Horizontes

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2008

—Aún siento el olor a hierro y humedad, también puedo escuchar sus risas molestas. Lo revivo una y otra vez, pero ahora no hace tanto daño como al principio, con las pesadillas y el miedo que me retenía en mi habitación.

—Y ese chico, ¿has oído algo acerca de él?

April menea la cabeza, contrariada ante la pregunta de la doctora Eve Yang. Mira la lapicera de flores sicodélicas con forma de cono, estilo sesentero, junto a los gatos de cerámica con atuendos hippies que le sonreían tocando instrumentos musicales.

Inhala y vuelve a agrupar sus pensamientos.

—No me interesa saber de él —responde, cogiendo el borde de la bufanda tejida que lleva alrededor del cuello—. Por dos años he mentido a mi padre acerca de su identidad, para no crear más problemas.

—Mencionaste que una persona te envío un mensaje ofreciendo pagar tus estudios —dijo la terapeuta, moviendo la pluma por el papel.

—Sí, pero no acepte un centavo. Me enferma recibir algo que venga de su familia.

Estaba segura que el padre de Liam, había movido sus influencias para que los informes sobre la mala conducta de su hijo, desaparecieran del colegio, sin dejar ninguna evidencia para una posible acusación en su contra.

—Algunos de mis colegas consideran que la mejor manera de recuperarse de una situación como la que viviste, es perdonar a quien causó el daño.

—Nunca —friccionó el dedo contra la marca marrón en su muñeca—. Cuando lo que dejo en mi piel, me recuerda que no debo hacerlo.

—Es bueno que me lo digas. Sé lo difícil que es para ti abrirte a contarme lo que sientes, pero en tus circunstancias con los estudios y la presión que tienes, es obvio que el insomnio está haciendo estragos en tu psique.

—Por eso estoy aquí, siguiendo la recomendación de mi orientador. Gracias por darme un poco de su tiempo para hablar de ello, doctora Yang; siento que a veces me ahogo entre mentiras, sobre todo por papá.

Era la cuarta sesión que tenía; en los últimos tres meses sus notas habían bajado y no podía concentrarse en clases como ella esperaba. Su padre sospechaba que eran las secuelas de lo ocurrido hace dos años, pero ella le aseguraba repetidas veces que era debido a la presión por su segundo año en la escuela de medicina. Todos los ojos estaban sobre ella, por ser la hija del reconocido cardiólogo Thomas Muller.

Cuando salió de la consulta, se encontró con Nathan que la esperaba sentado en el suelo alfombrado de la sala de espera, y con un libro abierto en las manos. Iba enfundado en unos pantalones ajustados a sus largas y fuertes piernas. La cazadora café le quedaba a la medida en su torso musculoso.

—Tengo que venir aquí a ver a mi chica favorita —dijo con una sonrisa.

—¿No tenias clase?

—Me escapé del laboratorio para verte —entrelaza sus dedos con los de ella al tomarla de la mano—. Prometí que sería tu guardián.

—Aquí todo es diferente, y no creo que tu séquito de fans les guste que pases tanto tiempo conmigo.

—No importa —se inclina para besarla en la mejilla—. Aunque los demás digan que te ves como un chico con el pelo tan corto, y... —mira hacia abajo—, tus Converse, eres más femenina que cualquier otra chica en esta universidad.

—Eres el único aparte de Shane y mi papá, que tiene la habilidad de hacerme sonreír.

—Es lo más bello de ti, April.

En las profundidades del océanoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora