Especial de Corazones III.

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Tercera y ultima parte del Especial de Corazones.

...

Alrededor de cincuenta Dioses Menores aparecieron en un templo griego. El templo era circular, con una circunferencia de más de cien metros, con un cielo altísimo y muchas columnas. Era todo de mármol como se podría esperar, y por entre las columnas se veía el exterior, un bosque muy espeso de sauces. Estaba iluminado con antorchas de fuego blanco, y había un trono de mármol blanco con muchos detalles en medio. No se oía nada, solo el crepitar el fuego de las antorchas.

Todos esos inmortales habían sido convocados por el Rey Perseo. Ellos eran su 'Circulo Intimo' por decirlo de algún modo. Sus servidores de más confianza, por sobre los demás Dioses Menores. Eran su sequito personal. Ser elegido para estar entre ellos era un gran honor, y al ser elegido se le predicaba absoluta lealtad a Perseo por sobre todos. Estar entre ellos podía ser considerado un honor a la par de recibir un trono en el Olimpo, sino mayor.

Los dioses entraron en silencio, encabezados por Hebe e Iris, quienes, como los demás, estaban deseosos. Habían sido convocados por Perseo, quien había solicitado la presencia de todo su sequito personal. Los había llamado a su lado, y ellos habían respondido enseguida. Solo un tonto o loco no respondería a la llamada, pues eso significaba darle la espalda a Perseo, y este no se lo tomaba bien. Claro, todos podían ver que faltaban al menos una docena más de inmortales que se habían quedado con Zeus o se habían ido con Kronos. Luego, estaban otra docena más, quienes estaban encarcelados o desterrados.

Jadearon al ver quien estaba sentado en medio. Perseo. Llevaba su armadura tradicional, aunque no tenía casco, ni la Lanza Sagrada o Egida. Estaba más hermoso y fuerte, su aura había aumentado, y sus ojos dorados relucían como un millón de quilates. Tenía un toque seductor, que siempre había poseído, pero que ahora aparecía acentuado en él.

-Aquí vuelve mi verdadera familia...-musito Perseo, con una sonrisa. Sus ojos escanearon a la multitud de deidades, y asintió satisfecho, como si lo que hubiese visto al fin y al cabo le complaciera.

Todos los dioses sonrieron y uno a uno se arrodillaron ante él, todos pronunciando las mismas palabras cuando estaban ante el:

-Milord.

Cuando acabaron, todos formaron un circulo a su alrededor. Había muchos espacios vacíos, pero ninguno se daba cuenta, todos con la vista fija en Perseo, como si temiesen que fuera a desaparecer. Lo veían como a un espejismo, como si no entendiesen lo que sucedía. En sus caras había gigantescas sonrisas, y la emoción era palpable en la cara de todos los inmortales. Todos y cada uno de ellos veían con devoción a Perseo, quien los miraba con impasibilidad. Finalmente algunos notaron los espacios vacíos, pero no lo señalaron, pues Perseo no esperaba a nadie más, y se puso de pie, mientras su trono desaparecía detrás de el

-¡Bienvenidos, mis amigos!-saludo, sus ojos escaneando la multitud-. Han pasado más de tres mil años... Tres mil años desde que nos reunidos por última vez... Me complace ver que casi todos han respondido a mi llamada.

A pesar de que eran felicitados, un temblor recorrió el círculo. Todos sabían que su Señor no estaba muy feliz de ver que no todos habían respondido a su llamado. Algunos porque lo habían ignorado, otros por estar encerrados y no poder salir. Los primeros serían los que sufrían, mientras los otros serian indultados.

-¡Que gustoso me encuentro de ver que todos están bien, y que han respondido a mi llamada!-admitió-. Que rápida aparición, mis amigos... Que rápidos han sido para responder... Veo que sus lealtades no han flaqueado.

Todos murmuraron algunas cosas incomprensibles, pero Perseo no las oyó. El camino por el círculo, deteniéndose ante uno de ellos, quien bajo la cabeza en señal de respeto.

El Retorno del Rey.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora