Gusano

26 2 0
                                    



Octubre 2006

—Un mes.

April Muller echa un vistazo al calendario que colgaba de la puerta del refrigerador, por unos imanes de carita feliz en forma de manzana. Sacude la cabeza y devuelve su atención, al chisporroteo del omelette en la cacerola.

—Ya te has levantado, papá —musita al escuchar el peculiar sonido del golpeteo que hacen sus pantuflas contra el piso. Por el rabillo del ojo, lo ve entrar a la cocina aún en su pijama de rayas.

—Es imposible no despertar con el delicioso aroma de la cebolla y el tomate —comenta parándose frente a la cafetera—. ¿Le pusiste setas?

—Y también algunas especias —apaga la hornilla y alcanza un plato del escurridor—. Le da otro sabor.

—Eres igual a tu madre.

—Solo aplico lo que ella me enseñó.

Señala con la espátula, al libro abierto sobre una montura metálica. La lista de los ingredientes y sus respectivas cantidades, están escritas a mano y con letra legible.

—Eso es bueno.

Thomas coloca un filtro en la cafetera y la pone a funcionar; aspira el olor que despide y que poco a poco fue despertando sus sentidos. Se vuelve hacia su hija que le lanza una mirada de duda.

—Descafeinado —advierte mostrando la etiqueta al girar el frasco.

—Dijiste que limitarías la ingesta de cafeína.

—Si, pero lo hago poco a poco.

Ella menea la cabeza segura de que era poco probable que se deshiciera de su brebaje matutino. Va al comedor con lo que preparó, y tan pronto tiene todo listo, lo llama para que se acerque.

—Gracias, ¿qué haría yo sin ti? —dice Thomas.

—Estar a dieta —su hija responde con una risita, sirviendo el jugo en los vasos—. ¿Tuviste muchos pacientes? Me quede dormida y no te oí llegar.

—Estuve de ronda hasta las nueve y media, luego fui con Roger para hablar de los nuevos médicos —lleva la taza a los labios—. Trataré de llegar más temprano.

—¿Cuando vas a tomar vacaciones? —pregunta ella, pinchando un trozo de omelette que embadurna de cátsup.

—Cuando te hagas cargo de la clínica.

El comentario le decía a April que una vez más, su padre iba a tocar el tema de su ingreso a la escuela de medicina en cuanto se graduara del colegio.

—Sé que te falta año y medio para terminar, pero no crees que es tiempo de pensar en ello. El decano de la escuela de medicina de la UCSD (Universidad de California en San Diego) era unos de mis compañeros de clase, yo puedo...

—Ahora no papá. No estoy diciendo no a estudiar medicina pero al menos quiero que el resto del año sea tranquilo, sin pensar antes de tiempo en las pruebas de admisión o en la graduación, o cualquier otra cosa relacionada con esto.

Para ella era mejor no hablar del tema y empezar una discusión que arruinara el desayuno, la única comida que era obligatoria que compartieran juntos; esa era una regla establecida por su madre desde que ella podía recordar. Se le hizo un nudo en la garganta al contemplar el retrato de Diana Muller en una de las paredes, con el cabello castaño rojizo enmarcando su rostro sereno.

—Mi abuela... —carraspeó—, ¿vendrá para Acción de Gracias?

—No —respondió Thomas—. Este año seremos solo tú y yo.

En las profundidades del océanoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora