Narra Verónica.
Ruidos de puertas y de pies que iban y venían rondaban en mi cabeza. No sabía si los estaba soñando o eran reales, hasta que me harté de dar vueltas en la cama y decidí abrir los ojos. No pude dormir más.Con desgano, estiré mi brazo hasta el piso, donde estaba mi celular. Observé "8:00 a.m." en la pantalla. Rodé los ojos porque si hay algo que odio es despertarme temprano un fin de semana.
Me giré hacia atrás y observé que Guido no estaba en la cama. Al instante, sentí que una puerta se abría y que unos pies, por cuyo sonido supuse que estaban descalzos, caminaban hacia donde yo estaba. "No soñé nada, eso era lo que escuchaba".
Lo miré sonriéndole, esperando que me devolviera el gesto. Pero estaba en otra.
- Ah, te despertaste. Hola - me habló seco.
- Mm sí. Es temprano.Las persianas estaban tan cerradas que, pese a la hora que era, parecía de noche. Tocó el interruptor y el cuarto se iluminó.
- Ay, Dios - me quejé y me giré tapándome con el acolchado. "¿Por qué mierda prende la luz?".
Como estaba cubierta, no podía observar qué era lo que Guido hacía, pero empecé a escuchar el típico ruido del cinturón golpear contra el piso, después el de la suela de unos zapatos, cajones, más puertas, el del spray de un desodorante. "¿Qué hace?".
Me asomé y casi que ya estaba cambiado. Iba y venía con el celular. Pensé en preguntarle si pasaba algo, pero no pude. Me levanté en silencio e imité su accionar, un poco molesta.Me pasaba que cuando estaba con mi ex, con el que compartí años de relación, pese a mi carácter arrollador, en otras cuestiones era bastante sumisa.
No sé si por vergüenza o por miedo al rechazo de que el otro creyera que era una insoportable. Pero habían cuestiones sobre las que prefería no preguntar, aunque por dentro me muriese de intriga. La típica "salgo con los chicos". Mi mente se preguntaba "¿qué chicos? Tenés mil amigos", pero no lo exteriorizaba. Lo callaba.Con Guido me pasaba lo mismo. Había confianza, y mucha. Pero no me animaba todavía a indagar en ciertas cuestiones. Era muy reservado de sus cosas, y teniendo en cuenta el estilo de vida que llevaba, no me parecía para nada adecuado aparecer yo a esta altura de su vida a hacerle preguntas sobre qué hacía, o qué le pasaba.
Si no me contaba era porque había elegido no compartir sus inquietudes conmigo, y eso yo lo respetaba. A mí tampoco nunca me gustó que me preguntaran cosas de mi vida si no salía de mí hablar de eso.El rubio estaba pegado a su celular. Claramente algo pasaba. Tenía una cara tremenda de haberse caído de la cama. Cuando tenía sueño, se le achinaban los ojos y parecía como avejentado.
- ¿Querés desayunar? - me preguntó cuando se percató de que estaba parada cerca de él, ya lista, esperando a que se decidiera a hacer algo.
- No - le contesté con mala gana una mentira atroz. Para mí el desayuno era el momento glorioso de cada día. Si no desayunaba al levantarme, no arrancaba. Pero su actitud para conmigo me irritaba. Faltaba un cartel luminoso en su frente que dijera "andate". Para colmo seguía sin despegarse del aparatito. "Si estás con alguien que te importa, ¿qué tanto tenés que estar con eso?".
Ya empezaba a dudar en si verdaderamente le importaba.Se levantó del borde de la cama en el que estaba sentado y empezó a caminar. Lo seguí.
Agarró unas llaves que estaban en un mueble del comedor y salimos al exterior. Domingo, soleadísimo, re temprano. Drácula al lado mío, un poroto. Subimos al auto y empezó a manejar. Todo el trayecto fuimos en silencio... sin música, sin hablar. Salvo por mi voz interior, que era la única que me hablaba, diciéndome cosas que sólo hacían que mi ira aumentara cada vez más.
Me sentía desilusionada, usada, inferior, insignificante. No sabía dónde había quedado el pibe que la madrugada anterior me había defendido del otro infeliz. "Son todos iguales, la misma mierda". Me había prometido no rebajarme nunca más ante un tipo, y aunque toda la noche había sabido mantener esa postura con el rubio, sentía que esa vez había vuelto a perder. Sentía que me fallé a mí misma de nuevo.Cuando estábamos a unas cuadras de mi departamento, me saqué el cinturón y empecé a buscar mis llaves. Esperaba que Guido me dijera algo mientras tanto. Pero nada.
Llegamos a la puerta del edificio, y ni bien detuvo el auto, le dije "chau" mientras abría la puerta para bajarme. Ni lo miré a la cara, mucho menos lo saludé con un beso. Pegué un portazo, no de esos que hacen a las puertas giratorias, pero sí lo suficientemente seco y resonante como para cortar el ambiente silencioso y hacerle saber que conmigo una puerta también se le había cerrado, además de la de su auto.Ni bien traspasé la puerta de vidrio del ingreso al edificio, me largué a llorar, de espaldas a la calle... de espaldas a él que aún seguía abordo de su vehículo. Podía sentir su mirada sobre mí. Luego de unos segundos, noté que arrancó el auto y se fue.
No entendí qué era lo que había hecho mal para que cambiara tan drásticamente su actitud hacia mí. Siempre fue cerrado, pero esa sensibilidad que me había demostrado tener y que había comprado mi corazón ya no sabía si realmente existía o había sido una mentira para que cayera en su trampa.Ya no creía en nadie.
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Atrapados Sin Opción
FanfictionHay momentos de la vida en los que, cuando uno menos se lo espera, se lleva grandes decepciones de parte de los que más quiere, y ello trae aparejado una gran desconfianza y resistencia a volver a amar. La etapa que sigue a la desilusión, es la de c...