26 de enero de 2017.
Narra Verónica.
Calor. Pegajoso y asqueroso ya desde muy temprano. No me gusta el invierno pero tampoco soporto los calores imbancables de pleno verano que superan los 40 grados. Típica dramática porteña: ni me gusta esto pero tampoco aquello.Aún me quedaban días de vacaciones a mi favor. Me desperté con una llamada de Guido, 8:35 horas de la mañana.
- Hola hermosa ¿ya te levantaste?
- Mmm
- Levantate, te vas a quedar dormida.
- Sí, ahí va.
Pasaron 10 minutos.
- ¿Te levantaste?
- Estoy haciendo fiaca, ya va.
- Mirá que estoy yendo eh.
- Sí, sí.
No sé cuánto pasó pero no más de 35 minutos (Jueves. Pleno Enero. A las 9 y media de la mañana aprox = Nadie por Panamericana).
- ¿Qué?
- En 20 llego.
- Nunca te levantas temprano. Justo hoy sí - protesté.Me levanté corriendo y me metí en el baño. Me lavé los dientes y me maquillé para estar lista. Me puse un short de jean desgastado, una musculosa negra que antes tuvo mangas y mis zapas Adidas. Desayuné mientras recorría todo el departamento ordenando. Nunca me pude quedar quieta, siempre encontraba algo para hacer. Después de un rato escuché el timbre. Me asomé al balcón y le tiré a Guido las llaves para que abriera y subiera.
- Apa, cómo está ese bronceado - me dijo mientras entraba. La última vez que lo había visto fue el domingo a la noche post-concierto, ya que yo había vuelto el martes a la noche de Villa Gesell y el miércoles lo aproveché para acomodar la ropa que no usé y lavar la que sí. Me gustaba la compañía del rubio, pero también disfrutaba mucho de mi soledad; aprendí de a poco a respetar mis espacios luego de tanto tiempo de invasión por parte de mi anterior relación.
- ¿Viste? Volví bien negra. Al lado mío pareces Drácula.
- Es para morderte mejor - y me agarró de la cintura para hacerme cosquillas.
- ¿Tomás algo?
- No, nada. Dale que nos espera un gran día eh.
Rodé los ojos. Me daba ternura el hecho de que estaba entusiasmado porque yo lo iba a ayudar con su mudanza. Gastón y Patricio habían tirado la bomba de humo hacía días, así que al rubio no le quedó otra que recurrir a mí, aunque el trabajo forzado le quedase únicamente a él. Le insistí mil veces en que iría yo en mi auto pero no aceptó.Cuando nos dirigíamos a la que en breves momentos pasaría a ser "la casa de sus padres", me percaté de que, como mínimo, conocería a uno de ellos. "Menos mal que vine presentable", pensé. Y, al final, se dio todo como si los hubiese atraído con mis pensamientos. Ni bien Guido estacionó el auto, divisé a lo lejos a una señora, de alrededor de unos 60 años, de estatura media, ni muy delgada ni muy robusta, y de pelo lacio castaño claro, cuyo largo pasaba apenas un poco sus hombros.
- Hola mi amor, ¿ella va a ser tu asistente? - y luego se dirigió a mí - Hola hermosa, un gusto, Alicia.
- La misma - le dijo Guido.
- ¿Qué tal, cómo le va? Verónica - le dije saludándola con un beso en la mejilla - se llama igual que mi mamá.
- ¿En serio, no me digas? Lo único te voy a pedir que por favor me tutees eh. Hijo, ¿semejante bombón trajiste para que te ayude con la mudanza? Es una nena, con todo respeto mi vida eh - me dijo y nos empezamos a reír.
- Y bueno, tu hijo el vegetariano debe estar haciendo fotosíntesis por ahí, y tu preferido está durmiendo como una morsa seguro - dijo Guido señalando a la que supuse que sería la casa de Pato, sobre cuya vereda estaba estacionado su Peugeot blanco.
- Bueno, pobrecitos... Entren un rato. Traje del chino un par de botellas de agua bien frías, porque con este día van a tener que tomar mucho líquido.Ingresamos los tres a la casa y de repente fui atacada por una multitud de perritos que no llegaban a ser ni la mitad de lo que era mi Mili. Dos chihuahuas y dos mestizos.
La casa era enorme. Tenía un living que a lo largo terminaba conectando con la cocina, desayunador de por medio.
En la cocina había otra mesa y sillas a modo de comedor secundario, ya que el principal estaba en el camino living-cocina. Ésta contaba con un ventanal grande que daba a una galería exterior techada, a la cual le continuaba un parque enorme con pileta. En el primer piso estaban las habitaciones de los padres de Guido, y dos habitaciones, la de él y la que había sido de Pato. Cuando se mudaron a esa casa, el rubio me contó que Gastón ya no vivía más con ellos y si se quedaba en alguna oportunidad usaba la de Patricio.
El segundo piso no estaba dividido por habitaciones, era todo uno entero, cual loft, que lo utilizaban a modo de sala de ensayo, además de a la que frecuentaban asistir cerca de mi casa, en Palermo. Estaba adaptado con la acústica correspondiente para no molestar a los vecinos.
Guido me contó que con lo que ganaron con sus primeros discos y sus primeras giras, además de comprarse nuevos y mejores instrumentos, les compraron una nueva casa a sus padres, pasando así de la antigua casa de Don Torcuato, en cuyo garage habían comenzado, a la actual en Martínez, hacía ya varios años atrás.- Bueno, manos a la obra jovencita.
- A sus órdenes. Pero antes, ¿te puedo pedir un favor? - le pregunté.
- Los que quieras.
- ¿Me atas este pañuelo alrededor de la cabeza cual película yankee, que sólo vos sabes hacer? - le dije entregándole un pañuelo rojo con arabescos que encontré tirado en la puerta de su habitación.
- Ese pañuelo es mío jajaja obvio. ¿Por qué como película yankee?
- Claro, como en las escenas típicas en las que la teenager estrella se hace la campechana con el pañuelito en la cabeza.
- Qué mambo que tenés nena jajaja. Encima te considerás una teenager... Caradura.
- Lo dijo tu mamá. Soy una nena - le retruqué mientras me ataba su pañuelo.Jamás en mi vida presencié una mudanza tan cercana. Guido había dejado abiertas las puertas de ambas casas, la de sus padres y la ahora suya, para cruzar sus cosas de una vereda a otra. Si bien no me dejó levantar peso, lo ayudé con algunos muebles que eran dentro de todo livianos y que entre los dos podíamos trasladar.
- ¿Qué onda esclavos? - apareció de repente Patricio por la casa vecina, apoyándose en la puerta con rejas de ingreso a su casa mientras miraba cómo trabajábamos.
- Hola Patoo, ¡feliz cumpleee! - me abalancé sobre él para abrazarlo.
- Gracias hermosa. Mirá tonto, aprendé de la chica.
- En cualquier momento este sol desaparece y se larga, acordate - me dijo Guido haciéndome reír - ah, hola Pato, ¿cómo estás? ¿Apareciste?
- Qué gracioso, che. Nunca te levantas temprano y justo un jueves se te ocurre mudarte, boludo.
- Bue, a ver decime a qué hora volviste de la oficina ayer... Ah no, cierto que no vas a ninguna oficina.
- Guido sé que me vas a odiar por esto... pero hoy le dije lo mismo - me dirigí a Pato por su comentario anterior.
- Viste, la enana también piensa que sos un rompe pelotas. Que no te lo diga es otra cosa - le dijo el morocho al rubio.
- Qui ni ti li diga is itri cosa - repitió Guido burlándolo.
Me moría de risa al ver cómo peleaban. Parecían dos nenes chiquitos. De tanto tiempo que compartían juntos, ni se saludaban, empezaban a hablarse como si se hubieran visto por última vez hacía 5 minutos. Y al punto tal de que Guido no saludó a su hermano por su cumpleaños. Me había dicho que era algo que entre ellos ya lo pasaban por alto.Jamás me imaginé pasar de verlos en la televisión, o de escucharlos hablar en alguna radio, a formar parte en sus vidas. Eran pibes normales como cualquier otro. No estaba descubriendo nada nuevo. Macanudos, humildes y con una gran vocación por lo que hacían. Reflejaban el profesionalismo con el que trabajaban en cada proyecto que se ponían en mente realizar. Con mambos, como los tenemos todos. Pero por sobre todo, se notaba que eran pibes que siempre fueron acompañados y sostenidos por su familia, a la que eran muy unidos y en la que se refugiaban cuando algo no andaba bien.
Con motivo del cumpleaños de Pato, a la noche se organizó espontáneamente una mini reunión en lo de los Sardellis, ya que el gran festejo del morocho se iba a hacer el sábado.
Pato había ido a buscar a Melisa, y Gastón llegó junto con Lucía. Entre medio de todo, conocí a Gastón padre quien durante el día había estado realizando unos trámites.
Con Guido estábamos rojos como dos tomates ya que estuvimos todo el mediodía/tarde bajo pleno de rayo de sol con el tema de la mudanza. Estrené su baño, ya que si iba a usar la misma ropa de todo el día, porque no preví llevarme otra muda, por lo menos quería estar limpia.
La verdad es que tampoco habíamos llegado a acomodar todo, sólo lo necesario, dejando amontonado todo el resto en lo que sería el living. Me había invitado a dormir, así que nos aseguramos de que su sommier king estuviera al menos armado. Todo lo demás, estaba vacío.Pato invitó pizzas y birras para todos, y evitarle así a Alicia tener que cocinar. Los chicos armaron una mesa larga afuera en el jardín porque la noche estaba divina, y con Melisa y Lucía aprovechamos a ir a una patisserie, como decía Meli, perteneciente a uno de los pasteleros más top del país, que se encontraba a pocas cuadras de los Sardelli, para comprar una torta. Sin torta y velitas no hay cumple que valga.
Durante la cena salió el tema obvio de cómo fue que Lucía y yo conocimos a los chicos. Alicia y Gastón no podían creer la gran casualidad de que conozcamos a María, su vecina más allegada desde que se mudaron a Martínez, de nuestro trabajo.
Después los chicos comenzaron a contar anécdotas de sus giras, como el amigo de la adolescencia de Pato, al que llevaron a algunas de ellas y tuvieron luego que dejar de hacerlo ya que el chico tenía una costumbre muy particular vinculada a a sus necesidades fisiológicas. Alicia recordó picardías de los chicos de cuando eran más pequeños, entre ellas varias que tenían que ver con la torpeza de Guido.
Antes de las 12, Pato sopló las velitas acompañado de la típica arenga de parte de sus hermanos de "SOPLÁ LA VELA, GIL", dándose así por terminada la gran jornada a la que se refirió el rubio por la mañana.- ¿Vamos? - me preguntó.
- Ay no te me hagas el canchero ahora de "tengo casa propia" - bromeé y se rió.
Pero el día aún no había terminado... quedaba una gran noche por delante.
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Atrapados Sin Opción
FanfictionHay momentos de la vida en los que, cuando uno menos se lo espera, se lleva grandes decepciones de parte de los que más quiere, y ello trae aparejado una gran desconfianza y resistencia a volver a amar. La etapa que sigue a la desilusión, es la de c...