Capítulo 17

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-Voy a moverme- le advertí y así lo hice, comencé a embestir a Ale no tan rápido, porque aunque quisiera, estaba tan apretada que no podría.

-Uhnnn...aahhhh... ¡ahhhh!- gemía cada que me movía.

-Ale, me estas apretando demasiado; relájate.

-¿C-cómo quieres que me rel...aje con semeja...ahh...ante cosa entra...ahn...ndo y s-saliendo de mí?- me gritó entre gemidos y con la cara toda roja.

-Tienes razón- le sonreí- pero... si te relajas no dolerá ¿no crees? Inténtalo.

Y como por arte de magia, Ale disminuyó casi por completo la presión, una vez libre, empecé a acelerar el paso.

-A-le dime qué sientes.

-¿E-ehh?

-¿Te gusta que esté dentro de ?

-¡No hagas esas preguntas!

-¿Por qué?- ahora,  me podía resbalar dentro se ella por completo y sin ninguna dificultad; miré hacia el campo de batalla y Ale tenía un charquito sobre las cobijas de mi cama.

Sonreí sin pensarlo, si que lo disfrutaba.

-Si no lo dices voy a parar suponiendo que no te esta gustando...

-M-me g...gusta...- susurró con un tono mínimo.

-¿Cómo? Casi no te puedo oír por el chapoteo que haces allá abajo.

Ale abrió los ojos como plato y se le notaba lo nerviosa que la había puesto.

-¡Dije que me gusta!- Rayos, no podía contener la vergüenza,  así que volteé mi cuerpo, de la cintura hacia arriba un poco hacia las almohadas, quedando sobre mi costado derecho,  jalé una y la apreté en mi cara.

Pero entonces, Carlos se aprovechó de mi movimiento: tomó mi pierna izquierda y la subió para dejarla sobre su hombro,  haciendo que ahora quedara por completo de lado.

No paró de entrar y salir de mí ni siquiera en el cambio de posiciones.

Ahora lo sentía que sus embestidas llegaban más profundo que antes; el impacto de algunas me provocaba un poco de dolor, pero cada vez eran menos.

-Suelta la almohada, quiero verte- me dijo casi ordenándome.

Negué con la cabeza.

-Deja- insistió jalando la almohada, hasta que me la quitó de las manos y la arrojó a algún lugar, dejándome al descubierto.

Me quedé con la mirada perdida hacia la pared, hasta que tomó mi cara entre sus manos y la giró para que lo viera, en su rostro de pintaba una expresión dudosa y algo triste.

Paró de moverse pero no salió de mí.

-¿Por qué no me quieres ver?

-¿Eh?

Quitó mi pierna de su hombro y se me echó encima; me dio unos besos cortos sobre los labios y acarició mi mejilla con su pulgar.

Le agarré la mano y lo vi fijo a los ojos, creo que me había malentendido y lo hice sentir mal.

-No es que no te quiera ver; es que...- bajé la mirada y dije bajito:

-Tenía pena.

-¡Ahhhh!- grito algo molesto-No es en serio ¿verdad?¿en qué habíamos quedado niña?

Cómo resistirmeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora