El Retorno del Rey.

Atenea.

Holis!!!! *insertar voz sonriente de Cat Valentine*.

No le ha pasado que se les va el internet y sienten que la vida pierde su significado?.

A mi me paso. Durante casi cinco malditas semanas. Me iba a dar algo. Crei que era el cosito ese raro que recibe la señal, lo cambie y nada. Resulta que la maldita compañia estaba haciendo mantenimiento y toda mi comunidad perdio internet.

Mis padres dicen que yo necesito le internet como el aire que respiro. Sinceramente, estoy inclinado  creerles.

Asi que, disculpen la demara.

En el anterior capitulo hize una pregunta: ¿Thalia o Annabeth?. 

Gano Thalia.

Y como prometi, influira inmensamente en la historia.

No me lo contengo asi que debo decir como. Atenea ya no sera pareja de Prissy, ni Anni su hija. !Thalia sera hija del esos de alga!

¿No es un cambio radicalisimo?.

Disfruten.

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(Edad del Imperio Romano 246 a.c. 1288 años desde la caída de Perseo).

El Monte Leda era de los más especiales en toda Grecia. Ningún ciudadano sabia porque, solo que era especial.

Era de los más altos, superado solo por el Olimpo. Era hermoso, con gigantescos praderas, bosques cuyas raíces llegaban bajo los cimientos de las montañas, los ríos cristalinos llegaban hasta dentro de la montaña y las nubes, junto a los arco iris y los rayos solares tocaban el Monte a cada momento.

El Monte Leda parecía un lugar virgen, nunca tocado por la mano humana. Este era una gran verdad, el Monte Leda solo había sido tocado por la mano de los dioses.

Un grupo reducido de dioses conocían verdaderamente sus secretos, y un grupo aún más reducido de mortales lo hacían.

Una de esas divinidades se encontraba ahí. Arrodillada en medio de un prado de flores blancas y doradas, suaves sollozos sacudían su cuerpo, que temblaba como una gelatina.

Esa divinidad, esa diosa era Atenea, la Diosa Griega de la Sabiduría, la Guerra con Lógica y la Civilización.

Atenea había estado viendo el prado ante sus ojos durante horas. Lo había echo durante horas, días, semanas, años, décadas y siglos. Durante casi mil doscientos años. Al ver el prado, pudo imaginárselo, en sus días de gloria.

Un hermoso templo echo de mármol, alargado y plano, del medio surgía una torre circular dorada, con pequeños torreones a sus alrededores, que parecían conectados por puentes de cristal marmoleado. Salones enteros, rebosantes de tesoros y las más finas joyas de todo el Mundo Antiguo. El salón principal, un alargado salón con columnas doradas y de piedra negra, con una gran estatua del alguna vez rey de Olimpo, toda echa de oro y de mármol, con sus armas a escala y la Victoria sobre su casco. Frente a la estatua, una chimenea de piedra, sobre dos pegasos de piedra. Rodeando la estatua, estaban más estatuas, de mortales o dioses, siempre cuando el señor del templo los juzgase dignos, estarían ahí. Grifos de oro, plata, cobre y diamante custodios en las columnas. El gran altar de la oración, de mármol pulido y con baño de oro. La bóveda estrellada, cubriendo como un manto el techo del templo. El observatorio de la torre circular, capaz de mostrar incluso los sueños de los mortales. Los largos pasillos, las bibliotecas, los lujosos palacios adyacentes al templo, los pegasos, corceles y grifos que iban y venían, las fuentes de agua cristalina y los jardines que iban de punta a punta.