Cuentos que no son de hadas

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—Esta es una de las muchas razones por las que me molesta vivir con mi padre. Chasquea los dedos y un ejército de gente servil, se mueve de un lugar a otro para complacer sus caprichos.

Ajusta los audífonos en los oídos y sube el volumen del reproductor de música. Con el Paranoid Android hurgando en su cabeza, hace el bosquejo de un par de ojos que lo miran persistentes desde el cuaderno de dibujo. Presiona el grafito contra la hoja con la intención de oscurecer más las pupilas, en eso ve un par de piernas reflejadas en el brillante suelo de mármol.

—Uno de tus esclavos fue con el chisme —masculla con desdén, levantando la cabeza.

—Ese hombre te conoce desde que usabas pañales, y no fue él quien me dijo, yo siempre se donde te ocultas para evitarme —su padre menea la cabeza con desaprobación—. ¿Quieres dejar de perder el tiempo y prestar atención, Liam?

—Hmm...

—Tú debes...

—¿Debo qué? —enrolla el cuaderno y lo guarda dentro de su desgastada cazadora de cuero.

—¿Seguirás evadiendo tu responsabilidad? Tu graduación es el próximo año, quiero que estudies negocios y para eso necesitas hacer los exámenes de ingreso.

—¿En qué momento dije que me haría cargo de los hoteles, señor Thorne? —cuestiona arqueando una ceja.

—Tus calificaciones dan para que al menos puedas entrar a una buena universidad, pero no son suficientes para compensar tu mala conducta que te impide ingresar a Yale. El señor O'Mally me envió el informe de tu comportamiento: peleas cerca de la escuela, amenazas contra los estudiantes, te comportas como un rebelde, mi esposa...

—No me hables de esa señora como si fuera alguien importante para mí, porque no lo es.

Se levanta del suelo de la biblioteca donde había ido a meterse después de venir del colegio, para no tener que hablar con nadie.

—No cuestiones lo que hago, si mi madre se fue es por tu culpa, así que no esperes nada de mí.

—Hasta que la ley lo diga, sigo teniendo derechos sobre ti, ¿cuándo dejarás de juntarte con la chica del piercing?

Gregory se refería a su novia, Darla Lewis, con quien Liam llevaba saliendo casi dos años y a la que él no veía con buenos ojos. Con un historial de conducta parecido al de su hijo y unas cuantas sanciones, no era lo que aspiraba para su primogénito.

—A la chica del piercing, le gusta un criminal sin futuro —dijo Liam punzante.

—Deberías mantenerte alejado de esos perdedores, tu madre no tenía control sobre ti.

—Mira quien lo dice, el hombre que durmió con aquella puta en la misma cama donde dormía con su esposa —soltó con una voz cargada de resentimiento—. Eres responsable de su enfermedad y de la muerte de mi abuelo, tu propio padre.

Con la mirada exaltada, Gregory levanta la mano como si fuera a golpearlo pero Liam no se inmuta, lo miraba como si lo retara a hacerlo.

—Se que te has llevado las botellitas que se ponen en las habitaciones del hotel —dijo su padre bajando el brazo, tratando de apaciguar el enojo—. Me preocupa que tengas problemas de...

—¿Que sea alcohólico? Siempre cacareas que soy el heredero, tal vez hago valer ese derecho tomando lo que me pertenece —saca del bolsillo trasero del pantalón, una cajetilla estrujada de cigarros Camel.

—¿Vas a fumar delante de mí?

—Quieres que siga aquí, pues aguántate —Ladea la cabeza y hace una mueca—. De mis amigos no puedes objetar nada.

En las profundidades del océanoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora