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–Madre

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–Madre....–el pequeño niño se quejó al sentir los afilados colmillos de su progenitora rozar su cuello.

–¿Que pasa Laito?~–dijo en su oído–¿Acaso no quieres hacer feliz mamá?~

El niño temblando negó con la cabeza mientras ella le sentaba en sus piernas, y bajaba los hombros de su camisa.

–¿Que... Que haces ma.. madre?– un escalofrío recorrió su cuerpo cuando ella clavó sus colmillos en su hombro.

–Shhhh...–la mujer tapó la boca del niño–solo disfruta...

Cordelia rió al ver la expresión de su pequeño hijo.

Laito sólo cerró los ojos perdiéndose en sus pensamientos.

No deseaba estar allí.

¿Cómo podía la mujer que lo había visto nacer, hacerle estas cosas?

Nuevamente retumbó su cuerpo y su alma al pensar que tal vez le hacía lo mismo a sus hermanos.

Anita, Ayato y Kanato corrían a ocultarse en la habitación de Raito. Pues habían robado los panqués que Reiji preparaba al lado del mayordomo padre de la niña.

El pelirrojo abrió la puerta sin más, topándose con esa extraña escena para unos chiquillos.

Sus inocentes ojos se clavaron en ellos.

La niña le tapó los ojos a Kanato.

–Ma..dre...– Ayato se quedó petrificado.
No era la primera vez que veían a alguien beber de otro, incluso en formas más exéntricas, pero eran sacrificios humanos, y no alguien de su raza, y mucho menos de su propia familia.

La mujer se levantó y lamió sus labios limpiando la sangre ellos.

–Señora FEA!– espetó Anita cruzada de brazos–¡Raitito es bueno! No le haga cosas malas.

–¿Que hace esta humana tonta aquí?–dijo Cordelia–Espero que el bueno para nada de su Excelentísima Majestad, la convierta en una novia.

Ella salió empujando a la castaña, topándose con el padre de ésta y con el pequeño Reiji.

–Su excelencia– el mayordomo le cedió el paso.

–Cuida a tu mocosa– dijo ella altiva.

Los niños abrazaron a Raito que estaba en shock.

– Niños, vayamos a comer los deliciosos postres al comedor– dijo con una sonrisa fingida. Él imaginaba lo que estaba pasando allí, pero su condición de sirviente no le permitía decir nada.

Los niños salieron corriendo excepto Raito que permanecía inmóvil.

– Vamos Raito– el hombre le tomó de la mano y el niño le siguió en silencio.

Lost innocence • Raito Sakamaki #BloodyClanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora