Capítulo 3. Tu hipocresía me engañó.

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23 de octubre de 2016.

Narra Verónica.
"El futuro llegó hace rato" cantaba el Indio de fondo. "Nunca tan literal", pensé. Era el fin definitivo. Habían pasado minutos que parecían años desde que corté la llamada con Guido, mi novio, ahora ex. Estuve una hora reloj gritándole por teléfono, puteándolo, maldiciéndolo, diciéndole que era lo peor que me había pasado, entre varias cosas más.

Y es que el viernes me había ido a buscar a la facultad para ir a cenar juntos y después llevarme a mi casa y él volverse a la suya, donde lo estaban esperando los tres boludos que tenía de amigos. Después del viernes no iba a verlo más en todo el fin de semana porque el martes yo rendía, y tenía muchas cosas para estudiar. Último esfuerzo del año.

Acostumbro a tomarme en el trabajo el día anterior al del examen que tenga que rendir. Siento que así tengo más tiempo para terminar de repasar (o estudiar) en mi casa tranquila, y luego, al día siguiente, el del examen, pese a tener que ir a trabajar, repasar en la oficina hasta que se haga la hora de ir a la facultad en el rato entremedio que tengo entre que finaliza el horario de atención, 13:30, y la hora de cursada, 15:30. El ir a trabajar también me sirve para no tener la mente tan compenetrada en el examen y no morirme de nervios.

Fue así que hoy domingo, sabiendo que mañana no trabajaba y que tenía casi todo estudiado, me dispuse a distraerme un poco en Instagram. Varios conocidos de Guido me siguen por esa red social y yo a ellos, de manera que en la sección de Seguidos vi a varios que ponían "me gusta" en un video de un usuario, cuyo nombre me era familiar, por ser amiga de Guido, pese a que no la seguía. Cuando clickeé en él, vi que se trataba de un video grabado en la cocina de la casa de Guido, el viernes a la noche, subido ese mismo día, y en el que sus amigos, la piba de la cuenta de Instagram y un par más aparecían con vasos de birra en sus manos, siendo que las minas si no estaban en el regazo de unos es porque estaban colgadas y abrazadas a los cuellos de otros. Unos forros. Cacé el teléfono y ahí empezaron los gritos. Tenía tanta ira, pero también sentía decepción, porque no era la primera vez que me mentía, que decía que hacía algo o se veía con ciertas personas y después hacía lo contrario. Lo peor es que nunca le di motivos para que me mintiera, jamás le prohibí salir o verse con sus amigos, pero hace cosa de 2 años que empezó con estas actitudes. Actitudes que cada vez más me hacían dudar de su fidelidad hacia mí.

Hace 5 años y medio que estábamos juntos con Guido. Y de hecho hace dos semanas que volvimos de un viaje que hicimos al Bolsón, donde la pasamos increíble. Pero así era siempre con él. Un tiempo bien y otro mal. La mayoría de las veces ese "mal" coincidía con mis épocas de exámenes, cosa que me reventaba más todavía porque después iba a rendir con una angustia en el pecho terrible. Parecía que me lo hacía a propósito. Reconozco que tengo mi carácter, que muchas veces me aislo y no le permito ni a la persona más cercana llegar a tocar mi corazón cuando me siento mal, que cuando me enojo con alguien no puedo dejarla ahí y traslado esa mala onda a cada uno con el que después me relacione. Pero lo que no podía entender de él eran sus mentiras, no me cabían en la cabeza. ¿Qué motivos tenía para mentirme, habiéndole dicho tantas veces que eso era lo peor que cualquiera podía hacerme? Así que el video de mierda fue la gota que rebalsó el vaso, y por eso lo llamé para putearlo y decirle todo lo que este tiempo me tragué, sabiendo que esto iba a ser un corte definitivo y un cambio rotundo para mi vida.
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Pasado el día lunes, que lo que menos hice fue estudiar, ya que no podía concentrarme porque mi cabeza no paraba de pensar en todo lo que sucedió el domingo, llegó el martes y tocó volver al trabajo. Durante toda la mañana me sentí como un cuerpo sin vida, sin fuerzas, sin ganas de nada. Llegaron las 13:30 y con mis compañeros nos dispusimos a almorzar. Después de la comida, casi todos se fueron y las últimas que quedamos éramos Lucía y yo. Lucía ya no era sólo una compañera de laburo, si no una amiga con todas las letras. Una piba de Villa Gesell que se vino a estudiar a capital, donde se recibió de abogada (ya que es más grande, me lleva 4 años) y entró a trabajar a la fiscalía meses antes de que yo ingresara. Éramos blanco y negro, no sólo por las edades si no porque de las dos ella, por el contrario, era la más inocente, la que menos noche tenía, la que no cazaba las indirectas del resto de mis compañeros que, excepto por nosotras dos y María, eran 9 hombres. Era muy gracioso verle la cara de "no entiendo" cuando hablaban entre ellos en idioma de macho alfa (léase: pija, culo, petardo, tira goma, delantera, llevame ésta, etc.). Como siempre me gustó el fútbol y de chica solía tener más amigos hombres, me ponía a la par de mis compañeros en sus bromas y ellos se morían de risa. Había un gran ambiente de laburo. Y ahí estaba Lucía, la mejor colega/amiga que me pudo haber tocado. Era lo más gamba del mundo y positivista al mango. Así que cuando yo me hundía en mis famosos hoyos negros ahí estaba ella tirándome de la mano para salir. Y ese martes después de la gran pelea no fue la excepción. Le conté todo lo que pasó mientras me ahogaba en lágrimas y me ponía roja como un tomate como me pasaba cada vez que lloraba. Una vez más calmada, de repente me dijo:
- Eu, tengo algo para proponerte que te la va a re subir.
- ¿Qué es? No estoy de ánimos para salir.
- No, eso no. Bah más o menos. ¿Viste Airbag? Que el otro día me contaste que los viste en la tele y que siempre los escuchaste pero nunca los viste en vivo.
- Sí...
- Bueno, el sábado 12 de Noviembre tocan en la Trastienda. Es un evento medio exclusivo, para clientes de Personal. Sacaron pocas entradas a propósito, así que me acordé de vos y las saqué.
- ¿En serio? ¡Sos lo más boluda! No me la esperaba ni ahí jajaja. Más vale que me re prendo.

Y de repente, miles de recuerdos se me vinieron a la mente. Cuando tenía 11 años y mi papá estaba en sus últimas, habían salido los temas "La partida de la gitana", "Solo aquí" y "Quiero estar contigo" de Airbag, que no paraban de repetir en las radios ni en los bailes de la escuela. Me acuerdo que siempre me gustó Guido (ese puto nombre es mi karma) porque además de parecerme lindo, era el más chico, el más cercano a mí en edad, y vaya uno a saber qué tipo de fantasía me provocaba, como si algún día me lo fuese a cruzar y pudiésemos ser novios.
Hace unas semanas atrás, cuando estaba con mi ex en el Bolsón, mientras hacía zapping en la tele, enganché una entrevista que le estaban haciendo a Airbag, quienes promocionaban tal recital en la Trastienda. Claro, los nenes ya eran hombres. "A vos sola no te llega la edad, pipi", me dije. Y Guido, bueno, sin palabras... Para colmo el muy guacho se mandó tremendo cover de Zeppelin, "Kashmir", y ahí mi amor adolescente volvió a renacer. "Que lindo sería ir, siempre me gustaron y jamás fui a verlos", pensé.
- No puede más este pibe -, dije admirando la belleza del chico rubio que cantaba, sin percatarme que lo había hecho en voz alta.
- ¿Eh? -, preguntó Guido mientras salía del baño. Giró su cabeza hacia la tele para mirar qué era lo que yo veía tan atentamente - Ah, esos salames -.
- Bua.
- ¿Bua qué?
- Que siempre tenés que hacer algún comentario bardeando lo que me gusta.
- Emití una opinión nada más.
- Que no te pedí.
- No me importa. Son unos pelotudos y ya.
- No entendés nada.
- Vos no entendés nada boluda. Son tres salames nenes de mamá que son conocidos porque ponen guita.
- Cuando te ponés así, no te banco. Me voy a dormir.

Ahí estaba la respuesta a por qué nunca me decidí a ir a ver a Airbag. Todo lo que me gustaba, Guido lo bardeaba, si le decía de ir a algún lado, me contestaba que no, y al retrucarle "bueno voy sola" saltaba con "qué vas a ir sola vos" como si fuera una tonta que no supiera ir a ningún lado. Para algunas cosas, sin darme cuenta me había vuelto dependiente de su aprobación. Justo yo que siempre fui tan independiente.

La invitación de Lucía para ir a la Trastienda llegó en el momento oportuno. Por fin iba a cumplir esa asignatura pendiente que tenía con Airbag. Me iba a despejar de todo lo que pasó el fin de semana, si bien todavía faltaban dos semanas para el recital. Y por fin iba a ver en persona, aunque sea a varios metros, al chico rubio, de pelo largo con rulos, que desde mis 11 años se había ganado mi atención.

Atrapados Sin OpciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora