Aún no sé dónde me encuentro. Estoy flotando en una oscuridad que no me parece familiar. Entre las estrellas. Entre miles de luces de distintos colores que me muestran cosas que no logro descifrar en el momento. Es como estar debajo del agua, no hay temor, no hay estrés, no hay tristeza. No me ahogo, no siento. Mi cuerpo rebosa de calma y satisfacción.
Avanzo lentamente entre las luces. En ellas veo personas desconocidas haciendo su día a día. Unas luces nacen encendiéndose fuertemente en la oscuridad indicando que un ser humano a acabado de llegar al mundo, mientras tanto, otras luces se apagan lentamente como un foco de luz que se funde o una vela que se apaga al soplarla, la muerte les llegaba. Sin embargo, detrás de cada una de esas muertes unas más nacían.
Era algo raro estar ahí, mas no sentía miedo al respecto.
Llegué al final de todo ese manto de oscuridad. Entonces sentí una calidez muy extraña que surgía dentro de mi corazón, una luz blanca como el mismísimo sol salió de mi pecho desnudo. La pequeña luminiscencia como si tuviera vida propia soltó un inmenso fulgor que me dejó cegado por momentos, cuando sentí que ya no brillaba tanto abrí los ojos y ante mí apareció un túnel muy resplandeciente, abriéndose lentamente en el camino. Miré con extrañeza aquel túnel sin final; algo dentro de mí me instaba a que entrara y descubriera qué había del otro lado. Floté lentamente hasta a ella hechizado, embelesado por esa paz y calidez que colmaba mi tierno corazón, ahora sin temor de nada ni nadie... ya estaba a punto de alcanzarla, de entrar, de sentir la dicha cuando algo me detuvo.
Sentí un leve jalón detrás de la cabeza que no me dolió, fue como si alguien me hubiera jalado de los cabellos evitando que cruzara aquel umbral de paz y quietud.
Volteé buscando al causante de mi confusión y fue cuando lo vi. Detrás de mí había un ser de gran altura con apariencia humana, cubierto con un manto negro que le abarcaba desde la cabeza hasta los pies. No alcanzaba a ver su rostro, pero juraba que me observaba detenidamente, lo único que alcanzaba a ver era un cúmulo de galaxias y estrellas haciéndole pasar por su cara. Lo miré sin inmutarme, no sentía que era peligroso, lo recorrí de nuevo con la mirada esperando alguna reacción por parte del extraño ser, pero al hacerlo me di cuenta de que contaba con tres brazos inusualmente largos, y en cada una de ellas sostenía una esfera brillante y dorada que estaban conectadas entre sí por una cuerda de igual color.
— Aún no llega tu hora—
Escuché en mi mente la voz del ser frente a mí. Aún me observaba, tratando de estudiarme.
— No lo entiendo— hablé por fin, sin tener alguna idea de a qué se refería. — ¿Qué es todo esto?— miré mi alrededor donde se hallaban todas aquellas luces.
— Pronto lo entenderás— contestó esta vez en un tono más amable, tratando de no asustar al alma frente a sus ojos.
Con un leve asentimiento de cabeza hizo desaparecer la luz blanquecina detrás de mí, que se cerró como por arte de magia.
— ¿Quién eres?— pregunté tratando de escudriñar lo que había dentro de su enorme capucha.
Se quedó en silencio sopesando su respuesta, —Por ahora eso no importa... necesitas irte—
El pequeño mortal frente a sus ojos estaba confundido y lo sabía con certeza, ya que él podía ver todo, sabía todo, incluso lo que le había pasado a ese humano sin recuerdos.
Otra luminiscencia color verde flotó hasta estar en medio de ellos. El enorme ser la había llevado hasta él y ahora el mortal se encontraba frente a frente con esa luz, sin saber qué hacer a continuación.
El chico volvió a mirarlo con extrañeza, al ver que no contestaba y con algo de incertidumbre, se acercó al pequeño fulgor. Un leve brillo surgió y en ella alcanzó a percibir a dos hombres que se encontraban en un parque besándose y abrazándose debajo de un bello y coposo árbol de magnolias, pasando una feliz tarde en pareja.
Uno de ellos tenía unos hermosos ojos ambarinos parecidos al atardecer, su piel se veía fina y blanca como el alabastro, además de que su cabello era tan negro como la noche misma, con un mechón anaranjado en frente que lo distinguía. Su pareja en cambio, era un hombre de piel tersa y morena sin llegar a la palidez, su cabello era castaño oscuro casi llegando al negro y un par de estrellas a sus costados le adornaban, sus ojos eran igualmente bellos que el primero, pero estos eran de un color verdoso que brillaba con el sol de verano de ese cuadro... ambos lucían vivos, felices y brillantes. Sin embargo, no logró reconocerlos a ninguno de los dos y tampoco sabía qué o dónde era ese sitio.
— Tan solo acércate a ella y entenderás todo. Aún no llega tu momento y necesitas volver— dijo el encapuchado viéndolo con cierta comprensión, incitándole a entrar a la luz flotante.
No sabía si hacerle caso o no. Aun así, no tenía opción. Se acercó todo lo que pudo y en ese momento la esfera verde comenzó a liberar un fulgor intenso, tan intenso que no sintió cuándo lo absorbió. Y con ese viaje olvidó todo lo que había pasado con aquel extraño ser en esa cámara llena de oscuridad y luz.
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Entre la Vida y la Muerte
FanfictionUn firmamento azul apareció ante sus ojos, y lo que parecían ser las ramas de un árbol enorme lo cubrían de los primeros rayos del sol de la mañana. El cantar de las aves lo trajo de vuelta a la realidad, dándose cuenta más o menos de dónde se halla...