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Era media noche y Anita tenía miedo estába acurrucada en su cama junto con Sammy, todas las cosas que había visto últimamente, y la enfermedad de su madre, le mantenían preocupada

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Era media noche y Anita tenía miedo estába acurrucada en su cama junto con Sammy, todas las cosas que había visto últimamente, y la enfermedad de su madre, le mantenían preocupada.

Las notas de un piano inudaron su habitación, eran algo torpes, pero eran lindas.

Anita se levantó y envolvió  a su perro en una cobija y siguió en pijama la música.

Salió del cuarto de servicio donde vivía y recorrió la mansión subiendo las escaleras, hasta que por fin llegó al lugar de donde provenía la música.

Abrió silenciosamente la puerta. Y vió de espaldas a quien tocaba.

Era el pequeño Raito.

Esperó un momento en silencio y escuchó como tocaba, para luego sentarse a su lado en el banco, seguida por su cachorro, y tocó la última nota de la pieza.

El pequeño le sonrió tierno, al juntarse sus manos sobre las teclas del piano, mirándola a los ojos, ella le hacía sentir seguro y feliz, pero después que comprendió, se sobresaltó y bajó la tapa del piano. Ella no debería estar allí, y menos a esa hora.

–Anita-chan, sal de aquí por favor– pidió él.

–Pero ¿por qué?–se quejó la castaña.

–Porque madre te va a hacer daño si te encuentra aquí.

–Pero a ti también, tenía miedo de que algo te pasara, por eso vine.

–Pero no quiero que...– fue interrumpido por el pequeño Ayato que se encontraba empapado y llorando.

–Ayatito, ¿qué te sucedió?–Anita bajó del banco y fue hasta el niño.

–No fue nada, ¡vete de aquí Ana!–el pelirrojo la apartó.

Detrás de él entró Kanato corriendo con su fiel oso.

–¡Madre viene, escondete Anita!–dijo el pequeño que acababa de llegar.

La niñita se escondió bajo el piano jalando a Ayato con ella y la mujer entró furiosa.

–¡Maldito seas Ayato!– gritó buscado a su hijo.–Entiende que no debes ser un mocoso inmaduro, la próxima vez te ira peor.

–Madre... Ayato... no está aquí–dijo Raito tratando de cubrir el piano.

–Cierra esa pequeña boca tuya Laito y deja de encubrir a tu hermano–ella puso su índice sobre los labios del niño.

–Pero mami el no...– dijo Kanato.

–Pequeño canario, Ayato tiene que ser responsable, ¿Si?

Anita, Sammy y Ayato gateaban sin hacer ruido hasta salir por la puerta.

La mujer buscó bajo los muebles y detrás de las cortinas, sin resultado.

Anita y el pelirrojo fueron hasta la habitación de la niña.

–¿Qué te pasó Ayatito?–preguntó ella.

–Mi madre me tiró al agua.

–Pero tú no sabes nad....

–¡Ya lo sé, y ella también lo sabe!–Ayato se soltó en llanto nuevamente y Anita lo abrazó. Hacía bastante tiempo que nadie le había mostrado cariño con él.

Su llanto se convirtió en sollozos, y las lágrimas se desaparecieron después.

–Te quiero Ayatito– susurró Anita.

Cordelia salió del lugar aún molesta, pero se fue a buscar a su amante.

Los otros dos niños fueron a donde estaban ellos y pasaron el resto de la noche allí.

Lost innocence • Raito Sakamaki #BloodyClanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora