Saliendo de su clase de Literatura Inglesa, April se distrae con uno de sus compañeros que le pregunta qué libro de Charles Dickens tenían que leer, lo que provoca que choque de frente contra la espalda de alguien. Se disculpa y sin ver quién es, se acuclilla para recoger los objetos y libros desperdigados por el suelo.
—Que mala pata —susurra frotando su frente por el fuerte golpe. Nota que la agarradera de la mochila, se había soltado del remiendo que hizo la última vez que sucedió lo mismo.
Entorna los ojos por esto, y también fastidiada por las risitas de quienes pasaban y les parecía gracioso verla arrodillada en el suelo.
—No le veo el chiste.
—Toma —una mano bronceada de dedos fuertes, le extiende un bolígrafo—. Espero que no se te haga un morado, lo digo por el choque.
—¡Gra... Oh!
Alza la mirada y se encuentra de cerca con los perspicaces ojos marrones de Nathan Finley, el conocido capitán del equipo de remo y sueño adolescente de muchas. Los labios de él se expanden en una sonrisa amable, y por qué no decirlo, atractiva. No había individuo del sexo femenino, y también uno que otro del masculino, que no babeara por él.
Nerviosa, baja la mirada de inmediato.
—Parece que necesitas una nueva —dijo él, al ver como ella trataba de hacer un nudo con el extremo de la agarradera y el pedazo que había quedado en la parte posterior.
—Papá me ha dicho que la cambie por una que me compró, pero no puedo deshacerme de ella —Le ardían los ojos de solo pensar en no usarla, más por el valor sentimental que tenía, que por cualquier otra cosa.
—Eso tiene solución... ¡Scott! —Grita a un chico que llevaba una camiseta roja igual a la suya—, dile al instructor que llegaré un poco tarde.
—Capitán, no creo...
—Nos vemos —le da la mano a April para ayudarla a levantarse—. Vamos.
—¿A dónde? —dijo ella, tratando de seguirle el paso cuando comenzaron a caminar por el corredor.
—A arreglar tu preciado tesoro.
—¿Preciado tesoro?
—Lo digo por cómo la sostienes, se nota lo mucho que significa para ti.
—Es... mi madre me la compró dos semanas antes de ingresar al hospital, por el cáncer —Lo dijo porque era algo que ella nunca ocultaba, no tenía por qué. Nathan se detuvo para volverse hacia ella.
—Lo siento, no fue mi intención pasarme de entrometido.
—Ya no me causa tanta tristeza como antes —toca los hilos sueltos de la agarradera—. Es mi favorita, y mientras pueda la seguiré usando.
—Y será así —aseveró reanudando su andar, pero más lento para que ella pudiera ir junto a él.
—Tu...
—Llámame Nathan, sólo soy dos años mayor que tú.
—Sí.
Repuso, al mismo tiempo que vio la mirada de reprobación de una chica con coleta y falda de tableta, y a la que solo le faltaban los pompones y gritar: "Eres nuestro ídolo, Nathan" para lucir como una animadora. La chica lo miraba como si él fuese un jugoso chuletón, y a ella como una mosca que deseaba aplastar.
—Deberías ir a tu práctica, el instructor te debe estar esperando —dijo—, y tu club de fans querrá hacerme polvo.
—¿Cómo?
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En las profundidades del océano
Romance« Ni siquiera sé lo que hago, estoy aquí en el piso de concreto, sentada muy cerca del hombre que causo algunas de mis peores pesadillas » April Muller no tenía como meta la venganza, pero al menos quería que si algún día la vida le daba la oportun...