Varada

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Terminaba de cepillar su cabello castaño rojizo, con la idea de salir de casa y con tiempo de sobra. Como cada año, desde hace doce, iría a poner flores a la cripta de su madre en el día que ésta cumpliría años. Como también era su costumbre, la noche anterior, repasó el libro de cocina que su padre le dio en sustitución del que perdió. Era igual y escrito por Diana en su mayor parte, pero faltaban las manchas y la tinta corrida al final de las páginas, que si tenía el otro, y que hablaban del uso que madre e hija le habían dado.

—Es por eso que no puedo perdonarlo, mamá —dijo tocando el colgante de alas de ángel en su cuello—. Aunque las circunstancias de su vida sean tan tristes.

En su mente se libraba una batalla campal entre el lado que sentía una profunda compasión por el joven Liam, y el otro que insistía en verlo como un criminal que en cualquier momento le mostraría las garras. Llegó a la conclusión de que se sentía afectada por lo que descubrió, por ese instinto que la mayoría de las mujeres tiene, nada más.

De camino a la cocina para servirse un cuenco de cereal, vio a su padre que desayunaba con Jaclyn y parecía listo para salir de casa aun cuando ella sabía que ese día no tenía que ir a la clínica.

—¿A qué hora quieres que nos vayamos? —preguntó él.

—Creía que...

—Este año no será diferente —repuso Thomas pasando los dedos por la mano de su esposa.

—Tu padre y yo hablamos de eso —dijo Jaclyn—, claro que deben ir juntos, por tu madre.

No se recuperaba de lo que descubrió de Liam y ahora su madre tenía este gesto que tocaba todavía más sus fibras más sensibles.

En media hora dejaron la casa.

—Tal vez el mecánico hizo otra cosa en vez de cambiar los cables de electricidad —comentó Thomas escuchando un traqueteo cuando April piso el freno del auto—. Quizás el disco está mal puesto

—Siempre sucede cuando aumento la velocidad —desaceleró un poco.

—Llévalo a mi mecánico, no me fío de los de la compañía de seguros.

—Sí, o tal vez Liam pueda sugerir... —apretó los labios por traer su nombre a colación—. Lo llevaré al tuyo, papá.

—Me alegra que se lleven bien.

—Sí, pero no puedo verlo como hermano, aunque me agrada.

En realidad no sabía si lo había dicho para disfrazar lo que sentía, o si de verdad le agradaba, y lo ultimo entraba en la lista de cosas irracionales que no tendría que haber considerado jamás.

—No importa, tal vez eso cambie con el tiempo —dijo Thomas—. Es un hombre que merece ser feliz, ha pasado por cosas muy duras.

—¿Sabes qué pasó con su familia?

—Jaclyn me dijo casi todo. Te habrás dado cuenta que Liam no es muy sociable, y hay momentos en los que se retrae, como ayer.

Una pareja entró al restaurante al que fueron a almorzar con sus padres. Con ellos venia un niño de más o menos la edad que Liam tenía en la primera fotografía que ella vio en la red. El chico sonreía colocando la servilleta en sus piernas mientras su padre pasaba la mano por su cabeza, alentando su conducta. Liam dejó de sonreír y apartó la mirada encontrándose con la de ella, que le sonrió, no porque estuviera fingiendo, sino para darle apoyo moral.

—Y he notado que tú estás más relajada en el trabajo —le dijo su padre.

—Sigo siendo la misma en casa y en el trabajo.

En las profundidades del océanoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora