Laito lloraba al principio.
Laito odiaba que ella estuviera cerca.
Laito se acostumbró a eso.
Laito encontró a alguien que curaría sus heridas.
Laito perdió a esa persona.
¿Acaso volverá a ser feliz alguna vez?
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-Un día más ha terminado-Ana se tiró en su cama.
Pero, ¿De verdad había terminado?
Las risas de los jóvenes Sakamaki se oían a lo lejos, y le provocaron un escalofrío. Pero desapareció al oir que azotaban cada uno la puerta de su habitación.
Si, dormía en el lugar donde pasó parte de su infancia.
Poco a poco se quedó dormida mientras resonaban en su cabeza las voces de ellos, las cuáles se disolvieron convirtiéndose en pequeños niños que corrían de arriba a bajo en esa mansión jugando y riendo.
-¡Shū!-gritaba un chiquillo de lentes -¡No se lleven mis libros!
-¡Anita-chan, serás la reina!- gritaba un pelirrojo.
-Si, su vestido de princesa está listo-el pequeño de cabello lila llevaba el vestido.
-Yo tengo el ramo-un albino llevaba blancas rosas.
-Ya está listo el novio, apurense-el rubio estaba en medio del jardín con el mayor de los trillizos- Y Reiji nos va a quitar sus libros.
Ayato y Kanato llevaban a la chiquilla con un vestido que arrastraba, hasta llegar con "el novio".
-Estamos hoy aquí en el cumpleaños de Anita para celebrar su boda- dijo con una voz seria el mayor de los niños, mientras que los otros reían.
-Yo sé más de eso-el segundo tomó sus libros-Tu Raito, ¿aceptas a Ana como tu esposa, para amarla, cuidarla y respetarla?
-Si,-dijo el pequeño castaño algo sonrojado-acepto a Anita-chan.
-Y tú, Ana, ¿Aceptas a Raito para amarlo, cuidarlo, y respetarlo?
Cuando estaba por responder, se despertó de golpe al sentir un peso sobre ella.
-¡Feliz cumpleaños, dormilona!-dijo su padre.
Cuando ella levantó la vista, se topó con Sammy sobre ella, y su papá con una tarta.
La castaña se enderezó y abrazó a su papá y a su mascota, ahora ellos eran su único lugar seguro, no quería perderlos.
Aquellos cumpleaños llenos de risas, habían quedado en el pasado.
