Todos regresan

3 0 0
                                    


Fuera de las puertas de desembarco del Lindbergh Field, el aeropuerto de San Diego, lo esperaba un hombre cuya descripción física y de indumentaria se ceñía a la información que había recibido por correo. Debía tener cuidado de los paparazis o de sus fans que le seguían la pista a donde iba.

—¿Acaso Charlie tiene una agencia de espías? —pregunta al hombre con lentes oscuros y una gorra inclinada hacia el frente, que arrastraba sus dos maletas hacia la salida del aeropuerto.

—El señor Varner quiere que salga sin un rasguño, señor Morgan.

—Ese es Charlie.

Como llegaron varios vuelos con unos cuantos minutos de diferencia, y el aeropuerto estaba lleno, tuvieron que pasar entre un grupo de estudiantes que habían arribado de un viaje escolar. Un par de chicas voltearon cuando lo escucharon pedir permiso; se cuchichearon la una y la otra, luego otras más se unieron al cotilleo. Shane se apresuró, al verlas moverse como en bandada en su dirección. Maldijo el haber abordado el avión con la ropa elegante que uso en la sesión de fotos que tuvo en Lyon, Francia, y no con el disfraz que usaba para despistar a las fans y los paparazis.

—¡Shane Morgan!

—¡Shane, te amo!

Los chillidos histéricos aumentaron, asi como lo flashes de las cámaras, pero ya había atravesado las puertas de cristal. Diviso a Charlie, con su clásica camisa de rayas y la barba recortada y proporcionada, parado en el estacionamiento junto a una camioneta negra.

—Pensé que ya te habías desecho del look hipster —Shane lo saluda con un apretón de manos—. Gracias por aceptar atender mis asuntos aquí.

—Para mí es un gusto, pero de mi apariencia no hablemos.

Charlie Varner, era un afamado busca talentos de una agencia de modelos de Nueva York. En una charla a la que fue invitado en la Universidad de Columbia, le puso el ojo a Shane cuando lo vio con una cámara al hombro filmando a tres chicas sentadas en la grama cerca del Memorial de Van Amringe. Necesitaba un rostro fresco, de cuerpo espigado y alto, para la campaña de Burberry de ese otoño, y le pareció perfecto por su pose pretenciosa coqueteando con las chicas.

—Háblame del trabajo —dijo Shane sentándose frente a éste.

—Bien —Charlie le paso un sobre—. El abogado ya lo revisó, no hay ningún inconveniente para que lo firmes. Es para una cadena de hoteles y se llevará a cabo en conjunción con una marca de autos.

—Interesante —dijo estudiando los folios—. Esta empresa se ha asociado con un consorcio italiano, Bianchi, me es familiar.

—Es posible por su relevancia en los mercados internacionales, el propietario Alfonzo Bianchi es quien insistió en hacer la campaña para relanzar la marca en Estados Unidos.

—Ya veo, pero aquí se menciona a una mujer.

—Es a quien estamos esperando, viene de un vuelo procedente de Melbourne —se inclinó hacia adelante y susurró—: Te advierto no coquetear o pensar en acostarte con ella.

Shane sonrió, pasando los dedos por sus rizos rubios.

—Aquella modelo no era ninguna santa, insistió de formas muy persuasivas, ¿Qué podía hacer? —Sacó el móvil de su gabardina y marcó uno de los contactos—. ¿Me permites?... April Muller —dijo apretando sus fosas nasales con los dedos.

—¿Quién... espera? Intentaste disimular pero puedo reconocer tu voz entre mil... ¡Shane!

—Lo primero que quería hacer después de que mi vuelo aterrizara, era hablar con mi mejor amiga, ¿cómo estás?

En las profundidades del océanoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora