Dos caras de una moneda

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-No me siento bien papá -murmura echa un ovillo en la cama, y cubierta hasta la cabeza con un viejo edredón-. Creo que tengo fiebre.

Thomas le descubre la cabeza para palparle la frente.

-Tu temperatura es igual a la mía.

-Puede ser que sea interna... cof -tosió para hacer más creíble el malestar-. No quiero ir a la escuela, tengo mareo y muchas náuseas.

-Hum... Esto parece más un intento de saltarte las clases y no puedes, recuerda que hoy tienes una prueba.

-Papá... -dijo restregando su nariz con el dorso de la mano-, de verdad no me siento bien.

La mira con dudas, examinando la piel alrededor de sus ojos.

-Lo que es bastante obvio son las ojeras que tienes. Anoche no comiste casi nada, ¿hay algo que te molesta?

El rostro de su padre siempre irradiaba una paz que calmaba su tristeza. Ella lo conocía bien, y dadas las circunstancias difíciles que ambos habían tenido que vivir, después de la muerte de su madre, sabía que no se quedaría de brazos cruzados si descubría lo que sucedió en los vestidores del colegio.

No fue hasta que Shane llegó a buscarla para ir a casa, que pudo salir, temía que Darla o Liam estuviesen esperándola. El fuerte dolor de cabeza producto del jalón de pelo, le causó mareos, Krystal insistió en denunciar la agresión de Darla, como pudo constatar por el cardenal en la muñeca de April, pero ella se negó.

-Hablaré con el director O'Mally si es necesario -dijo Thomas.

-No -dijo su hija sacudiendo la cabeza, con el temor de lo sucedido todavía latente.

-April, si algo pasa debes decirme, mamá me encargo mucho que cuidara de ti.

-Estoy bien, es sólo que estoy un poco cansada -sacudió la colcha de su cuerpo-. Como mamá y tú me enseñaron, debo ser responsable

Fue al armario por una camisa y un pantalón vaquero, y se encerró en el baño. Abrió el grifo del lavado para que su padre no la escuchara llorar.

-Me gusta el mar -susurra trazando con los dedos, las olas estampadas en la cortina de plástico-. El mes antes que mamá nos dejara, fuimos a la playa.

Sorbió su nariz con un trozo de papel higiénico que lanzó con furia hacia el cesto de basura. Escuchaba las burlas de Liam y los insultos de Darla, como si tuviese a ambos detrás de su espalda.

-Nunca he odiado nada, ni siquiera al maldito cáncer -restregó sus ojos llorosos-, pero esos dos...

Aliso su cabello mirándose al espejo, la piel cetrina hacia ver sus ojos azules tan opacos, que parecían grises.

-Si pudiera... sin tan solo pudiera hacer algo.

* * *

-Ya te lo había advertido, que si te metías en problemas una vez más, te enviaría a la milicia -dijo Gregory juntando el índice y el pulgar-. Y estoy así de hacerlo.

-¡Hazlo! -Lo retó Liam-. Ese llorón de Nathan fue con el chisme a su padre.

-No fue él. Aunque ahora eres un delincuente, tal vez ese chico todavía siente un poco de consideración por su amigo de la infancia.

-Que un buen amigo, que tan pronto dejaste a mi madre, su familia y él nos dieron la espalda.

-Ese no es tema en discusión, asume las consecuencias de tus acciones irresponsables. Te fuiste a los golpes con él y no sólo eso, la banda de vagabundos con los que te juntas para golpear y amenazar a otros, tiene líos con la policía, ¿piensas que esto es para sentirse orgulloso?

En las profundidades del océanoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora