Fuego fatuo

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El tercer príncipe de Baldadd caminaba por las desoladas calles, mirando a las jóvenes madres con sus hijos en las calles, su memoria se remontó a los días de felicidad en los suburbios, se detuvo para observar mejor el desolado paisaje, si no hacia algo aquellas personas sufrirían aún más.

Los habitantes de aquel lugar le miraron y poco a poco le fueron reconociendo y suplicantes gritaban su nombre y exigían que alimentará esperanzas, deseosos de una buena noticia, hundidos en la insertidumbre y la miseria, la paciencia había llegado a su límite.

Una mano le tomo por las ropas alejándolo lo más rápido posible de aquel lugar.

- no deberias caminar tan despreocupadamente por ahí- dijo la voz de su viejo amigo- las personas ya no los soportan más
- ¿Kassim donde te habías metido? ¿Por qué no volviste?
- por qué Sinbad estaba ahí.
- pero Sinbad-san nos está ayudando...
- alguien como el no lo entendería​, es de la realeza...
- pero... Necesitamos su fuerza
- claro que no- dijo tomandolo de los hombros- tenemos a los ciudadanos... Ellos no resisten más
- ¿Que quieres decir?- dijo algo consternado el rubio.
- vamos a dar un golpe de estado... ¿Te unes verdad?
- claro que no- grito molesto, el moreno lo derribo de un solo puñetazo- que acaso quieres que las personas sufran lo que Miriam... Muchos morirán
- los sacrificios son necesarios... Si dejamos que esto continue Baldadd será un país de esclavos.
- no puedo creer que digas eso... Hay mejores formas de hacerlo...
- como cuales... Dejar que esa chica demonio y el moustro se encarguen...- apunto a algunos que presenciaron el primer roce con el imperio Kou- tengo entendido que no podran con esto... No lo entiendes Alibaba eres débil...

...

Era medio día, el demonio de cabellos como la nieve miraba todo desde el tejado, el sol le quemaba la piel pero era agradable, miraba al joven candidato a rey entrenar con Sinbad, las llamas subían hasta donde ella se encontraba y se extinguían. Escuchaba atentamente las instrucciones de Sinbad, ella no era una conquistadora, pero sin duda podría aprender de aquellos dos, miro el libro con la estrella de Salomón, le parecía una eternidad desde la última vez que abrió aquel tomo.

Paso sus manos por la portada con cierta fascinación, lo abrió dejando a la vista la página vacía, paso sus dedos por esta y sacó su espada corta haciéndose un pequeños corte en el dedos y dejando que la sangre goteara sobre el papel, la gota se extendió lentamente y despues fue reemplazada por símbolos de un lenguaje que solo ella lograba comprender.

Repaso trazo a trazo de aquel mensaje y a medida que continuaba su lectura, su ceño se fruncía más hasta convertirse en una mueca de desagrado, se levanto, le dedico una última mirada a las llamas que subían y se adentro al edificio para prepararse.

- Aladdin- dijo arrodillándose al lado de su cama- voy a salvar a tu preciado amigo... Así que por favor, espera mi regreso... Te dare todo mi magoi si es necesario- se incorporó y se acomodo la ropa, preparándose para acabar con sus enemigos.

Nadie la vio por el resto del día.

...

La noche se había convertido en día, Alibaba había salido del refugio con la escusa de buscar a la peliplata que se había desvanecido de un momento a otro.

Camino con paso desidido hasta el palacio de su hermano, las personas se aglomeraban detrás de él, movidos por la curiosidad.

- ¡Soy Alibaba Saluja, tercer príncipe de Baldadd! ¡Exijo que abran la puerta!
- no hay modo de que dejemos entrar al líder de la tropa de la niebla.
- es el príncipe- dijo una apacible y fría voz.
- si déjenlo entrar- las voces de la multitud se esparcieron como las hondos creadas en el agua cuando cae algún objeto, solo fue necesario arrojar una pequeña piedra.

Los guardias retrocedieron al ver el gran alboroto que generaban los ciudadanos.

- solo entraras tu- cuestiono uno de los guardias, Alibaba abrió la boca pero alguien dijo que no, al girarse su mirada se encuentro con la máscara de demonio.
- yo entraré con el...
- ¿Tu?
- no habrá problema si entra una pequeña ave- dijo con voz tranquila.
- a... Adelante- dijo uno de ellos temblando sin razón, abrieron las puertas y los dos jóvenes se adentraron al palacio, como si prendieran un faro de esperanza el joven príncipe hizo emerger un tirbellino de llamas y el demonio le siguió aún que sus llamas eran azules.

- ¿Quien eres?- pregunto uno de los guardias a la propietarea de las llamas azules.
- un demonio- respondió mientras las puertas se cerraban.

...

- ¿Que haces aquí?- pregunto el rubio mientras ingresaban.
- tenia la necesidad de reflexionar sobre algo así que si un paseo- dijo con seriedad- cuando me disponía a volver, me encontré con que te dirigías aquí... Y como un falso dios de la guerra no te podía dejar solo. Ya respondi tu pregunta, ahora responde la mía ¿Por qué decidiste venir?
- si no lo hacía gente inocente morira
- supongo que es suficiente- dijo secamente.
- somos dos contra un ejército...
- e estado en situaciones peores- dijo con la mano en la empuñadura de su espada.

Cruzaron el umbral de la sala del trono, los invitados le miraron, el actual rey de Baldadd hizo un gesto de repulsión.

- otra vez tu- dijo molesto- matenlos...
- pero es el príncipe de Baldadd- dijo uno de los guardias.
- esa basura no es más que basura- dijo el obeso rey.
- si son órdenes del rey- dijo el banquero.

- parece que nos volvemos a encontrar...
- ¿Quien eres?
- no veo la necesidad de presentarme- lentamente sus facciones se distorsionaron dejando a la vista un desagradable ser con trompas de elefante.
- tu...
- ahora me recuerdas- dijo el moustro.
- Alibaba-san... No deseo intervenir en esta batalla... Los combates son de uno contra uno, y no deseo tomar esta cabeza.

El Ruhk carminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora