Prologo

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Miró atentamente las manecillas del reloj y suspiró

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Miró atentamente las manecillas del reloj y suspiró. Justin debería haber estado allí con los niños hace exactamente media hora, pero como era de esperarse aún no llegaba.

Miró la cámara de la entrada y no se veía ninguna señal, hasta que los portones de la mansión se abrieron y un hermoso Audi negro entró.

Soltó un suspiro de alivio y caminó rápidamente hacia la entrada de la casa, Justin había estacionado el auto justo frente a las grandes puertas de la mansión.

Alice abrió las dos puertas y bajó los cinco escalones de la entrada. Los pequeños bajaron del auto y no dudaron en correr hacia ella.

—¡Mamá! —Alex se le trepó y Madison se le abrazó de las piernas.

Justin sonrió bajando del auto con los bolsos de los niños en sus manos.

—¿Qué tal el fin de semana pequeños? —Alice rió levemente— Yo igual los extrañé.

—Genial, mami. Papá nos llevó al centro comercial y nos compró...

—Cállate, Alex —Madison lo miró mal y se cruzó de brazos.

—¿Les compro qué? —Alice elevó una ceja, teniendo la leve sospecha de que era.

Justin se mordió los labios y dejó los bolsos a un lado.

–Les compré un teléfono a cada uno, Alice —suspiró—. Lo siento, pero creo que ellos lo necesitan.

Alice dejó a Alex en el suelo y se cruzó de brazos mirando fijamente hacia Justin, quien solo estaba tranquilo esperando el sermón de su ex-esposa. Resulta que varias veces habían tenido la conversación sobre teléfonos para los pequeños, pero Alice se negaba rotundamente a que sus niños tuvieran un teléfono.

—Niños despídanse de su papá y vayan a sus habitaciones.

Los niños, con la cabeza abajo se despidieron de Justin y posteriormente corrieron dentro de la casa.

Justin suspiró cuando estuvieron solos y se pasó las manos por la cara con frustración. Realmente no quería tener una discusión con Alice en ese momento.

—¿Qué hablamos sobre los teléfonos, Justin? —le miró fijamente, pensando en lo lindos que lucían los ojos de Justin esa noche, pero a la vez ligeramente molesta con él.

—Lo siento, honey —soltó.

Justin se mordió los labios al llamarla de esa forma, solían llamarse de esa manera cuando eran pareja, pero desde que se divorciaron no lo hicieron más; claramente hasta hoy, que a Justin se le había escapado de los labios sin intención alguna.

Alice miró hacia el piso por un momento, antes de levantar la vista.

—Son muy pequeños para tener teléfono. ¡Madison tiene seis y Alex cuatro años! —ignoró por completo las disculpas de Justin.

—Bueno, sí, son pequeños, pero yo creo que necesitan un teléfono. Es tu palabra contra la mía —se cruzó de brazos igualmente.

Y ahí estaban discutiendo nuevamente, como lo solían hacer desde siempre.

—Justin, en mi casa no usarán un teléfono. Quizás en tu penthouse sí, pero aquí no.

—Esta también es mi casa —elevó las cejas—. La compramos entre los dos, ¿recuerdas?

Alice suspiró tomándose de la coronilla, realmente tampoco tenía ganas de discutir, pero que más daba, ya lo estaban haciendo.

—Pero yo vivo aquí ahora, estamos divorciados.

—Sé que estamos divorciados, no debes recordármelo —dió tres pasos hacia ella con fastidio.

—Debo recordártelo porque al parecer tu no lo recuerdas —también se acercó a él.

Justin se quedó en silencio mirándola fijamente, los ojos verdes de Alice estaban firmes en él, con decisión, pero Justin la conocía perfectamente que sabía que se encontraba nerviosa por la cercanía de ambos, ¿y para qué iba a mentir? Él también se encontraba algo descompuesto por la situación.

—Les compré el teléfono para comunicarme con ellos en la semana y no tener que llamarte a ti cuando llegues de trabajo y ellos ya estén durmiendo.

Alice cerró los ojos, no quería tener que caer en cuenta del propósito de Justin y sentirse mal, pero ya era tarde, entendía el hecho del porqué Justin les compró teléfonos a los pequeños. Suponía que él debía extrañarlos mucho durante la semana.

Justin sonrió ligeramente al ver que ella seguía con los ojos cerrados y estaba respirando con calma, eso le daba a entender una cosa; ella lo estaba considerando.

—Vamos, Alice —la llamó—. Sé que mi propósito te ha dado a considerarlo. Son mis niños, no sabes lo difícil que es tenerlos lejos.

—Está bien, Justin —finalmente abrió sus ojos verdes—. Dejaré pasar lo de los teléfonos, pero si veo que influye en las calificaciones de los pequeños y en su comportamiento, tendré que...

Justin le besó la mejilla sin dejarla terminar y luego se alejó sonriendo.

—Eres una madre considerada, honey —esta vez la llamó de esa forma apropósito.

La cara de Alice se transformó y Justin solo se limitó a reír en silencio mientras se subía a su vehículo.

Él la había convencido como lo solía hacer siempre, poniéndola nerviosa y ansiosa, y quizás haciéndose la víctima.

Definitivamente ambos seguían temiéndose emociones compartidas.




Honey
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