Capítulo 26. No te aguanto más.

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2 de marzo de 2017.

Narra Verónica.
El verano todavía se hacía sentir. Siempre me gustó la época de transición del verano al otoño. Sentía como que continuaba de vacaciones pero en un tiempo donde, además del trabajo, ya estaba por arrancar de nuevo la facultad.
Ya había terminado el curso de verano y faltaba poco para arrancar el ciclo lectivo normal de clases. El último después de tanto tiempo...

Ese Marzo no lo estaba disfrutando para nada. En vez de sentir ese sentimiento extraño de felicidad por parecer vacaciones-pero-no que experimenté otros años, sentía una gran nostalgia y tristeza en mi corazón.
Nostalgia porque se acercaba de a poco un acontecimiento que me iría a marcar para siempre... a fin de año me recibiría. Y aunque todavía faltaba, ya lo estaba palpitando.
Tristeza, porque no tenía con quién compartir esa montaña rusa de emociones que estaba sintiendo. Bah, sí pero estaba lejos. Muy lejos de mí.

Desde esa noche que crucé a Guido afuera del bar, me escribió varias veces pero decidí ignorarlo. Pensé que era mejor así. Recluirme en mi armadura y mantenerme lejos de desilusiones de cualquier tipo. Ya me había cansado de que me rompieran el corazón.
Lucía cada tanto aprovechaba para reprocharme mi decisión. Pero ya estaba tomada, no había nada que hacer.

Era jueves y me había quedado dormida. Decidí ir al trabajo con el auto, cosa que casi nunca hacía por estar la oficina en pleno microcentro.
Cuando me estaba volviendo a casa, manejando por una de esas calles angostas del centro, con mucho tránsito que tanto odiaba, observé a María sentada en un cantero de ladrillos, que formaba parte del exterior de un estacionamiento.
- ¿María que pasó? - le pregunté al bajar la ventanilla del auto.
- Estaba caminando y me torcí el tobillo, además de que rompí el zapato - dijo mostrándome un stiletto con su taco partido - no sé qué hacer. Así no puedo manejar pero un taxi hasta mi casa me va a asesinar... encima tengo que ir a buscar a los chicos al colegio porque Mariano está trabajando ¡Dios! Todo complicado hoy...
- Bueno, tranquila, subí que te llevo. Total tu auto está acá guardado - dije refiriéndome al garage.
- No nena, estás loca. Mirá si te vas a ir hasta allá...
- Dale Mery, vamos. ¿Si no qué vas a hacer? Subí que te llevo - le insistí, siendo que la rubia se paró como pudo de donde estaba sentada y se subió al auto.

Llegamos a Martínez y fuimos a buscar a dos de los hijos de María al colegio, Augusto y Lourdes.
Mi mente estaba tan volada, hablando con la rubia sobre cosas del laburo, más el bullicio que hacían los chicos queriéndose meter en la conversación, que cuando faltaba poco para llegar a su casa, caí.

"La puta madre... Guido."
Lo único que me faltaba era cruzármelo. Parecía una joda.

Estacioné el auto en la puerta de aquella casa donde todo comenzó. Traté de no mirar hacia el frente, ya que justo ahí quedaban las casas del morocho más fachero y del sujeto rubio.
María insistió en que entrara a su hogar a tomar algo, al menos, a lo cual no pude negarme.

Me subí tan rápido al auto para evitar ver a quien no quería, que cuando ya tenía el cinturón puesto y estaba a punto de ponerlo en marcha, me di cuenta de lo peor.
"Qué hijo de puta".

Estaba encerrada. Tenía el auto de Guido pegado a la trompa de mi auto, y atrás un container. No podía salir de ninguna manera, a menos que corrieran el auto.
Claramente que cuando estacioné, no estaba todo dispuesto así, porque hubiera sido imposible meter el vehículo en ese lugar ínfimo.

Bajé del auto y vi que adelante del de Guido había un lugar enorme. El mismo lugar que yo había visto cuando estacioné mi auto y no me preocupó de que alguien pudiese estacionar allí, ya que, en caso de hacerlo, confiaba en que no pegaran su vehículo de tal manera al mío... había un gran espacio para todos.
Intenté mover el auto de Guido pero no pude, tenía el freno de mano puesto.

Llamé una vez, dos... A la tercera me atendió.

- Hola hermosa, ¿cómo andas tanto tiempo?
- Pato, ¿estás en tu casa? - al mismo instante que lo pregunté, observé su auto estacionado en la vereda. "Qué pregunta más obvia".
- Sí sí, ¿pasó algo?
- Abrime ya, porque voy a matar a alguien.
- Eh... sí ahí voy - cortó enseguida. Pude notar su tono de preocupación.
Salió a la vereda con los pelos revolucionados, un jogging tipo Adidas viejo, y una remera blanca.

- Vero, ¿qué hacés acá? ¿Qué pasó?
- Eso pasó - y señalé hacia donde estaba mi auto encerrado - María tuvo un pequeño incidente, me ofrecí a traerla. Larga historia... Pero tardé 20 minutos adentro ¡Y PASA ESTO!
- Bueno pará, tranquila... em... - se rascaba la cabeza como no sabiendo qué hacer. La solución era muy obvia.
- Decile a tu hermano que salga ya y mueva el auto si no quiere que se lo rompa a palazos.
- Bueno bancá, ahí vengo. Quedate tranquila, por favor - me suplicó.
Se metió adentro, y no supe si lo llamó o si las casas tenían conexión, o vaya uno a saber qué carajo pasó, que a los 5 minutos salió el rubio de su hogar.

- Buenas - soltó tan relajado. También estaba con sus pelos enmarañados. Vestía su jogging camuflado, con el torso desnudo. Ese hombre provocaba que una quisiera hacerle cualquier cosa. "Controlate, por una vez no pienses en lo bueno que está" - ¿cómo estás? Tanto tiempo. Gracias por ignorar mis mensajes, una piba macanuda eh
- Ya está Guido, cortala. Dale, corré el auto
- Bueno, tranquila chiquita - decía con tal parsimonia mientras se dirigía a su auto
- Yo estoy tranquila, pero me tengo que ir
- La verdad que no parece
- ¡¿Sabés lo que pasa?! - le grité para después darme cuenta que realmente me estaba alterando, por lo que bajé la voz intentando autocalmarme - que la gente como vos me saca de las casillas. Llegaste después que yo, ¿te pensas que soy boluda? ¿Que no me doy cuenta que lo hiciste a propósito?
- ¿Te crees que me voy andar fijando en ver si alguno de todos los autos que están estacionados en MI cuadra, por esas casualidades de la vida, llega a ser el tuyo? ¿que vivís en la otra punta? No sos siempre el centro eh - por la soberbia con la que me contestó sentí fuertes ganas de darle un cachetazo pero me contuve. Mentía y haciéndose el superado. "Pendejo forro".
Decidí quedarme callada para no putearlo. Mis silencios eran lapidarios, y él lo sabía muy bien.

Puso en marcha su auto y lo corrió. Yo ya estaba arriba del mío, así que sólo restaba irme. Cuando estaba a punto de maniobrar para salir, me golpeó la ventanilla.
- ¿Y ahora qué querés?
- Banca Vero, todavía no sé por qué estás así conmigo, aflojá - se dirigió a mí más calmado que antes.
- Reflexioná con tu voz interior a ver por qué podría haber sido y después hablamos
- Pará, escuchame. ¿Podemos ir a tomar algo? Para hablar...
- No Guido, en serio, dejame en paz. Es mejor que quede todo así - arranqué el auto y me fui.
- ¡Te veo en el cumple de Lucía! - gritó mientras me alejaba, con cara de "igual me voy a salir con la mía".

- Ay nooo, ¡la re puta madree!- grité en voz alta golpeando el volante.
Me había olvidado, no que el sábado era el cumpleaños de mi amiga, si no que uno de sus invitados sería Gastón, y, por ende, sus hermanitos.

Claramente la vida me estaba jugando laberintos con el pibe rubio.

Atrapados Sin OpciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora