Laito lloraba al principio.
Laito odiaba que ella estuviera cerca.
Laito se acostumbró a eso.
Laito encontró a alguien que curaría sus heridas.
Laito perdió a esa persona.
¿Acaso volverá a ser feliz alguna vez?
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Un Sollozo Mil Lágrimas Un Sin Fin de Recuerdos que Ahora Solo eran Eso, Recuerdos.
Los castaños rizos de la chica le cubrían el rostro mientras ella lloraba en su cama
¿Acaso nadie consolaría a la niña que siempre convertía lágrimas en sonrisas?
Alguien comenzó a descubir su rostro y limpiar esas lágrimas con su lengua, era Sammy, su pastor alemán, el único amigo que ahora tenía.
Se incorporó y abrazó al perro, calmando su llanto.
Esa noche ella había aprovechado el transe en que se había sumido Raito para salir corriendo de allí.
Habían pasado varios años desde que había desaparecido de la mansión Sakamaki, pero ella aún podía reconocer a cada uno de ellos, al menos eso había pensado, ahora se habían convertido en los demonios con los que cargaban desde pequeños, y, ninguno había sido capaz de reconocerla.
•••
–Raito, todos están en la mesa–dijo Reiji al de sombrero, el cual estaba tumbado en su cama.
Raito no volteó siquiera, tenía la mirada perdida en nadie sabe dónde, cualquier otro día tal vez estaría mirando un canal prohibido en su pantalla, pero hoy era diferente, solo mirando al techo con las manos tendidas sobre su abdomen. Pensaba en nada y a la vez en todo, esa chica lo había perturbado.
Su hermano salió del lugar molesto de que le hubiera ignorado y se dirigió al comedor, cerrando la puerta tras de si.
–¿Estabas tan deseoso de verme como yo?~?·Una presencia se situó junto a él susurrando a su oído, era Cordelia.
Raito se paró repentinamente de la cama como por un acto reflejo.
–¡Largo de aquí, ramera!– la empujó hacia el suelo, y salió del lugar.
Cualquier otra noche probablemente hubiera seguido el juego, pero seguía tratando de descifrar lo que le inquietaba, la chica de los rizos.
¿Era una nueva conquista?, ¿Un nuevo premio que ganar?, ¿Una nueva locura de los planes de su padre?
A lo mejor si era solamente una obsesión suya, pero él sentía que era algo más allá.
Bajó al salón y se sentó en la mesa a cenar, ésta vez en silencio, sin una palabra ni un doble sentido, solo cenó, y desapareció de la mansión.
