Excusas

2 0 0
                                    

—Café con leche desnatada —dijo April pasándole el vaso desechable a Shane—. Me agrada que hayas venido, estos días he estado tan ocupada que apenas llego a casa me voy a dormir.

Se encontraban en uno de los bancos de madera del área verde de la clínica, bajo la sombra de unos profusos árboles cuyas ramas se movían por una tenue brisa.

—Me sorprendió saber que Nathan se encuentra en Múnich.

—Se fue hace una semana.

—¿Y lo extrañas?

—Mucho —respondió cruzando una pierna sobre la otra—. La verdad es que echo de menos salir y hablar con él, pero desde que mi padre regresó, todo se fue enfriando.

—Por eso es que vine —Shane dejó a un lado el vaso con un poco menos de la mitad del café—. ¿Cómo va ese asunto?

—Se mudó hace tres días.

—Bien —paso el brazo por el respaldo del banco—. Ya no tendrás que verlo.

—No es asi, estoy pensando en cómo acercarme a él, sin parecer una acosadora.

—¿Qué dices? —Inquirió su amigo en un tono tirante—. Déjalo vivir sin esos recuerdos. No es suficiente el daño que te hizo, ahora quieres soportar su presencia.

—Necesito que recuerde lo que me hizo —repuso, resuelta a conseguirlo.

—Has pensado que pasara cuando su madre y tu padre lo sepan.

No dijo nada, sabia de sobra cuales serian las consecuencias si los recuerdos de lo sucedido regresaban.

—Lo sé y lo único que se me ocurre es pedirle que no diga nada y que vuelva a Europa donde ha vivido todo este tiempo.

—Es inútil —dijo Shane, dándose por vencido de insistir—. Eres terca, sigues siendo la misma April que lo enfrentó.

—Me disgustan las injusticias.

—Sí, pero mira las consecuencias, este incidente sigue siendo una carga en tu vida.

—Porque no tuve que leer una novela o ver una película para vivir la experiencia más aterradora de mi vida, y el hombre que lo hizo esta cerca de mi padre.

—Y no has pensado que esta obsesión por escudriñar en su pasado, te lleve a algo más.

—¿Cómo qué?

—Dices que Liam es diferente, que percibes su tristeza cuando menciona a su familia, en especial a su abuelo.

—Por eso quiero hablar más con él.

—¿Para perdonarlo?

—Para saber porque nos lastimo a ti y a mí.

—Por mí no lo hagas —contrariado, Shane se puso de pie—. Yo lo perdone hace mucho, además creo que ya ha recibido su castigo.

—Espera —de pronto, ella tuvo una idea—. Y si vas a verlo, y al hablarle de lo que te hizo y asi recuerda lo que sucedió conmigo.

Shane sacude la cabeza.

—No voy a hacerlo, y no es porque no quiera echárselo en cara, sino porque sé que haces mal en arriesgar todo por escucharlo decir unas palabras que no cambiaran lo que sucedió.

—¿Y si localizo a Joel o Darla?

—¿No hablaras en serio? —Caminó hasta donde la copa del árbol ya no lo cubría del sol—. Llegarás al extremo de hablar con la chica que te lanzó contra un espejo, cuando me dijiste que te enojaba que yo amara a alguien tan desagradable.

En las profundidades del océanoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora