Capítulo 10 (Parte 2). Despedida.

50 6 1
                                    


—Necesito que cuides a Artem, por favor.

—¿Eh?

oOo

Todo comenzó dos meses antes del accidente. Las cosas en ese entonces no habían ido tan mal después de que Leo y Des decidieron ser oficialmente una pareja. Ambos prosperaban a su manera: el café Ardent era todo un éxito y las recomendaciones que hacía Leo a los turistas para que lo visitaran y probaran los nuevos dulces del lugar, hizo que el café se llenara más de caras poco conocidas y hubiera mayores ingresos.

Leo, a pesar de rechazar los ascensos en los que se le ponía en una agencia para viajes, le iba bien como guía turístico, no solo en la ciudad, si no que también en otras partes del país (incluso duraba días en que salía de viaje durante mucho tiempo).

Cuando comenzaron a vivir juntos, lo hicieron en el hogar de Des ya que el departamento de Leo era demasiado pequeño para ambos.

Aunque la rutina era algo de todos los días, en el que ambos trabajaban e incluso no se veían por días enteros, su amor era demasiado fuerte para caer fácilmente en cualquier complicación.

Así fue durante unos años, de absoluta tranquilidad y paz, con una que otra aventura que era para ambos fuera de este mundo, hasta que un inesperado accidente llegó... cuando las pesadillas constantes y los llantos pasaron a ser lo más común en su vida diaria.

oOo

Ahí estaba de nuevo, en el bosque oscuro y frío.

La tormenta azotaba su cuerpo y no veía nada a su alrededor, solo sentía el aliento nauseabundo y caliente a pocos centímetros de su rostro. Reprimió un escalofrío y evitó a toda costa moverse.

Ya no podía soportarlo más, tenía que escapar, tenía que irse... ¡rescatar a Des de aquella pesadilla viviente!

De repente la tormenta se aminoró y el aliento de la criatura frente a su cara desapareció. Agudizó el oído de donde estaba escondido pero no sintió ni escuchó que eso aún estuviera buscándolo.

¿Acaso ya podría moverse?... no parecía una buena idea, pero aún así no podía quedarse quieto por toda la eternidad.

Se arrastró con cautela de su escondite, yendo en cuclillas y sin hacer el menor ruido posible. Intentaba entornar cada vez más su vista para ver más allá de la poca luz que los relámpagos podían ofrecerle, pero era algo inútil.

Revisó su pantalón, cuando sintió que aún tenía la linterna, soltó un suspiro de alivio y la encendió, esta vez, incorporándose por completo. La pequeña luz le permitió ver la fachada del edificio abandonado frente así. La lluvia seguía cayendo en pequeñas gotas desde el cielo...

Sin embargo, al enfocar la luz a algún punto de la entrada principal, la criatura seguía ahí... esa figura humanoide de enormes ojos, oscuros y profundos como los de un pozo sin fondo y con unas garras parecidas a los de un rastrillo. El monstruo volteó a verle con una expresión que parecía ser de alegría, su boca dejaba ver sus dientes afilados puestos perfectamente en fila.

La roca de obsidiana era lo más raro que tenía en su estirado y famélico cuerpo, ésta estaba incrustada en su pecho pálido y desnudo, en ocasiones Leo juraba ver que la piedra palpitaba mostrando un leve destello azul con algo moviéndose en su interior.

Leo no pudo moverse esta vez, se quedó paralizado...

El monstruo solo sonrió perturbadoramente.

¿Quién pensaría, que hasta la actualidad, aún lo perseguía aquél amargo recuerdo?  

oOo

Entre la Vida y la MuerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora