Capítulo 28. Parte II.

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Narra Guido.
Cuando recurrí a Patricio para que me llevara al cumpleaños de Lucía, por olvidarme que su auto lo tenía en el taller, me encontré con una imagen que no me esperaba.
Detrás de mi hermano que había salido a recibirme, divisé a la morocha infartante, con un vestido azul bien corto, que le marcaba esas curvas que tan bien conocía, y sus amigas de fondo totalmente enfiestadas.
"Bien Guido, hoy te están saliendo todas".

No había recurrido a Patricio, si no a ella, y sin saberlo.
Durante todo el camino al boliche, manejó sin dirigirme la palabra. Mientras tanto, mi mente buscaba temas de conversación que finalmente nunca hablé.
Podía escuchar y ver cómo mi hermano la pasaba bien en el asiento de atrás con las amigas de Vero.
Cada tanto, de reojo, la miraba. No podía no hacerlo... no podía no imaginármela retorciéndose de placer por las satisfacciones que yo podía darle.
Me generaba electricidad en mi cuerpo el simple hecho de tenerla cerca, sin necesidad de rozarla siquiera.

Cuando llegamos al boliche, Pato se acercó a un patovica a hablar para que nos dejara entrar, debido a que ni Lucía ni Gastón respondían sus mensajes.
Decidí alejarme un poco del conglomerado de gente, y vi que las amigas de Vero hablaban entre ellas, muy metidas en la suya, pero sin la morocha. Giré a mi alrededor, y la divisé hablando muy amistosamente con un pibe de su misma altura, de pelo oscuro bien corto y ojos claros. Fachero, sinceramente.
Por la forma en que ella gesticulaba mientras hablaba, y por cómo él la miraba, me di cuenta que se coqueteaban mutuamente. Era obvio que se conocían.

- Che nene, te estoy llamando - de repente lo vi a Pato moviendo su mano delante de mi vista.
- Perdón.
- Decile a Vero que se acerque porque ya entramos.
- ¿Por qué yo? - me quejé.
- Dale Guido, no te pongas en pendejo - me dijo mi hermano, volviéndose a acercar a la entrada del lugar.

- Me parece que te buscan - le dijo el pibe a Vero al ver que me acercaba a donde ellos estaban y que me detuve detrás de ella.
Vero se dio vuelta y me miró.
- Ah - lo miró de nuevo al chico - Nico, él es Guido. Guido, Nico - me dijo seca.
Hice una mueca con un intento de sonrisa muy fingida e ignoré completamente al chico.
- Dice Pato que vayamos.
- Ahora voy - y siguió hablando con el flaco como si nada.
- Ahora - le dije y me ignoró - bue, hacé lo que quieras. Si te querés quedar acá afuera... - y me fui.
- Uy, cómo estamos hoy - escuché que Vero le dijo al morocho - te veo adentro - y luego oí sus pasos detrás mío.

Una vez adentro del lugar, nos reunimos con Lucía y con mi hermano que estaban en una especie de vip que rodeaba la pista principal de planta baja. Por su cumpleaños, a la rubia le habían asignado una de las mesas más grandes, en la que habían gran cantidad de tragos y jarras. Saludamos a Lucía, y luego de eso, mi cuñada, porque ya la consideraba así, comenzó a presentarnos ante otras personas que estaban por ahí.

Vero y las amigas se pasaron casi toda la noche hablando con Patricio, ya que estaba solo. Si bien yo me mantenía cerca, siempre quedaba afuera del círculo y de la charla. Me sentía un adorno. Cada tanto Gastón se acercaba a nosotros, cuando su novia pasaba tiempo con otros invitados. Era con el único que podía hablar.
- Qué carucha pibe - dijo mientras le daba un sorbo a su trago.
- Estoy embolado, no sé para qué vine.
- Qué quejoso que sos, boludo.
- Es el cumpleaños de tu novia. No iba a no venir.
- No estabas obligado a hacerlo.
- Pero me invitó, y si no venía quedaba mal.
- ¿O viniste para ver a alguien que yo sé? - me dijo por lo bajo Gastón, mirando de reojo a Vero que estaba pegada a mi otro hermano. Rodé los ojos - cómo te conozco...
- Ni la hora me pasa.

De repente, sentí una mano sobre mi hombro.
- ¿Guido?
- ¿Jenni? ¿Qué hacés tanto tiempo? - abracé a la pelirroja que hacía meses no veía. Nos había hecho un par de notas para el Canal de la Música. Siempre me pareció un fuego, aunque nunca se dio la oportunidad de que pasara algo.
A medida que la charlaba avanzaba, me daba cuenta de que Jennifer se acercaba más a mí. O me rozaba la mano, o me tocaba el brazo o el hombro.
Durante un largo rato, sentí la mirada de Vero sobre nosotros. Pero después de un tiempo, ya no y observé que Pato se había quedado solo con las amigas de ella.
- Che, me voy un toque con mis amigos, seguro después te cruce.
- Dale Gui, yo estoy por acá - se despidió Jennifer.

- ¿Qué onda? - pregunté acercándome a Pato.
- Qué manera de hablar eh.
- Menos mal que encontré a alguien conocido boludo, me estaba durmiendo.
- Igual te digo, si tu plan hoy era acercarte a Vero, la cagaste. Los miró con odio durante todo el rato que hablaron hasta que se fue - dijo Pato señalando hacia unas mesas que estaban más al fondo.
- Uh... bueno.
Agarré un par de vasos, preparé unos whisky con speed para mí y para ella, y empecé a caminar con esperanzas de encontrarla.

Entre la gente, pude ver de espaldas al mismo chico de la puerta y frente a él a Vero hablándole muy de cerca. En cuestión de segundos, vi cómo el chico se le acercó y ella lo rodeó con sus brazos por el cuello. Estaban besándose.
"Andate a la mierda", pensé.

En el corto camino de vuelta a donde estaban todos, me tomé de un saque ambos tragos. Cuando llegué a la mesa llena de alcohol, seguí tomando. Un vaso tras otro.
- ¿Qué pasa Bob Esponja? - me preguntó Pato riéndose.
- Nada, no me jodas, dejame solo - le respondí sacado. Me miró confundido - vi a Vero comiéndose a un pibe con el que estuvo hablando antes de entrar.
- Bueno, pero capaz que ni lo con...
- Sí, se conocen - lo interrumpí.

Mientras hablaba con Pato, divisé nuevamente a Jennifer.
- Ahí vengo - le dije al morocho, decidido a cambiar la suerte de mi noche.

Atrapados Sin OpciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora