-Voy a moverme- le advertí y así lo hice, comencé a embestir a Ale no tan rápido, porque aunque quisiera, estaba tan apretada que no podría.
-Uhnnn...aahhhh... ¡ahhhh!- gemía cada que me movía.
-Ale, me estas apretando demasiado; relájate.
-¿C-cómo quieres que me rel...aje con semeja...ahh...ante cosa entra...ahn...ndo y s-saliendo de mí?- me gritó entre gemidos y con la cara toda roja.
-Tienes razón- le sonreí- pero... si te relajas no dolerá ¿no crees? Inténtalo.
Y como por arte de magia, Ale disminuyó casi por completo la presión, una vez libre, empecé a acelerar el paso.
-A-le dime qué sientes.
-¿E-ehh?
-¿Te gusta que esté dentro de tí?
-¡No hagas esas preguntas!
-¿Por qué?- ahora, me podía resbalar dentro se ella por completo y sin ninguna dificultad; miré hacia el campo de batalla y Ale tenía un charquito sobre las cobijas de mi cama.
Sonreí sin pensarlo, si que lo disfrutaba.
-Si no lo dices voy a parar suponiendo que no te esta gustando...
-M-me g...gusta...- susurró con un tono mínimo.
-¿Cómo? Casi no te puedo oír por el chapoteo que haces allá abajo.
Ale abrió los ojos como plato y se le notaba lo nerviosa que la había puesto.
-¡Dije que me gusta!- Rayos, no podía contener la vergüenza, así que volteé mi cuerpo, de la cintura hacia arriba un poco hacia las almohadas, quedando sobre mi costado derecho, jalé una y la apreté en mi cara.
Pero entonces, Carlos se aprovechó de mi movimiento: tomó mi pierna izquierda y la subió para dejarla sobre su hombro, haciendo que ahora quedara por completo de lado.
No paró de entrar y salir de mí ni siquiera en el cambio de posiciones.
Ahora lo sentía que sus embestidas llegaban más profundo que antes; el impacto de algunas me provocaba un poco de dolor, pero cada vez eran menos.
-Suelta la almohada, quiero verte- me dijo casi ordenándome.
Negué con la cabeza.
-Deja- insistió jalando la almohada, hasta que me la quitó de las manos y la arrojó a algún lugar, dejándome al descubierto.
Me quedé con la mirada perdida hacia la pared, hasta que tomó mi cara entre sus manos y la giró para que lo viera, en su rostro de pintaba una expresión dudosa y algo triste.
Paró de moverse pero no salió de mí.
-¿Por qué no me quieres ver?
-¿Eh?
Quitó mi pierna de su hombro y se me echó encima; me dio unos besos cortos sobre los labios y acarició mi mejilla con su pulgar.
Le agarré la mano y lo vi fijo a los ojos, creo que me había malentendido y lo hice sentir mal.
-No es que no te quiera ver; es que...- bajé la mirada y dije bajito:
-Tenía pena.
-¡Ahhhh!- grito algo molesto-No es en serio ¿verdad?¿en qué habíamos quedado niña?
ESTÁS LEYENDO
Cómo resistirme
Genç KurguAl principio, Carlos y yo sólo éramos muy buenos amigos, pero con el paso de los años nos fuimos queriendo más y más aún siendo sólo amigos, a tal grado de que cada vez que tenía una nueva "amiga" los celos me invadían y a él le pasa lo mismo con mi...