mar de yerba

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sus ojos parecían reflejar la ondulaciones del mar, y su cabello danzaba con la brisa como si fueran hojas de nieve, sus labios de cerezo estaban ligeramente abiertos como si de esa manera saboreara el contenido del aire.

- Momo-san

Le llamo el peliazul mirando junto a ella el mar, sintiendo la presencia del demonio aún que este no le prestará atención en lo absoluto.

- ¿Le gusta el mar?
- no lo sé...
- Momo-san...
- Aladdin-san... ¿Le gusta el mar?
- si... Es hermoso...
- ¿Le gusta por qué es hermoso? También es peligroso, hay animales abajo capaz de comerle, es frío y basto... Si alguna vez caes no volverás...
- por qué lo dice...
- aveces pienso que es como la muerte- dijo la chica apoyándose en la madera de manera aburrida.
- ¿Momo-san?- el joven niño le sonrió con cariño- eso es imposible... La muerte no es más que los seres volviendo al flujo de Ruhk
- y que es el flujo del ruhk si no la muerte

Aquellos pensamientos habían acudido a su mente desde que empezó a practicar magia y no solo esa idea si no que temía tocar su tantou. Se separó de la cubierta y empezó a andar por el lugar sin un rumbo fijo, bajo la vista del peliazul que le miraba desde su lugar.

- Aladdin-donno
- ¿Hakuryu-kun?
- me preguntaba... Sobre Momo-donno, ella nunca a ido a una mazmorra ¿Verdad?
- no lo creo
- entonces por qué tiene un contenedor metálico
- Momo-san dice que no es un contenedor metálico, de hecho no tiene un Djin dentro de él...
- pero esa marca... Además su ropa
- a mi me gusta su ropa- dijo el menor balanceándose sobre sus talones, ya que lo pensaba no sabía mucho de su compañera, aún desconocía tantas cosas pero no por ello desconfiaría.

Los dedos de la peliplata se aferraron a su espada larga, mirando el mar, había algo ahí que le resultaba amenazante algo parecido al instinto que le decía que diera el primer golpe; una buena ofensiva es la mejor defensa, corto el aire de manera rápida.

- huele a tierra- dijo Morgiana mientras la observaba.
- hemos llegado- concluyó la de cabellos de plata mientras iba a su lado para ver hacia donde se encontraba la isla.

El barco quedó cerca de la costa, al sentir la tierra contra sus pies puso la mano en su espada por seguridad no sabía si lo que sentía era miedo o alguna otra cosa, pero estaba segura de algo se sentía perturbada, de ser tocada por alguien lanzaría un ataque mortal.

Cerro los ojos oyendo el océano, voces, pasos e incluso su propio pulso, hasta que se tranquilizó pensó en su señor golpeando su rodilla miéntras reía diciéndole que no debía atacar solo por un instinto que era una diosa no una bestia.

- ¡Momo-san!- sus compañeros le llamaron y ella avanzon con los ojos cerrados no quería dejar de ver a su jovial señor de cabellos rojos y ojos de tigre.

Escucho la voz de los principes de Baldadd y el idioma de los nativos, sabía que era la primera vez que lo escuchaba pero le resultaba tan familiar e incluso conocía algunas palabras, escucho su negativa a llevarlos al calabozo.

- su señoría- dijo el demonio en el idioma extraño como si lo viera hablado toda la vida- mis amigos y yo no somos personas ordinarias... Por mi honor le juro que los liberará de un mal así... Aún que deba desmantelar la construcción piedra por piedra

El anciano le miro sorprendido al igual que sus compañeros, que abrieron los labios pero ella les hizo callar con una señal.

- su idioma es complicado y las cosas complejas son... ¿Hermosas?- dijo al recordar las palabras del peliazul- soy un demonio, una diablesa, un dios y un arma... Pero ante todo soy un soldado y si mi honor se mancilla se mancilla el de mi amo, por ende debo cumplir mi palabra
- morirás, niña
- no lo haré... No moriré aquí

El anciano afirmó tras aquella conversacion y dándoles por guías a tres de sus sobrinos se embarcaron al calabozo, todo el trayecto estuvo callada pese a las preguntas que le hacían sus compañeros.

- Momo... Eso fue asombroso
- Momo-san... ¿pudiste leer los escritos en la piedra?
- ...

Sus ojos estaban perdidos en su destino, había hecho un juramento, se levanto de su barca y se lanzó al mar bajo la mirada asustada de los nativos, quienes creían que la joven moriría al chocar con los arrecifes.

- ¡Momo-san!- escucho sus voces semiapagadas por los murmullos del mar contra sus oídos, la sensación del agua apresandola era abrumadora, cuando empezó a moverse sus piernas sé acalambraron un poco, sentía como si su cuerpo fuera mucho más pesado, como si el dios del mar tomara su cuerpo y quisiera llevarlo a los fríos avisamos.

Aquella sensación sin dudas era tan aterradora que le helada la sangre pero al mismo tiempo era tan familiar, cerro los ojos y se dejó llevar por el mar durante unos segundos antes de comenzar a nadar frenéticamente hasta la orilla, cuando alcanzó está comenzó a toser nunca había necesitado con tanta desesperación aferrarse a algo.

Se secó como pudo el cabello y miro a sus compañeros en su barca que le saludaban devolvió el saludo antes de dar media vuelta y perderse en el follaje espeso del bosque.

Se rodeó de plantas, de árboles de frondosos troncos.

- dime diablesa ¿a dónde vas?- canto con voz tranquila la canción que su amo cantaba cuando se embriagaba- dime diablesa ¿Por qué caminas?- las palabras en sus labios eran claras y frias- Ho... Demonio por qué no te detienes

Miro la hojarasca a sus pies, deteniéndose un momento.

- por qué mi señor espera que vaya a su lado- una sonrisa triste se formó en sus labios, su voz se había vuelto un susurro en sus labios- el me dará ropas, armas, me dará arte y halagos que sonrojaran mis mejillas... Yo le daré mi vida y mi muerte

Una lágrima cayó por su mejilla mientras intentaba decir su nombre, finalmente su cuerpo fue arrastrado por el calabozo y ella no opuso resistencia.

Al fin me volvió la inspiración y pude escribir este capítulo.
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