Capítulo 39. Una mirada a tu interior.

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2 de julio de 2017
Narra Verónica.

Me desperté en la cama. Giré a mi costado y vi que el espacio que sobraba estaba vacío, aunque las sábanas estaban desacomodadas. Supuse que el rubio en algún momento me llevó a mi habitación sin darme cuenta y el resto de la madrugada dormimos allí.
Fui al baño, me lavé la cara para despejarme. La noche anterior había sido intensa. Al salir, escuché una reconocida y triste melodía. Don't cry de los Guns N' Roses se apoderaba del ambiente.
Sigilosamente me dirigí al living y ahí estaba. Guido tocando la guitarra, con los ojos vendados con un pañuelo. Sin decir nada, me quedé apoyada en el marco del pasillo observándolo. Su estado de ánimo se complementaba con el clima. Su alma lloraba, al igual que el cielo afuera. Se notaba que hacía un esfuerzo enorme para no exteriorizarlo en lágrimas. Pero lo que no podía evitar era que sus sentimientos afloraran a través de lo que más amaba y mejor sabía hacer: la música.

La canción estaba por llegar a su fin. Aproveché que estaba descalza para caminar en silencio hacia el sofá y colocarme próxima al apoyabrazo en el que sostenía parte de su cuerpo.
Terminó la canción y se quedó con la guitarra apoyada en su regazo, tildado, como si estuviese pensando.
Me senté en el apoyabrazo despacio, y coloqué mis manos en cada uno de sus hombros. Guido no se inmutó, fue como si supiera que me encontraba allí. Lo besé en su coronilla y dejé mis labios detenidos allí.
Bajó su cabeza, y ese movimiento fue suficiente para despegarme un poco de él y observar que bajo el pañuelo que cubría sus ojos una lágrima rodaba su mejilla.
- Ey - se sacó rápidamente el pañuelo, aunque su mirada seguía clavada en el piso - ¿Gui? - me senté en su regazo y lo abracé.
Sus brazos rodearon mi cintura y su cabeza la apoyó en mi pecho como un chiquito indefenso. Su cabello largo tapaba gran parte de su rostro, así que con mi mano lo corrí hacia atrás para luego acariciarlo.
- ¿Es por lo del bebé? - el rubio sólo se limitó a asentir con su cabeza. Me quedé en silencio unos segundos, intentando buscar las palabras precisas pero cuando me decidí a hablar, él se adelantó.
- Sé que soy un tarado llorando así. Que a quien debería contener sería a vos... pero tengo miedo, Vero. ¿Cómo vamos a hacer? ¿Cómo vamos a saber cuándo esté mal o necesite algo? Tengo miedo. De no ser un buen padre, de no...
- Guido - lo interrumpí - ¿sos un ser humano o un extraterrestre? - me miró extrañado - ¿por qué va a estar mal que llores? ¿Que te preocupes así? ¿Hay una regla que diga que sólo estas cosas le pasan a las mujeres? No está mal que llores por ser hombre. ¿Te crees que a tu papá no se le habrán pasado cosas así por la cabeza? Nadie nace sabiendo ser padre o madre. Se aprende, y uno es humano y puede equivocarse. Vos hoy en día a tus papás les reprochas cosas. Yo igual a la mía. Eso va a ser algo imposible. Pero sí uno puede tratar de ser lo mejor posible... para mí esto también es duro. Ni siquiera tenemos una relación de hace tiempo, tuvimos nuestras peleas y semanas sin hablarnos... no nos dimos la oportunidad de conocernos bien del todo. Pero pasó esto...
- Es verdad - tomó mis manos, y mientras las acariciaba, continuó hablando -pero por algo se dio todo así. No tengo dudas que fue el destino. Esta es mi oportunidad para hacer las cosas bien de una vez y para no mandarme cagadas. Más allá de todo, me siento feliz de que las cosas se hayan dado así, que seas vos la que esté acá conmigo, ahora.

Ante su comentario no pude evitar sonreír y tomarlo fuerte de su cara para darle un gran beso.
- Yo también tengo miedo Guido - suspiré - si no te había contado nada hasta ahora era por la banda, porque no dejo de pensar en las consecuencias de esto...
- Basta, hermosa - dijo callándome de un beso -
- ¿Ya pensaste algún nombre? - me preguntó de repente.
- Eh... la verdad que no. Bah, si fuese varón pensé en llamarlo Armido, por vos. Me gusta porque es original.
- Pobrecito - se rió - no quiero que lo condenes con mi nombre.
- Ay ¿por qué? Qué malo.
- A mí me gustaría Augusto, si fuese varón. Y si fuese nena, Azul, porque es mi color favorito.
- No me desagradan esos nombres - me quedé pensando - buen gusto.
Un sonido de hambre proveniente de mi panza se hizo escuchar entre nosotros. Nos miramos sorprendidos y reímos.
- Me parece que acá hay gente que tiene hambre eh - dijo apoyando su mano en mi vientre. Ese gesto fue tan... tan puro. Lleno de amor. Amor en su máxima expresión - ¿Desayuno o almuerzo? - miré el reloj que colgaba de la pared. "Una menos diez del mediodía"
- Sabés que sin café con leche no funciono - le dije.
- No se diga más, entonces - con ambas manos tomó fuerte mi rostro, me besó fogozamente e hizo el amague para levantarse. Entendí su intención de querer preparar "el desayuno" y me levanté yo también.
Estábamos en la cocina y mientras lo observaba disfrutar de preparar algo tan simple como un desayuno, hablábamos de lo que fue el recital de la noche anterior. El calor (pese a que afuera hacía mucho frío), la adrenalina de la gente, la energía, los seguidores que de tan lejos se venían a verlos.
Una vez todo listo, puso todo en una bandeja y sin decir nada, salió al balcón. En silencio, ambos entendimos la intención del otro, así que simplemente nos sentamos en el piso mirando hacia la calle y empezamos a tomar y comer.
- ¿Qué te parece? - me mostró la pantalla de su celular. Stairway to Heaven en Spotify era la propuesta para ese momento.
- Re va - le dije.

Era muy loco. Nuestros mundos eran distintos. Muy. Pero sin embargo, nos entendíamos más que bien. En todos los aspectos.
Me quería autoconvencer de que quizás juntos algo podíamos empezar de una vez por todas. Que quizás todo cambiaría con la aparición de una nueva responsabilidad a nuestras vidas. Que quizás ya me habia demostrado su arrepentimiento por sus actitudes de pendejo y realmente merecía una oportunidad. La oportunidad de abrir, finalmente, mi corazón ante él y permitirme quererlo. Comenzó a nacer en mí una especie de sensación de seguridad. No sabía cuánto podría durar. Pero prefería decirme a mí misma que viviera el momento, que dejara fluir las cosas.

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Estoy con falta de inspiración. Tengo la cabeza muy puesta en lo que se va a venir... y no puedo dejar de pensar en la Trastienda 💜 fue una noche tremeeeeenda.
Muertos de calor pero sin dudas valió la pena.
Espero que terminen bien el año y arranquen el próximo mucho mejor. Por mi parte, no veo la hora de que este 2017 se vaya... me mató a cachetazos 😣 pero bueno. ¿Lo mejor está por venir dicen, no?

Besos para tod@s 🙌

Atrapados Sin OpciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora