Capitulo 1: de Fiesta.

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Mandy Williams.-

Que refrescante es el aire de Londres, es casi parecido a Bradford solo que aquí es mucho más húmedo el ambiente. Pero a los 2 dos meses me acostumbré y ahora con casi 8 perfectos meses en la cuidad más hermosa es como si hubiese nacido para vivir en este lugar, adoro estar aquí. Mis tíos me tratan como si fuese su hija y hace que el calvario ni se note, que el tormento y el dolor que alguien una vez provocó en mi lo entierre en el fondo del alma, porque no les mentiré, no sé olvidar y creo que nunca nadie me dañó tanto como para que tuviese que perdonar, así que tampoco se perdonar.

- Listo, la portada está terminada –decía Madison, mi compañera de trabajo, poniendo en la mesa una carpeta con el diseño de la portada de Junio- revísala mañana y ajusta los detalles.

- ¿Ya está? –Tomé la carpeta y la abrí, encontrándome con la cara de Adele- ¡esa mujer es impresionante! ¿No crees?

-Hermosa –me mira y sonríe- Mandy, ya vamos. Se nos hará tarde.

Tomamos nuestras pertenencias y nos fuimos, salimos rápidamente de la oficina de diseño, pasando por la de imagen hasta salir al hall, despidiéndonos del guardia de turno, Rafael.

Habíamos quedado de ir al cine, nos pusimos de acuerdo hace semanas y recién hoy nos decidimos por una película de la cartelera. Cuando llegamos a la boletería del cine del centro y pedimos tickets para La Chica de la Capa Roja y la vendedora nos dio los horarios -¡estupendo!, no alcanzamos la última función- miré a Madison y ella se encogió de hombros.

-¿Qué haremos? No quiero pasar un viernes en casa, aburrida –me quejé mientras caminábamos sin ninguna dirección.

-Vámonos de fiesta – propuso ella de la nada, meneó los hombros moviendo sus senos- ¿quieres pasarla bien, no? –Asentí un poco intimidada- ¡excelente! Ve a tu casa, alístate y en 1 hora te paso a buscar.

Y así fue, ya no podía arrepentirme, confieso que le temo a Londres de noche, y es más, nunca he salido a buscar diversión en una discoteca o un Pub, ningún lugar donde pudiese encontrarme con muchachos ebrio intentando propasarse conmigo o buscando pleitos, no es lo mío.

Me miraba al espejo en mi habitación, traía un jeans oscuros, una polera blanca con un signo de paz en brillantes y me puse la última chaqueta que me había comprado con mi algo de mi sueldo, la negra de cuero, ¿acaso quería lucir sexy? ¿Mandy, que te pasa?

-Te ves linda –decía Sofía al entrar a mi habitación- en una de esas vuelves con novio –levantaba las cejas coquetamente haciendo que me ruborizara.

-¡tía! –Logré decirle- solo iremos a bailar, quizás… nada de chicos –Já, buen chiste, esa ni yo me la creía. Me miré por última vez al espejo y dejé escapar un suspiro- espero no llegar tarde.

-No te preocupes, diviértete, cariño –se acercó y me abrazó, ella siempre tan cariñosa.

.

-¿Dónde me llevaras? –Inquirí luego de abrochar el cinturón de seguridad de su auto.

-Déjate sorprender –me miró un segundo y luego volvió la vista a la calle por la que conducía- es el mejor lugar, buena música, chicos lindos y por cómo te arreglaste, de seguro terminas en la cama con uno.

-¡Que! No -¿Quién se piensa que soy? Mi voz sonó ronca riendo ante su comentario- No soy esa clase de chicas, pensé que te habías dado cuenta…

-O quizás –me interrumpió, la miré y sonreía maliciosamente- si lo eres y no te has dado cuenta porque no te has visto en una situación así. No te hagas la santa Mandy.

-Nunca he dicho que soy santa, pero tampoco soy una puta, Madison –respondí medio dolida por sus palabras.

Madison me recibió muy amable la primera semana en que llegué a trabajar, me explicó lo que tenía que hacer con bastante paciencia a pensar de que o era mucho lo que debía hacer. Siempre tiene una sonrisa en el rostro, y anda animada por la vida, meneando las caderas de un lado para otro al caminar. Me gana en porte por unos 5 cm y es delgada, no anoréxica, pero bastante delgada, tiene el pelo corto por el mentón y su cabello perfectamente liso de un color negro azulado, tinturado aunque ella lo niega. Muchas veces me da la impresión que no es autentica conmigo, siento que pero ¿por qué lo haría? ¿No creo que por ser sobrina de una de las dueñas…? Espero estar equivocada.

Mi compañera, porque prefiero no llamarla “amiga”, estacionó su auto y bajamos. Caminamos hasta la puerta y había una fila enorme para entrar, que fastidio.

-Pongámonos a la fila –ideé empezando a caminar.

-No –se burló agarrándome del brazo haciendo que me detuviera- sígueme.

Saludó al gigantote guardia que tapaba la entrada, este se hizo a un lado y nos dejó el acceso libre, Madison volvió a tironearme para que la siguiera –como odiaba que me hicieran eso- y subimos por unas escalera directo a un lugar que decía V.I.P. saludó a otro guardia y…

-Sor…pren…dente –susurré.

El lugar es genial, luces que te mareaban, la barra decorada estilo Hollywoodense, una pista de baile, y por las orillas sillones para los que prefieren conversar o ¿mirar?

-¡Cómo se nota que nunca has salido de fiesta! –Madison se quitó su chaqueta y me pidió la mía, me negué y me quitó el bolso que traía- iré a dejarlos a guardarropía.

-Iré a sentarme –le avisé mientras caminaba entre el gentío de personas bailando.

Debía ser medianoche y yo sentada mirando como en la pista de baile casi se comían unos a besos, otros parecía desesperados por ir a consumar su “amor” a otro lugar.

-¿Bailemos? –había un chico tendiéndome la mano. Lo miré y me puse de pié, pensé ignorarlo e irme a esconder un rato al baño, pero respondí dándole la mano y caminando a su lado hasta el centro de la pista. El “punchi-punchi” resonaba en mi cabeza, la música estaba muy alta y solo me dejé llevar.

-¿Cómo te llamas? –gritó, pues obvio, con este ruido era la única forma de escuchar a alguien.

-Mandy –le sonreí. Él sonrió, tenía una sonrisa encantadora, su cabello era medianamente rubio, no, más bien castaño claro y sus ojos se acercaban al color del cielo- ¿Cuál es el tuyo?

-Soy Josh Devine -¿Por qué cree que me importaría su apellido? Que tipo más raro.

-¿a qué te dedicas, Josh? –hablábamos mientras nuestros cuerpos trataban de moverse al ritmo de la música.

-Soy baterista de la mejor banda, deberías conocer a mis amigos –alardeó ¿qué amigos? Mi cara debió llenarse de dudas y el continuó- Te los presentaré ¡Oh, ahí viene Styles!

-Madison… -murmuré al ver a mi amiga acercarse junto a…

¡QUE DIABLOS HACE ÉL AQUÍ!

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