espadas o magia

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Se sentó en el suelo mirando como el joven peliazul luchaba contra aquella mujer, llevaba un kimono azul con negro que había hecho en un arrebato de aburrimiento.

- la magia es increíble...

La voz de Alibaba la distrajo haciendo que le mirara.

- ¿Le gustaria entrenar?
- si pero mi espada...
- creo que Alibaba-ko tiene talento
- encerio
- aún que seas torpe, que tu posición sea errónea y que seas inseguro...
- tiene razon- dijo bajando la mirada, mientras una risa nerviosa escapaba de sus labios- Momo-san... Usted es buena con las espadas como lo hace
- soy un demonio... Mi estilo de pelea no es para un principe...
- pero...
- no sigas... Dentro de poco tu estilo mejorará, lo prometo...
- me entrenaria...
- no deseo matarte

Alibaba tembló un poco ante sus palabras, no estaba bromeando sentía que algo en esa pequeña y frágil figura se escondia el más mortífero asesino.

- es increíble ese escudo...
- los magos tenemos un cuerpo debil, así que el magoi nos protege...
- Momo-san alguna vez...
- nunca- interrumpio al chico a su lado- mi cuerpo es fuerte por que soy un demonio...

Se levanto mientras se acercaba a la chica de cabellos azules.

- enséñame a mi tambien...
- ¿a un demonio?
- dicen que los demonios aprenden rápido cualquier clase de arte...

Sus ojos rojos brillaron por mostrar sus habilidades, por mejorar.

- está bien muestrame lo que tienes

Desenfundó de una manera rápida su espada apuntando al cielo azul un pequeño rayo rojo emergio del frio metal no era grande y sorprendente como la del Magi de cabellos azules, haciendo que la maga se retorcíera de risa.

- Momo-san- le llamo el peliazul tocando la manga de su kimono
- supongo que no puedo- sus brazos dolían un poco, sentía que su agarre no era lo suficientemente bueno, cómo podría ver a su honorable señor con una habilidad tan deplorable, se sentía frustrada, el fuego que había emergido de la espada empezaba a rodearla moviéndose alrededor como el ojo de un huracán alrededor de ella, el calor que emanaba era insufrible.
- ¡Momo-san!- llamo el príncipe de Baldadd mientras la empujaba lejos del centro haciéndo que el pequeño huracán se desvaneciera.

La espada cayó lejos de ella, el metal ardía y con el aire caliente el libro de Salomón había salido volando cayendo a los pies de la maga que miraba anonadada la escena.

- lo siento- dijo ella mientras ayudaba a Alibaba a ponerse de pie, tomando su espada.
- ha...- la peliazul se acercó a ella con el libro en mano- que es esto... Que fue todo eso...
- eso es mi guía- respondió con una mirada fiera, aún sentía las manos adolorida por el exceso de calor- devuelvalo por favor.

La hermosa joven miro a la niña, había algo dentro de ella que no llegaba a entender abrió el libro pero cada una de las hojas estaban blancas y por más que las pasaba estás no cambiaban pero era algo extraño parecía que el tomo se hiciera más y más grande a medida del tiempo, las hojas se desprendían y revoloteaban alrededor.

- detengase- llamo la peliplata mientras tomaba su muñeca con más fuerza de la necesaria enrojeciendo la piel con su brusco tacto.

El libro callo al suelo y las hojas blancas también como si en vez de papel estuviera hechas plomo, la peliplata tomo el libro y lo guardo en su kimono.

- ¿Que hay en ese libro?
- Unmei...

Sus miradas se encontraron, el demonio bajo la mirada a su mano había una enorme quemadura de color rojiso en su palma.

- no puedo aprender magia...

Sentía como algo le invitará a hacerlo, como si alguien dijera inténtalo como si su propio instinto le insitara.
Pero era el mismo instinto que la llevaba al centro de la batalla, que le hacia derramar sangre de personas inocentes, apretó el puño herido sentir el dolor le sacaba de sus cavilaciones.

- pese a ser tan brusca tienes talento
- se lo agradezco
- Momo-san... ¿Que es Unmei?- pregunto el peliazul mientras tomaba su mano haciendo que la abriera para que  no se lastimara.
- en mi idioma natal... Se traduce como ¿Destino?- respondió de manera monótona mirando la mano del menor.
- es un poco extraño...

Dijo el de cabellos azules mirando la espada.

- siento que ese idioma lo he escuchado antes...
- es de un país muy lejano...
- uno rodeado por mar como este...

Le sorprendio de sobremanera sus palabras, sentía como si sus recuerdos se filtraran a la mente del peliazul.

- Aladdin

El niño le sonrió

- lo leí en un libro que me enseñó Ugo-kun, aún que no recuerdo el nombre del país... Momo-san... Realmente creo que usted sabía usar magia antes

¿Magia? Como ella podría olvidar algo como eso, pero talvez estaba confundiendo instinto con una sensación de familiarización, tomo su espada corta con la mano intacta y señaló al cielo, el metal ligero hizo emerger un haz de luz azulado que parecía fuego pero se sentía tan frío y la luz que emanaba era triste y pobre.

- sigue siendo muy pequeña
- es una hitodama...
- ¿He?- el peliazul y el rubio le miraban
- en mi país estas son almas de los difuntos... Usualmente vagan por los cementerios y hacen que las personas se pierdan y mueran...

Un escalofrío recorrió las espalda de los presente como algo húmedo y escurridizo les tocará el cuerpo, los tres voltearon pero no había nada.

- ¿Hitodama?
- si...
- y que puedes hacer con ella...

El demonio no entendía la pregunta, las Hitodamas no hacían otra cosa según tendía entendido.

- está bien... Que te parece si te atacó... Deberías ser capaz de crear una barrera- dijo Yamuraiha mirando a la joven que se autollamaba demonio, las esferas de agua atacaron sin dar aviso, mi tiempo a los presentes de huir, la esfera de luz solo rodeaba a la chica traspasando las esferas- vaya... Así que no es sólida

Sonrió pero al hacerlo una de sus propias esferas se estrello contra su escudo con gran fuerza quebrándose en miles de pedazos afilados que se elevaban como agujas golpeándo insaciante como si fuera una lluvia.
- Yamuraiha-san... Recorde que otra cualidad tenían las Hitodamas- las sandalias de madera apenas resonaban a cada paso mientras se acercaba a la mencionaba, las esferas de agua le rodeaban y sobre su cabeza esa única llama azul, una a una las esferas rompieron contra el escudo, una tras otra las agujas parecían no darle tregua, haciéndola retroceder, mirando a la joven de cabellos blancos mientras está se colocaba la máscara sobre la cara- una habilidad muy útil realmente... Y la razón por las que son tan mortales...

La espalda silbo al cortar el aire frente a la cara de la peliazul haciendola caer de senton en el suelo al retroceder, el adorno de su frente había caído al suelo cortado en dos frente a sus ojos.

- de...- trago grueso al ver como la chica frente a ella se disponía a dar el golpe final con su espada larga.
- Momo-san detente

El sonido de los metales chocando vibró en el aire, la espada que le había dado Sinbad al de cabellos rubios detuvo el letal golpe frente a él.

- ¡Momo-san!- el peliazul se abrazo a ella sintiendo el frío contras su cuerpo, ella estaba helada.

La espada del rubio salió volando en el aire mientras ambos gritaban, escucharon el sonido del rayo al caer y el cuerpo del demonio se rindió en los brazos del príncipe, la esfera azul desaparecio ante sus ojos.

- Momo-san...
- Sinbad... Que fue todo eso
- ella lo dijo es un demonio- dijo sonriendo para que la peliceleste se calmara un poco- pero nunca creí que fuera tan literal...
- es una bestia
- Momo-san no lo hizo- dijo el magi mirando a la peliplata- no era Momo-san...
- deben ser los estragos de la última pelea con Judal y su Djinn- dijo el rey de los siete mares mientras se rascaba la cabeza- aún le duele supongo...

Cuando retiraron la máscara lo que encontraron era una expresión de lo más extraña, no sabían si estaba triste o si no cabía de felicidad.

El Ruhk carminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora