Sola conmigo

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La boca de él se movía en la de ella sin indulgencia, y ella le correspondía de la misma manera, delineando sus dientes y el paladar con la lengua.

—Estoy a punto de... —gimió cuando Nathan presionó uno de sus senos contra su palma.

—Dime si te gusta —ronroneó él deslizando la lengua de su boca al cuello—. Si quieres que vaya más allá.

April asintió separando las piernas tanto como la falda ceñida se lo permitió. Nathan no lo dilató más y fue recogiendo la prenda, con ansias de alcanzar el punto de unión entre sus muslos. Ella dio un respingo, no por su tacto, sino por el repentino sonido de un móvil que la aparto de la agradable caricia.

—Con... testa.

—No —dijo él, abriéndole más la blusa.

—No puedo... seguir —levanta las manos para bloquear su avance.

—¿Sabes lo que me estás haciendo? —inquiere echando un vistazo al visible bulto a la altura de su entrepierna.

—Pues con ese ruido no puedo —se escurre de sus brazos y deja el sofá. Aferra la blusa con los dedos para que no se abriera más.

—Mierda —gruñe él, alcanzando el móvil—. Diga... creo que fui muy claro con... ¡Habla más despacio!

April lo ve moverse por la habitación, con el teléfono pegado a la oreja y una expresión de ofuscación en el rostro.

—Que contrariedad, si Mark estuviera en San Diego le pediría que se hiciera cargo. Dile al especialista que estaré allí tan pronto como sea posible, y a su familia que no se preocupe, complicaciones se presentan pero tenemos tiempo para arreglarlo —fue por el teléfono del habitación, y se lo pasó a ella cubriendo el móvil—. Llama a Stacey y dile que consiga un vuelo privado para nosotros, no creo que podamos viajar en una línea comercial.

—¿Que sucede?

—Ya te explico —fue por el maletín del que sacó un sobre amarillo y volvió a dirigir su atención a quién lo llamaba—, sí, por suerte lo traje conmigo asi que lo revisaré en el vuelo; te llamaré alrededor de media hora antes de llegar al hospital, gracias por llamar.

April también había terminado la llamada con su secretaria.

—Stacey nos llamara tan pronto como tenga todo listo —le ayudo a abotonar la camisa—. ¿Sucedió algo con alguno de tus pacientes?

—Recuerdas al chico que te mencione, el que se sometió a una cirugía de emergencia por un accidente de remo.

—Sí, y estabas muy interesado en su recuperación.

—Pertenece a la selección nacional —apuntó pasando los dedos por su cabeza—. Surgió una complicación con el drenaje de su pierna, lo trasladaron a cuidados especiales. Debo ir a San Diego para manejar el caso.

—Lo siento —dijo abotonando el último botón.

—Esta vez fui yo el que arruinó las cosas.

—Esto es más importante —se apartó un poco—. Recogeré mis...

Nathan la hizo girar para besarla una vez más.

—Como quisiera...

—No iré a ninguna parte, y podemos hacer un nuevo viaje.

—O puedes venir a mi apartamento, beber vino y hacer el amor como queremos.

Ella abrió la boca para decirle que sí, pero el sonido del teléfono la hizo ir por este.

En las profundidades del océanoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora