pero me dijo mil cosas horribles. Hasta ahora no te conté nada porque no sé... sentía que no teníamos la suficiente confianza o que en definitiva no tendría por qué importarte lo que a mí me pasara, vos no tenés nada que ver en esto...-

Me contó que el pibe estaba acosándola desde hacía varios días por teléfono, que había bloqueado su número de celular para no recibir llamados ni mensajes pero que aún así se las había ingeniado para seguir molestándola desde un número privado, que se estaba volviendo obsesivo y la estaba asustando. Me contó de varias situaciones en las que el flaco se había tornado bastante violento con ella, hasta el momento en que decidió cortarle.
- ¿Y si bloqueas todas las llamadas entrantes privadas a tu celular?
- No puedo Gui. Me la había re creído de que se trataba de mi mamá o de su pareja, porque si ellos llaman desde el teléfono de mi anterior casa, figura privado. Y él jugó con eso. Dios no quiera, ¿pero y si un día pasa algo y yo por bloquear los números ocultos por este enfermo no me entero? No puedo. A parte no es justo...
- Tenés razón - me quedé pensando - pero ahora me tenés a mí. Yo - e hice énfasis en el yo, llevándome una mano al corazón - voy a hacer lo posible para ayudarte en lo que pueda. No estás sola en esto. Sé cuánto te cuesta abrirte, y agradezco que lo hayas hecho conmigo. Pero si hay cosas que te angustian o te preocupan, no te las guardes más. Hablalas, es mejor.
E inesperadamente tomó mi mano, la que yo había llevado a mi corazón, y la besó. La nobleza de ese gesto me había movido el piso.
- Perdoname.
- ¿Por qué tengo que perdonarte?
- Por alejarte sin darme cuenta... te va a sonar a una boludes, pero es tan difícil para mí que ambos se llamen igual y que sin embargo me signifiquen cosas tan distintas...
- No me parece una boludes lo que me estás diciendo. Al contrario, es re entendible. Aunque no termino de saber si para vos yo soy algo bueno o no... - bromeé intentando cortar un poco con el mal momento.
- Voy a hacer de cuenta que no escuché lo último - dijo sonriéndose - ¿Te puedo pedir un favor?
- Los que quieras hermosa.
- No tengo más ganas de manejar, ¿podemos cambiar lugares?
- A sus órdenes.
Y ese fue otro gesto que también se robó mi corazón. La conocía poco y sabía cuánto le costaba confiar. Pero sentía que conmigo lo hacía como si me conociera de toda la vida. Y eso me hacía tan feliz... estaba eligiendo, de a poco, confiar en mí.

Cuando tomé el control del auto, ella se encargó de poner a los Beatles. Fuimos todo el camino cantando "Here comes the sun".
- Tenés una voz de otro mundo. Niño prodigio - me dijo mientras subíamos en el ascensor.
- Gracias por lo de niño, aunque mi dni no diga lo mismo jaja.

Esa noche dormí con una paz que no había experimentado nunca. No hubo necesidad de que pasara algo. No me pareció adecuado insinuar nada, ya bastante tenía la piba con todo lo que estaba pasando. Me provocaba el sentimiento ambiguo de querer destrozarla por las ganas que le tenía, porque era una bomba, y el no querer presionarla. No podía creer que me pasara eso. Hasta yo me desconocía. Se durmió metida en la cama, con un remerón gigante y un short abajo, abrazada a mí de costado, que preferí dormir en jeans, sin taparme.

Al otro día me desperté por el maullido de los felinos. Me reclamaban algo que no podía adivinar, hasta que me levanté y solitos corrieron hacia el ventanal que daba al balcón, haciéndose entender perfectamente de que lo que querían era salir.
Ya era mediodía, casi entrando la tarde, así que decidí ponerme a cocinar. Lo más fácil, rápido y con ingredientes que cualquier persona en su casa tiene, era hacer unos fideos. Me esmeré con una salsa rosa para acompañarlos. Quería sorprenderla, despertándola con la noticia de que estaba lista la comida. Pero alguien se me adelantó.
Mientras cocinaba el tuco, sentí unos brazos que me agarraron por detrás, y unas manos que acariciaron mi pecho desnudo.
- Mmm, qué rico huele eso.
- Mirá quién se despertó. Te quería sorprender pero me ganaste.
- Me estás sorprendiendo desde el primer día que te vi, rubio - y besó mi espalda.

Ya para ese momento no pude con mi genio. No podía contener más a la fiera que llevaba adentro. En un movimiento rápido, apagué el fuego, porque preferible morir de cualquier cosa antes que de hambre, y la besé con pasión, con ganas, con fuerza, acorralándola contra la pared. Alcé sus muslos haciendo que rodeen mi cintura y me dirigí al sillón del living con ella a cuestas, mientras nos besábamos y reíamos, intentando esquivar en el camino a los gatos y los muebles.
Le fui quitando cada prenda, sin parar de besarla, mientras ella intentaba sacarme el pantalón. Con una mano acariciaba uno de sus pechos, que para mi sorpresa estaban tan bien operados que uno no se daba cuenta, mientras que con la otra, con mis dedos, jugueteaba en su zona más íntima. Verla retorcerse de placer, mordiéndose su labio inferior y mirándome fijo a los ojos al mismo tiempo hacía que me excitara cada vez más.
- Cogeme Guido, ahora.
No tuvo ni que repetirlo que ya estaba adentro de ella, sobre su cuerpo. No podía parar de besarla. Me calentaba tanto que durante el acto me hablara... no paraba de decirme cuánto le gustaba lo que le hacía, que la excitaba, que fuera más rápido, lo que generaba en mí un deseo insaciable de querer seguir haciéndole el amor a toda costa, aún si eso implicaba aguantar hasta lo último.
En otro movimiento rápido, ella fue la que de repente tomó el control. Se subió arriba mío y colocó mis brazos por detrás de mi cabeza, haciendo fuerza con sus manos para que no pudiera moverme. Mientras se mecía para adelante y para atrás, su lengua no dejaba de juguetear con la mía. Estaba en el paraíso. Definitivamente ella también tenía una fiera interior que venía controlando muy bien hasta que desató toda su furia conmigo. El ambiente estaba inundado de nuestros gritos, hacía rato que no gemía con tantas ganas.
Finalmente, me coloqué detrás, quedando ella en cuatro, de manera que mientras la penetraba pudiera masajear con mi mano derecha su punto G. Entraba rapidamente en ella mientras la tocaba suave, muy suave, pudiendo así sentir y disfrutar de su zona que cada vez se humedecía más. Al cabo de segundos, los dos juntos llegamos al clímax, cayendo la morocha boca abajo al sillón, y yo sobre ella, ambos totalmente exhaustos y satisfechos.
- Sos una bomba pendeja - le dije agitado y con las piernas doloridas.
- Me encantás nene - me dijo sonriéndose.

Nos ayudamos a cambiar mutuamente para luego, por fin, degustar de la gran comida que le había hecho a mi Freyja.

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Capítulo hot 😏💣

Atrapados Sin OpciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora