Capítulo 4 (Parte 2). Ataque y rescate.

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Los zumbidos y pitidos de las máquinas suenan constantemente en la pequeña habitación fría y solitaria del hospital. Un hombre ya mayor de edad se encontraba postrado en aquella camilla, miles de aparatos y tubos se hallaban conectados a su cuerpo como sanguijuelas que de a poco le chupaban la vida. Un artefacto bombeaba aire a sus pulmones, que trataban de hacerlo vivir por más tiempo del que debía, inhalando y exhalando ese aire artificial.

En una pequeña pantalla a su lado un par de líneas verdes subían y bajaban al ritmo de su debilitado corazón. Le faltaba poco.

La única enfermera presente en aquella noche de otoño, escribía unas notas en una tablilla, observando la condición del paciente.

Él, se encontraba ahí, esperando. Era el último por recoger esa noche.

La mujer después de anotar un par de cosas más, se fue a verificar a otro paciente que se encontraba en una habitación aledaña.

El Dios de ojos ambarinos observaba con detenimiento al moribundo anciano. Viendo dentro de su alma, observando su vida, su existencia, todo lo que le hacía ser él.

Ha tenido una vida muy triste...— pensó con pena hacia el anciano, — por lo menos dejará de sufrir en poco tiempo

Acercó su mano y apenas tentó uno de sus brazos enflaquecidos y arrugados por la vejez, el alma del señor salió de su cuerpo en forma de una mariposa blanca; en cada ala una Marca de la Muerte apareció, en forma de una pequeña calavera negra, la cual indicaba el destino que tendría, (ya sea en Ithis o en Nim (el reino debajo de la tierra)).

La alma mariposa revoloteó alrededor del Dios, sintiéndose feliz por la nueva forma que le habían dado. La pequeña mariposa se posó en su mejilla dándole las gracias y salió por la ventana de la habitación, volando hasta el infinito de la noche, hacia el cielo, con dirección a la Curnocopia.

Muerte hizo una mueca que en realidad era una pequeña sonrisa de satisfacción. No estaba muy acostumbrado a esas demostraciones de afecto por parte de las almas mariposa, normalmente mostraban miedo o desprecio hacia él. Aún así ese era su trabajo. Suspiró fatigado, no había descansado desde la mañana y ahora por fin había acabado su jornada de recoger almas. Salió del pequeño cuarto y ya en el pasillo se dirigió a la salida.

Al abrirse las puertas, el viento helado de la noche lo recibió y la luz de la luna iluminó su semblante. Estaba a punto de tele transportarse, listo para irse a descansar a su hogar, cuando alguien inesperadamente lo detuvo.

— ¡Muerte!— se sorprendió al escuchar la voz y volteó hacia donde le llamaban.

En el segundo piso del edificio, en una de las ventanas, divisó al dios de las estrellas que lo saludaba enérgicamente.

Sonrió para sí y le devolvió el saludo. Que coincidencia que ambos estuvieran en ese sitio.

— ¡Espera!— comentó Vida mientras se tele transportaba con su contraparte.

Después de unos segundos Vida estaba junto al Dios de ojos ambarinos.

— Que coincidencia vernos aquí— dijo sonriendo.

— Lo mismo digo— contestó. —Por cierto, ¿qué hacías en el hospital?—

— Mis sirvientes me llamaron por una emergencia aquí, ¡una mujer dio a luz a ocho niños! ¿No es increíble?, por suerte pude acabar antes de que amaneciera— comentó con una sonrisa de triunfo en su rostro, en verdad le encantaba su trabajo.

Muerte sintió como su corazón se aceleraba. Con tan solo verlo feliz le hacía sentir cosquillas en su corazón. Un leve sonrojo asomó en sus mejillas pálidas.

— Sí, en verdad es increíble. ¿Estabas a punto de irte?—

— Estaba. Pero te vi por la ventana y pensé en saludarte—

— Eso está bien— rió.

— Bueno, ¿qué planeabas hacer?— preguntó Vida, observando el cielo estrellado de aquella bella noche.

— Iba a irme a casa a descansar después de todo, fue un día un poco atareado— volvió la vista de igual forma al cielo nocturno con algo de curiosidad, buscando qué era lo que veía su amado de las estrellas en el cabello.

Vida quedó pensativo.

— Antes de irnos, ¿qué tal si caminamos un poco?— propuso después de pensarlo un poco.

— Claro— aceptó el dios más alto con mucho gusto, ¿qué más daba acostarse un poco tarde?

Entre la Vida y la MuerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora