En terreno peligroso

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Se asoma por la ventana al mismo tiempo que ve por el rabillo del ojo, los libros colocados uno sobre el otro, entre los dos asientos.

—Estoy aburrida y no veo mal el entretenerme —con cuidado, deslizó la mano por encima de los libros—. 50 formas de salvar el océano por David Helvarg —la portada era la fotografía de una foca que miraba directo a la cámara de quien captó la imagen. La acompañaba un pequeño pescado y un cangrejo animado.

Había también un libro sobre arrecifes y otro sobre plantas, y debajo una especie de diario forrado en cuero. Volvió a mirar por la ventana, Liam estaba parado cerca del mostrador del restaurante, con los brazos cruzados.

Quita los libros y coge el diario; desliza el dedo para sacar la hebilla que lo mantiene cerrado.

—Las ventajas de ser médico, es que distingo la caligrafía que se ve como garabatos —dijo pasando las páginas—. Notas de submarinismo en Nassau y dibujos —vio los trazos bien definidos de un conjunto de algas y otro de un pez de grandes aletas—, no es mal dibujante.

Continuó pasando las páginas hasta detenerse en una fotografía colocada en la página con la fecha escrita a mano del 14 de febrero.

—¿Quién será?

La mujer de la foto tenia facciones mediterráneas pero con cierto aire nórdico en los grandes ojos verdes y los labios finos. El cabello marrón le caía en luminosas y delicadas capas.

Escucha una bocina y vuelve a mirar por la ventana, Liam había salido del restaurante.

—¡Mierda! —Le temblaban los dedos cerrando el diario. Traga saliva al verlo aproximarse y ella apenas lo colocaba entre los asientos.

Justo cuando éste abrió la puerta, el teléfono de él suena y ella lo ve poner la bolsa en el asiento, permaneciendo fuera de la camioneta.

—¡Hola! —dijo él respondiendo la llamada.

April volvió a respirar, colocando el libro de la foca encima del resto.

—Te lo mandaré mañana —aseveró Liam—. Rick me informó que será en el Báltico, pero no sabe todavía en qué fecha.

Lo vio entrar e insertar la llave en el encendido, sosteniendo el teléfono contra su oído.

—Leeré el informe, y no te preocupes por los gastos de envío, si el periodista quiere ir con nosotros tiene que saber que esta vez vamos a ir a una zona de más turbulencia—se vuelve hacia ella y le sonríe—. Ahora estoy ocupado y con mucha hambre, voy de camino hacia donde vivo, pero tan pronto pueda te enviaré lo que me pediste —no dejaba de asentir con la cabeza—. Está bien, saludos a los demás.

—También estás ocupado como yo —dijo ella cuando lo ve poner el teléfono en la guantera.

—Estaré ocho meses fuera de mi trabajo, y los tengo detrás de mí coordinando lo del viaje —le dio vuelta al timón para salir del aparcamiento—. Por suerte no vivo lejos.

—Quizás pienses que pregunto demasiado, pero tengo interés en saber cómo es ser un biólogo marino; siempre he sentido fascinación por el mar.

—Tu padre me dijo.

«Mi padre le conto todo sobre mí» refunfuña para sus adentros, apretando la mano contra su bolso en un acto reflejo.

—¿Qué más te dijo?

—Que habrías sido una excelente periodista, siempre cuestionando las cosas —pone la direccional para doblar en el siguiente cruce de calles—. Ser biólogo marino es lo mejor que me ha pasado en la vida, me fascina el mar desde niño, fue mi abuelo quien me enseñó a amarlo. Dos veces al mes, íbamos a pescar en su bote.

En las profundidades del océanoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora