Capítulo 7. Algo en mi mente siento que vuelve.

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Narra Guido.
Eran las 21:00 horas del sábado y volvíamos a casa con Patricio en su Peugeot 307 blanco después de haber dejado a Gastón en su departamento por Palermo y de haber estado ensayando toda la tarde. Faltaba poco para Obras y queríamos que todo fuese perfecto.

Pato estacionó el auto en la puerta de nuestros viejos y entró a la casa conmigo.
- Entro un rato y después me voy... ¿me acompañás con una birra? -, me preguntó.
- Obvio, dale.
Saludamos a mamá que estaba revolviendo una caja en la que solía guardar los remedios y todas esas cosas. Pató se sentó en una de las banquetas del desayunador y yo me dirigí hacia la heladera.
- ¿Qué buscas Alicia? ¿Y papá? -, le preguntó Pato.
- Estoy buscando el termómetro. Tu papá está arriba en el cuarto. Está volando de fiebre pobre... ¡Acá está!.
- Uh, bajón -, dije mientras abría la heladera.
- Chicos, les tengo que pedir un favor enorme...
- ¿Qué cosa? -, cuestionó el morocho pelilargo mientras miraba su celular.
- María hace un montón nos invitó a Gastón y a mí a su cumpleaños y nos había comentado que si ustedes querían podían ir, ya que iba a haber gente joven también. Creo que contrató hasta una barra libre... -, contaba mi vieja. Cuando Patricio escuchó "barra libre" despegó sus ojos del telefonito y arqueó una ceja - la verdad que no les dije nada porque pensé que no iba a interesarles, pero su papá no puede ir así y tampoco quiero quedar mal con ella, sé que está organizando la fiesta desde hace un montón y nos avisó con tanta antelación...-.
Mientras buscaba dos botellitas de Corona para mi hermano y para mí, rodeé los ojos sabiendo que Alicia no me veía y pensé "la puta madre, ahí se viene el mangazo".
- Estamos hablando de María la que yo creo, ¿no? -, preguntó Pato. - La jovata que está para cantarle "señora de las cuatro décadas" y darle matraca toda una noch... -
- ¡Máximo! -, le gritó mi mamá. - Sí, María, nuestra vecina -.
- Bueno vamos...-, atinó a decir Pato.
- No ni ganas -, dije al mismo tiempo que mi hermano. - No tira nada boludo, ¿qué vamos a hacer entre tanta gente que no conocemos? Nos vamos a cagar de embole...-.
- Me dijo que había invitado a varios vecinos más, seguro se crucen a alguien que conozcan -, dijo mamá.
- Ahí está, chabon. Ya fue, tampoco para tanto. Vayamos un rato, tomamos algo, hacemos presencia, de paso la hacemos quedar bien a la vieja, y nos vamos temprano.
- Bue, está bien...

Salimos con Pato al jardín de nuestra vecina mientras sonaba "...desde que me dejaste, la ventanita del amor se me cerró...". "Ah listo", pensé. Hice un paneo del lugar con la mirada y vi varias caritas alegres. Se notaba que más de uno le estaba entrando a la copa como si no hubiera un mañana.
- Tomen chicos, tomen -, se acercó de repente María con un vaso para cada uno. - Es whisky Patito, yo sé que esto te gusta. Jack Daniels Honey -, le dijo la rubia.
- Naaa, ¡una reina! Es la cumpleañera y mirá cómo nos recibe -, le agarró la mano y la hizo dar una vuelta. María se río y se fue a seguir bailando con el resto de los invitados.
- ¿Y ese charco? -, le pregunté a Pato.
- ¿Qué charco? -, miró al suelo ingenuo.
- El que se formó con tu baba, pelotudo -, y me descostillé de risa lo que yo mismo había dicho.
- Qué mocoso de mierda, jajajajajajaja.
- Jajajaja... Che ¿y Melisa?
- Shhhhhh... no la nombres muy fuerte porque escucha a la distancia. Tenía un evento hoy. No sé a qué hora terminaba, me dijo que si no llegaba muy cansada y yo estaba despierto me mandaba un WhatsApp para que vaya a la casa. Qué se yo, me chupa un huevo... ojalá no me mande nada. Hoy tengo ganas de divertirme. - dijo frotándose las manos cual villano de una película de dibujos animados.
- Ay, ¿qué te hacés boludo? Estás re bobo con esa piba. No te me vengas a hacer el liberal...

Al cabo de un rato, y en búsqueda de diversión, divisé cerca de la barra a María hablando con dos chicas que parecían tener más o menos mi edad. Una era rubia, flaquita, muy blanca, y vestía un short holgado negro con una musculosa blanca también suelta. Su pelo era algo indescifrable. Como que tenía un corte carré, pero medio desordenado, despeinado. Y antiguo para mi gusto. La piba esa no podía ser mucho más grande que yo, pero el corte de pelo la hacía aparentar más edad. Al lado, y muy compinche con la piba rubia y María, había otra chica, más bajita que las otras dos, también flaca pero de curvas prominentes. Buenas gambas, nada de patas de tero. Su pelo era lacio y largo, hasta la altura de su busto (el cual si bien era normal para su contextura, aún así llamaba la atención), de color castaño oscuro apenas un poco más de las raíces. Después era un quilombo de colores que pasaban por todas las tonalidades entre rubio y marrón. Tenía como un desgastado, como el que usan las chicas ahora, pero también unas iluminaciones importantes rubias. Me encantó la onda de su pelo, no sé por qué. "Mirá en lo que te venís a fijar", me dije. La pequeña vestía un monito color celeste claro con flores y tenía un bronceado incipiente que hacía resaltar aún más los colores de su vestimenta. De repente la chica me miró, a lo que yo le sonreí y alcé mi vaso brindando con ella a la distancia. Ella me devolvió el gesto. No sé de dónde me sonaba su cara. Si por algo me caractericé toda mi vida fue por ser muy colgado...

Se hicieron las doce de la noche y nuestro vecino y marido de la cumpleañera apareció con una torta en sus manos, que tenía colocada una velita y una bengala. Mientras cantábamos el feliz cumpleaños, aproveché para estirar el cuello y buscar entre la gente distraída a la chica del pelo raro. Cuando terminó la canción, los invitados se acercaron a María para saludarla, y entre ellos vi a las chicas de antes abrazarla muy afectuosamente. "Se ve que tienen mucha confianza", pensé.

Después del brindis y de un momento calmo, empezaron a sonar de nuevo los temas típicos de cumbia vieja. Habían ya unos cuántos entonados. La gente de más de 35 estaba en su salsa. Pato estaba a full con el celular.
- Le vas a hacer agujeros a la pantalla boludo -.
- Pasa que Melisa... -.
De repente la vi a la pequeña sola en la barra, y aproveché. Demás está decir que si no hubiera tenido ni una gota de alcohol en sangre no me hubiera animado. Como consecuencia de una nota picante con Connie (una periodista conocida) en la radio, me hicieron una fama de gato tremendo. A veces me gustaba cancherear con eso, pero cuando una piba me gustaba de verdad, estaba muy lejos de comportarme así... si me hacía el soberbio las tenía de perder. Dejé a mi hermano hablando solo y encaré hacia donde estaba la chica.

Me hice bien el boludo y me puse a la par de ella para pedirle algo de tomar al barman. El flaco le entregó dos vasos de lo que parecía ser campari.
- Ah bueno, si a esta hora ya no te basta con un sólo vaso no me quiero imaginar en un rato... -, y la piba se empezó a reír.
- No, pará. El otro es para mi amiga... pero la verdad que los preparan bárbaro.
- Sí me di cuenta, porque desde que llegué que estás acá firme al pie del cañón.
- ¿Me estás controlando? -, me preguntó divertida.
- No no, para nada. Estoy evaluando a cuántos veo con vasos en la mano para saber cuán buenos son los tragos.
- Entonces si es por eso, esta barra es la mejor del mundo porque decime quién no está con un vaso ahora -, sonrió divertida.
- Tenés razón. No veo la hora de empezar a ver las bizarreadas de algunos jovatos.
- Chee no seas malo jajaja.
- Guido, un gusto - alcé mi vaso nuevamente, como diciéndole "salud" en silencio, mirándola fijo a los ojos, pero esta vez ya no de lo lejos, si no que bien de cerca.

Atrapados Sin OpciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora