Capítulo 32. Mi razón para sonreír.

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Narra Verónica.

- No puedo creer que hayas dejado pasar tanto tiempo para esto, boluda - Micaela a veces podía volverse muy intensa.
Cuando se ponía en "modo madre" era insoportable. En vez de contenerme, me cagaba a pedos.
- No estás ayudando... - le dije ya harta de su sermón.
- Perdoná, es que no puedo entender, ¿cómo pudiste soportar estos dos meses con semejante duda?
- Pude y ya. Me había pasado una vez anterior pero...
- Pero nada, amiga. La vez anterior estabas estresada, con el otro infeliz. Y te cuidabas - dijo terminante.
- Por eso mismo, fue estrés lo de aquella vez, y no me llamó la atención lo de ahora. O sea, si me cuidaba y no me vino era porque algo pasaba - Micaela arqueó su ceja y me miró, y yo me percaté de la tremenda idiotez que acababa de decir - claro... o sea, lo de esa vez fue raro porque me estaba cuidando. Lo de ahora no, dios - me golpeé la cara con la palma de mi mano - ya me mareé, no entiendo nada.
- No es difícil de entender, hay que esperar a esto y después veremos - dijo mirando su celular - ya pasaron los minutos, debe estar.
- No quiero mirar, decime vos - mi amiga agarró el pequeño contenedor y miró el objeto de plástico que en él reposaba. Suspiró y cerró sus ojos.
- Lo que ya sabíamos - dijo entregándomelo.
- ¡La re puta madreeeeeeee! - grité sacada, enojada con la vida. Empecé a llorar como si no hubiera un mañana.
- Pará, amiga. Te va a hacer mal. ¡Pará un poco! - empezó a zamarrearme de los hombros. Luego de que me abrazó, me calmé - ¿qué querés hacer?
- No sé... dejame pensar.
- ¿Lo vas a tener?
- ¡Eso nunca lo puse en dudas!... estoy pensando en otra cosa - la miré fijo y seria, como si pudiera transmitirle mis pensamientos telepáticamente.
- No. Eso no. Te vas al carajo.
- ¿Con qué? - le pregunté ingenua.
- Guido tiene que saberlo...
- Sí pero no ahora - tapó su cara con ambas manos - dame algo de tiempo, quiero pensar bien en cómo decírselo. No sé cómo va a reaccionar. Vos viste lo que pasó con Nicole...
- ¡Pero eso fue distinto! El chabon estaba hasta las manos con vos y al mismo tiempo una que se cogió por ahí le hizo creer que iba a ser padre, ¡como para no querer cortarse los huevos! - empecé a reírme porque, pese a la situación desesperante que estaba viviendo, era imposible resistirse ante las expresiones de mi amiga.

De repente sonó el timbre y nos miramos sin entender sobre quién podría tratarse.
- ¿Quién es? - pregunté sin abrir la puerta.
- Eh... soy yo hermosa - era la voz de Guido - pensé que estabas en el gimnasio pero - mientras hablaba le abrí la puerta - vi que estaba el auto de Mica en la entrada y supuse que no habían ido... No te estoy espiando eh - dijo abrazándome.
- No hay drama, Gui - miré hacia atrás para asegurarme que Micaela no estuviera a la vista con el test. De repente la vi salir de la cocina.
- Hola Guido, ¿cómo andas? - lo saludó naturalmente.
- Bien ¿y ustedes? ¿Pasó algo que no fueron? - nos miramos sin saber qué decir.
- Eh no, pasa que se me hizo tarde a mí en el trabajo y bueno, vine igual y nos colgamos hablando.
- Bueno, mejor. Porque a tu amiguita le insistí con que no fuera después de que se descompuso hoy a la noche, pero como es tan cabeza dura quería ir igual.
- Bueno che eh, dejá de criticarme. ¿Tomás café?
- Dale.
Me dirigí hacia la cocina y detrás me siguió mi amiga.
- Lo tiré en el tacho pero lo tapé bien con servilletas, quedate tranquila.
- Gracias, sos una genia. Me leíste la mente.
- Me voy amiga. Relajá ¿sí? Si ves que este no es el momento...
- No, claramente que no. No voy a decirle nada -susurrábamos entre ambas.
- Bueno ya sé. No pienses más en eso, después vemos bien qué hacemos ¿dale? - asentí en silencio, y la abracé muy fuerte.

Volví junto con mi amiga al living con un tazón de café para Guido.
- Bueno rubio, me voy, nos vemos - Mica le dio un beso en la mejilla y luego la despedí yo, con otro gran abrazo.
- Cuidate petiza - me senté a su lado en el sillón y me estiré con mis brazos sobre sus rodillas, quedando la mitad de mi cuerpo estirado en su regazo mientras Guido se encontraba sentado - ¿todo bien?
- Sí, gordo ¿por qué?
- No sé, estás rara. ¿Cómo te sentís?
- Mejor por suerte - se hizo un silencio - ¿y a qué se debe tu visita?
- Al final me sumé al ensayo, y como terminó temprano se me dio por pasar. Después me acordé que no ibas a estar pero cuando vi el auto de Mica en la entrada pensé "ya fue, me la juego" y toqué timbre - mientras hablaba acariciaba mi pelo - este finde no hay giras ni nada por el estilo así que... ¿te puedo cuidar?
- Obvio, me encantaría - le dije dándole un beso muy fogozo. Sus labios eran como un imán para los míos... tan carnosos, tan mordibles, tan apetecibles. Se prestaban para lo que sea.
- Mmm... Alguien está cariñosa hoy - dijo mientras gemía a causa de los besos y mordiscos pequeños que iba dejando en su cuello.
- Callate, siempre lo estoy.
- Sí, claro... - rodó sus ojos.
- Armido - lo miré fijo.
- Bueno, no se habla más - de repente se levantó y me alzó sobre sus hombros - No habrás ido al gimnasio, pero conmigo vas a hacer ejercicio -dijo llevándome a la pieza.
- ¡Bajameee, Guido!
- No, no se dice nada más. Tu suerte está echada.

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Bienvenid@s a los que veo que se están comenzando a sumar 😊 la historia no tiene gran desarrollo. Por ser la primera que escribo, no pensé en un "gran conflicto" si no más que nada en mi necesidad de poner en palabras diversas situaciones que tanto yo como gente allegada a mí han vivido, y que encontré por este medio la forma de hacerlo. No sé qué les está pareciendo, que opinan. Me gustaría leerl@s 👀 adelanto que falta poco para el final.
Gracias por leer! 💜
Y si pueden, les agradecería que voten 👇 como forma de saber si esta historia les está gustando o no 💜

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