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Subaru estaba sentado entre los rosales de la mansión

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Subaru estaba sentado entre los rosales de la mansión.

Debieran lucir como una gran alfombra blanca, pero no, estaban marchitas y de color marrón.

Un crujido de hojas se escuchó trás él.  El sonido se fue intensificando.

Y de pronto, dos bolas de pelo saltaron sobre él.

–¡Subarín!–eran la pequeña Anita y Sammy.

–¡Déjame en paz, Ana!–se quejó el albino.

–Pero yo no quiero que mis amigos estén tristes–Anita tomó sus mejillas para que sonriera.

–No sé quién te dijo que somos amigos–Subaru sacudió la cabeza para alejarla.

–¿Ni siquiera Sammy?–la pequeña le acercó el perro, pero el niño los empujó.

La castaña se sentó en el suelo entre las plantas secas, abrazando a Sammy y comenzó a llorar.

El chico salió corriendo de allí, dejando a la pequeña llorando.

Después de un rato, cuatro chiquillos llegaron.

Eran Subaru y los trillizos.

–Subaru-kun dijo que nesecitabas ayuda–dijo Kanato a la niña, pero recibió un zape del albino, que estaba sonrojado.

Anita secó sus lágrimas (y tal vez sus moquitos) con las mangas de su vestido.

Subaru susurró algo al oído de Ayato.

–Subaru dice que quiere hacer algo para que no estés así.–explicó el pelirrojo, mientras que Subaru se ponía aún más rojo.

Una sonrisa se dibujó en los labios de la castaña.

–Vamos Anita-chan, queremos que tu también estés feliz.– Raito le tendió la mano para que se levantara.

–¡Arreglemos el jardín!–exclamó alegre, para después bajar a su mascota.

Ella comenzó a correr por doquier entre los rosales arrancando las hojas secas, mientras los niños solo la observaban con Sammy.

–¿Qué esperan? ¡Ayúdenme!–exclamó desde donde iba.–No puedo yo sóla.

Los peques la siguieron por todo el jardín quitando la maleza y las plantas secas.

Ahora todos reían y jugaban.

Subaru se detuvo de repente y Anita junto con él.

Una sonrisa ahora iluminaba su carita, su madre los miraba desde su torre, y al parecer también estába feliz.

Aquel día el jardín quedó sin nada, y un gran montón de hojas secas se podía ver a un lado. Pero cuando llegaran las lluvias, todo volvería a reverdecer y darle alegría al palacio, aunque los que en verdad lo alegraban, eran esas pequeñas personitas que reían y jugaban, gracias a Anita-chan.

Lost innocence • Raito Sakamaki #BloodyClanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora