Capítulo 40. Vamos juntos a brindar.

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5 de septiembre de 2017.

Narra Verónica.
Mi cumpleaños había llegado junto con los seis meses que mi hijo ya llevaba creciendo en mi vientre. Augusto estaba en camino. Su llegada cada día me entusiasmaba aún más. Definitivamente, había comenzado a aprender a encariñarme con la nueva faceta que la vida me estaba presentando.
Sólo alguien me faltaba aquel día para que fuera totalmente perfecto, y ese alguien era Guido, quien se encontraba con la banda girando por el sur del país desde hacía 15 días.
Dada la cercanía entre fecha y fecha, los chicos decidieron que sería mejor quedarse en el interior, sin regresar a Buenos Aires, para poder movilizarse con mayor facilidad entre ciudad y ciudad, y además también para poder descansar.
Entendía perfectamente que la vida con Guido sería así. Que probablemente estuviese ausente en momentos importantes para mí. Pero aún así, no pude evitar levantarme y empezar el día de mal humor, sabiendo que no tendría su compañía el día de mi cumpleaños, y estando embarazada. Sentía una mezcla de enojo con melancolía.

- Ay Vero, ¡cambia la cara! Dale que es tu cumple -me dijo Lucía al verme llegar al trabajo-. Pensá en el bebé, mirá si no vas a tener motivo para estar contenta.
A decir verdad, tenía razón. Pero su extrema positividad a veces me resultaba irritable.

Aquella mañana había llevado medialunas a la oficina, como solíamos acostumbrar. Más tarde, al mediodía, le tocaba a mis compañeros invitarme a mí el almuerzo por ser la cumpleañera. A pedido mío, encargamos pizza en uno de los mejores lugares del centro porteño.

- ¿Pensás hacer algo hoy? - me preguntó Lucía cuando vio que agarré mi cartera que estaba colgada en el perchero para irme a casa.
- ¿A la noche? ¿Por mi cumpleaños? -la rubia asintió-. No Lu, ni ahí. Ya sabés como soy. No me gusta festejarlo - mentira. Esa era la excusa barata que le sacaba a todo el mundo. En realidad, amaba las fiestas, pero me ponía triste el saber que no contaba con una familia numerosa ni con un gran círculo de gente conocida como para festejar a lo grande. Con el paso de los años, la vida me fue quitando muchos seres queridos, y eso provocó que en mí apareciera cierta desmotivación.
- Ay Vero, dale. ¡Hay que festejar! A parte, falta poco para la llegada de Sugus -el apodo para mi hijo creado por mi amiga era tremendo-. Perdón -dijo y se rió. Sabía que no me gustaba que lo llamase así.
- Bueno, después vemos - dije poco convencida-. Mi vieja no me dijo nada de ir a cenar con ella y su novio. Le pregunté qué quería hacer y ni me respondió.
Durante todo el transcurso del día, un silencio atroz reinó en el chat de conversación de WhatsApp con mi querida madre. Por supuesto que me había saludado llamándome al comienzo del día, doce horas puntual, como solía hacer. Pero no me había propuesto siquiera vernos por la tarde, luego de trabajar. Raro.

Ante la insistencia de Lucía, accedí a ir a cenar con ella a un restaurant/bar cerca de casa, por Palermo. Me pasó a buscar con un taxi y emprendimos camino.
Cuando llegamos, una señorita vestida de marinera nos recibió y Lucía se anunció diciéndole que había una reserva a su nombre. La chica le pidió que entrara junto con ella un momento, y cuando atiné a seguir a la rubia me dijo que la esperara del otro lado de una puerta que parecía separar la recepción de lo que era el salón principal. Me pareció extraño pero aún así me quedé allí.

- Vení Vero - apenas habían pasado cinco minutos, Lucía se asomó por la puerta pidiéndome que ingresara. Fui tras ella y de repente...
- ¡FELIZ CUMPLEAÑOS! - escuché decir a un gran gentío. Al cabo de unos segundos, caí. Mi amiga me había preparado una fiesta sorpresa. Nunca nadie me había sorprendido de esa forma. El embarazo me tenía muy sensible, así que intenté contener las lágrimas de emoción.
- Sos una genia amiga, gracias - y me lancé a abrazarla.

El lugar era hermoso, se llamaba Docks y su ambientación estaba inspirada en los puertos marinos británicos de comienzos del siglo XX.
Lucía había estado en todos los detalles. Como invitados habían asistido nuestros compañeros de trabajo, mi amiga Micaela y otras conocidas con las que compartíamos, anteriormente, salidas los fines de semanas, y también estaban amigos de la facultad, mi mamá y su pareja, y nuestros suegros, pese a la ausencia de los chicos.
Al saludo de mis seres queridos se le sumó el de personas a las que no conocía pero que habían asistido al bar a disfrutar de una grata velada.

Con todos los ánimos más calmados, antes de sentarme junto con todos para comer, recibí un audio de Guido vía WhatsApp, que me dispuse a escuchar alejada del bullicio.
< Hermosa, seguramente estarás en la fiesta sorpresa que planeó Lucía. Espero que lo estés disfrutando porque te lo mereces más que nadie. Sabes cuánto me gustaría estar ahí con vos, pero estoy seguro que no va a faltar oportunidad para festejar los tres. Los extraño.

En ese momento sentí mi corazón estrujarse. Intenté contener la nostalgia y la emoción que nuevamente amenazaban con exteriorizarse, y cuando presioné el botón de audio para responderle al rubio, sentí que unas manos taparon mis ojos.
- Ayy, ¿quién e... - pregunté entre risas y desesperación, esas situaciones me ponían un poco nerviosa. Pero enseguida me quedé inmóvil. Mi nariz olió un perfume que reconoció en cuestión de segundos. Cabello largo rozaba mis hombros desde atrás.
- Feliz cumpleaños - dijo una voz grave, muy cerca de mi oído, provocando que mi piel se erizara. Retiró sus manos de mis ojos y giré para verlo.
- ¡Guido! - grité como loca. Todo el mundo se dio vuelta a mirarnos.
- Hola hermosa, feliz cumple - me dijo con el poco oxígeno que tenía debido al apretujado abrazo que le estaba dando.
- No me imaginé que fueras a venir. No te das una idea de cuánto te extraño - me miró sorprendido y sonrió. No era para nada común que de mí saliera una frase como la que acababa de decirle.
- Hoy era día libre. Después del show de anoche en Trelew, tocamos recién mañana en Esquel. Así que se me ocurrió hacerme una escapada - me contaba mientras lo conducía hasta la mesa agarrado de mi mano.

Cuando culminó la cena y la gente comenzó a despedirse, me acerqué a Guido.
- ¿Cuándo tenés que volver? - le pregunté.
- Mañana a las 9:00 sale el vuelo, así que tranquila, que hoy me vuelvo con ustedes - me miró pícaro.
- Bombón, con tu papá nos vamos -apareció Alicia de repente-. ¿Alguno se puede tomar el trabajo de avisarme cada vez que lleguen a alguna ciudad?
- Sí mamá - el rubio rodó los ojos.
- Ya sé que son grandes, pero yo me preocupo igual. Hacele acordar a Gastón aunque sea. Chau mis hermosos - mi suegra me abrazó y me acarició la panza, y luego se retiró con Gastón padre.

Guido estacionó el auto en la puerta de mi edificio y tuvo que llevarme hasta la habitación prácticamente a la rastra. Estaba muy cansada pero aún así no quería desaprovechar la oportunidad. Cuando se sentó en la cama y comenzó a desatarse los borcegos, lo abracé por detrás y comencé un camino de besos por su cuello.
- Apa, estamos mimosa hoy - me dijo siguiéndome la corriente.
Estuvimos un largo rato recostados, cara a cara, besándonos apasionadamente, hasta que tanto las manos de uno como de otro comenzaron la búsqueda de más, explorando las zonas más íntimas.
El rubio lentamente me quitó la remera, y yo imité su accionar. Luego, lo ayudé a desabrochar su jean así como él desató y se deshizo del pantalón tipo babucha que yo vestía. Mi ropa interior no duró mucho, ya que desabrochó rápidamente mi corpiño y tomó con sus manos mis pechos, lamiendo así cuidadosamente uno por uno.
Dejó sobre ellos una de sus manos mientras la otra bajaba por mi abdomen para así, finalmente, sus dedos adentrarse en mí, generándome cada vez más placer.
- Cogeme Guido, por favor - le supliqué ya sin poder aguantarme más las ganas.
Cuando atinó a colocarse sobre mí, ambos nos miramos fijo y nos dimos cuenta que en aquella habitación había algo más, "estorbando" entre medio de ambos.
- La puta madre - pensé en voz alta. El rubio rió.
- Tranquila - me dijo acariciando mi cabeza y dándome un beso en la frente.
Se volvió a recostar en paralelo a mí, sólo que me hizo girar, para quedar de espaldas a él. Cuidadosamente separó mis piernas, y colocó una de ellas por encima de la suya, haciendo que de esa manera rodase su cintura. Así, comenzó a penetrarme despacio, provocándome una sensación de relajación total, que hizo que muy de a poco comenzara a subir su intensidad, siempre cuidándome y preguntándome cómo me sentía.
Era increíble. Tierno y fogoso. Dulce y salvaje. Sabía cómo hacer todo a la perfección.
Luego de un tiempo así, cambiamos la posición y apoyada sobre la palma de mis manos y mis rodillas, él tomó el mando por detrás de mí nuevamente. Con una mano en la panza y la otra jugueteando con uno de mis pezones, me hizo el amor como nunca nadie. Los gemidos de ambos retumbaban en toda la habitación. Su respiración cerca de mi oído, y sus besos con lengua de costado, hacían que me excitara cada vez más.
Como otras veces, juntos llegamos al clímax.
- ¿Cómo te sentís? ¿Estás bien? - me preguntó mientras acariciaba mi pelo, recostado frente a mí.
- Sí, sos un tierno - le dije. Me sonrió y se levantó.
- Voy a buscar algo de tomar.

Al rato, Guido regresó bebiendo de una botella de agua y con su celular en la mano que tenía libre. Se lo notaba muy animado mirando la pantallita luminosa.
Me fastidié. Acepté su ofrecimiento de bebida y tomé mi celular imitando su accionar, para ver si lograba darse cuenta que lo estaba ignorando. Cuando ingresé a mi Instagram, vi algo que me hizo sentir culpable por lo que estaba haciendo.
"Feliz cumpleaños a la más hermosa" rezaba el pie de una selfie, tomada por él en las playas de Olivos, en la que nos encontrábamos con lentes de sol y los cabellos de ambos volados por el gran viento que corría aquella tarde nublada.
- Me muero acá - le dije mostrándole la pantalla de mi teléfono. Guido comenzó a reírse.
- ¿Viste los comentarios? - me preguntó divertido.
Comencé a leer y empezamos a matarnos de risa juntos por las expresiones de algunas fans. "UATSSS", "Llamenme al SAME", "Mira que guardada se la tenia el hdp", "GUIDO VOS NO PODES TENER NOVIA LPMQTP" eran algunas de ellas.

Pero una llamó particularmente mi atención. Una tal Julianaaa_ había escrito "Ah bue, que hipócrita".
- Igual, te digo, pensé que iba a ser peor eh - comentó el rubio.
- Sí, aunque creo que hay gente a la que no le cayó para nada bien - dije mientras leía muy compenetrada.
- ¿Por qué? - me miró extrañado.
- Mirá - y le señalé aquel comentario que no me había gustado. Noté que su expresión al leerlo, que era divertida por lo que estaba sucediendo, cambió rotundamente. El rubio se quedó en silencio por algunos segundos.
- Y bue, la envidia - dijo finalmente.
- ¿La conocés?
- No ¿por qué? - preguntó exaltado.
- Preguntaba... como sé que a algunos los conocen de las giras - me hice la ingenua.
- No, ni ahí - dijo levantándose nuevamente de la cama para dirigirse al baño.

Claramente su respuesta no me la creí. Me daba cuenta perfectamente cuándo Guido mentía, y cuándo no.
Otra vez el sentimiento de inseguridad se había apoderado de mí. La vida con Guido era así. Un sube y baja constante de desconfianza ante su misterioso actuar, que muchas veces no se condecía con sus tan afectuosos gestos.



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Después de varios días sin publicar, ya que estuve de vacaciones, me digné a aparecer.
Feliz año! Qué tal lo empezaron? :)





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