Capítulo 42. Un sueño que dejé morir.

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Narra Guido

Veía a Gastón gesticular con su boca. Veía sus ojos enardecer de la furia. Pero no escuchaba nada. No entendía nada. Lo único que sentía era un zumbido en mis oídos, cada vez más agudo, que me partía la cabeza. Hasta que más gritos me devolvieron a la realidad.

- Bueno flaco, pará un poco, dejá de gritar.
- ¿Y vos qué carajo te metes? Estoy hablando con él. ¿No te da vergüenza como mina que le estén cagando la vida a una piba que está embarazada? – le gritó Gastón.
- Basta loco, tomatelá -empujó la rubia a mi hermano del umbral de mi casa, sacándolo hacia afuera-. Guido, entrá, dale.
- Vos y yo vamos a hablar -me señaló Gastón-. Esto así no va a quedar.
Mi hermano se fue refunfuñando por lo bajo. Juliana dio un portazo que retumbó en toda la casa.
-¿Estás bien? – me preguntó ante mi perplejidad.
- Eh sí. No sé -me restregué los ojos-. No me acuerdo cómo fue que llegaste acá. Lo único que sé que esto está mal. Va a ser mejor que te vayas – le dije agarrándome la cabeza.
- Bueno Guido, me voy -dijo de mal humor-. Pero hacete cargo. Vos me buscaste. Me mandaste un mensaje privado por Instagram para que nos encontremos. Fuimos a tomar algo y nos pasamos de copas bastante -cada palabra suya era como un puñal en mi pecho, no podía creer que otra vez me la había mandado-. Vinimos acá, fumamos algo, cogimos, qué se yo. Yo tampoco tengo todo muy claro, pero sí que vos me buscaste. Así que hacete cargo. No voy a ser la única mala de la película - decía la rubia mientras se vestía.
- No, obvio. Tenés razón perdoname. No sé qué decir. – noté que su mirada se enterneció.
- Bueno, cualquier cosa, me llamas. Sabes que para vos estoy. Chau bombón – se acercó a mi boca, y lamió lentamente mis labios sin besarme. Sentí un escalofrío recorrer mi espalda.
Juliana cerró la puerta y se fue. Yo todavía no terminaba de ser consciente del tremendo quilombo que había armado.

Subí a mi habitación y observé todo con más claridad. La cama estaba hecha un desastre y mi ropa tirada por cualquier lado. Una caja de liyos en el suelo, y restos de faso desperdiciados. Tomé mi campera de cuero que estaba colgando ¿del televisor? Y desprendía un olor a alcohol insoportable. Me senté en la cama a pensar en qué momento había empezado a arruinar todo, sin darme cuenta. Estaba perdiendo lo más preciado y yo simplemente ahí parado, inmutado, viendo cómo se iba todo al carajo. Me tumbé en la cama y me quedé dormido.

Un dolor de cabeza espantoso me despertó. En realidad, nunca supe si había dormido porque me sentía agotado, como si no hubiese pegado un ojo en toda la noche. De repente, en cuestión de segundos, todo lo que sucedió a la madrugada, se me vino a la mente. El timbre de mi casa, gritos, mi caída por la escalera ante la desesperación de ir a abrir, Gastón gritándome, los chicos detrás de él mirándome, Vero llorando, Juliana diciéndome que la busqué para coger y que nos pusimos en pedo.
Todo mal. Una cagada tras otra.

Desbloqueé mi celular y no tenía ni un llamado ni un mensaje de nadie. "Deben estar todos re calientes, me van a matar", pensé. "Reaccioná Guido, ¡YA!".
Bajé a la velocidad de la luz a la cocina con ropa en la mano. Mientras esperaba que se hiciera el café, me iba cambiando. Una vez listo, tomé el líquido negro y, luego, fui al baño a lavarme la cara y los dientes. Me miré al espejo y me desconocí. Estaba demacrado. No supe cuándo fue que había llegado a estar tan mal.

Salí a la calle y me subí al auto, rumbo a la casa de la única persona que en ese momento me interesaba recuperar. Era esa vez o nunca.
Mientras manejaba, llamé a Vero varias veces. Era obvio que no iba a responderme. Así que decidí llamar a la persona que seguramente me iba a poder decir algo sobre la morocha. Una vez, y nada. Segunda vez, tampoco. A la tercera, me contestó.
- ¿Qué pasa? – me preguntó de mala manera.
- ¿Dónde está Vero? No me atiende -escuché que Lucía suspiró-. ¿Está en la casa?
- Basta Guido, no me metas en esto – dijo para después cortarme.

Seguí manejando. Durante el camino recordaba cómo fue que había comenzado el desastre de la noche anterior. Lo vi.
Vi a Patricio acercarse a mi chica para besarla. Y la vi a ella expectante ante mi hermano. Todo había sido culpa mía. Ese acercamiento entre los dos, del que siempre tuve celos. Si sólo hubiera sabido comportarme desde un principio con ella nada de eso hubiera pasado. Ella hubiera confiado más en mí.
Pero resultó que cada vez que yo la engañaba, él estaba ahí, firme a su lado. Y Vero, mirándolo como princesa que observa a su príncipe esperando que la rescate.

Un recuerdo invadió mi mente en ese momento, alimentando mis celos una vez más.

*Flashback*
- La puta madre – dije tirando mi celular en el sillón.
- ¿Qué pasa? – me preguntó Patricio mientras cambiaba unas cuerdas a su guitarra.
- Salta el contestador automático directamente.
- ¿Y ahora qué hiciste?
- Nada, boludo. El otro día la invité a cenar a casa, y estuvimos lo más bien. Le perdí perdón por la cagada de aquella vez y nada hablamos, nos cagamos de risa, estuvimos juntos. No sé qué pasó.
- Capaz no tiene señal – comentó al pasar.

Gastón, que también estaba cambiándole unas cuerdas a su bajo, lo miró, arqueando una ceja.
- ¿Y por qué no tendría señal? – pregunté.
- Eh qué se yo. Fue un decir – rodó sus ojos y siguió con lo que estaba haciendo.
Salí de la sala para intentar llamar a Vero nuevamente, y al no tener éxito, volví a ingresar. Mi cabeza no paraba de maquinar.

- Vos sabés algo – dije finalmente.
- ¿Eh? – me miró extrañado.
Gastón, sin levantar su vista, negó con su cabeza. Sabía la que se venía.
- Tiraste lo de la señal por algo, yo no me la como. ¿Qué sabes vos?
- Nada, boludo. Pará. ¿De qué hablas?
- Vos sabes dónde está. Ella te cuenta todo. Dale, hablá.

Patricio se puso rojo como un tomate. Pocas veces vi a mi hermano sonrojarse de aquella forma. No paraba de titubear porque no sabía qué excusa sacarme. Intuí perfectamente que me estaba mintiendo.
- Bueno che, ¿qué carajo pasa acá? -saltó Gastón-. ¿Qué sabes vos? -interrogó el morocho al pelilargo. Ante su no respuesta, comenzó a apurarlo-. Hablá Pato, dale. ¿Qué sabes vos?
- Eh me dijo que se iba de viaje -ante nuestra cara de asombro prosiguió torpe-. Pero me dijo que era poco tiempo. Bah, o sea, un día. Que quería pensar.
- ¡¿Qué?! – reaccionamos al mismo tiempo con Gastón.
- Se fue a Uruguay por un día. Pará, tranquilo -Patricio intentó acercarse a mí pero lo evité-. Está preocupada, con muchos mambos. Entendela. Se quiso ir a esas excursiones de un día que hay a Uruguay para pensar y relajarse – intentó justificarla.
- ¿Sabes qué no puedo creer en todo esto? Que ella confíe más en vos que en mí. ¿Por qué vos sabes lo que le pasa y yo no? - pregunté cabizbajo.
- Porque yo no la lastimaría nunca, Guido. Y ella lo sabe – ambos nos miramos fijamente, y pude ver el amor que se reflejaba en los ojos de mi hermano por la mujer que yo más quería, pese a que la había herido muchas veces.
- ¿Qué fue eso, Patricio? - le preguntó anonadado Gastón ante su confesión.

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Un capítulo para el final! El pequeño flashback se debe a mi mala memoria de que nunca hablé, hasta ahora, del viaje que hizo nuestra protagonista a Uruguay, que es como comienza nuestra historia. Me había olvidado de incluirlo, tan compenetrada que estaba con la historia jaja.
En ese momento, todavía Guido no sabía que Vero estaba embarazada de él y dicho viaje fue post-reconciliación, luego de aquella cena que tuvieron los personajes, por la primera infidelidad del rubio con Juliana.
Quería aclarar eso para que quede todo más ordenado :)
Gracias por leer!

Atrapados Sin OpciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora