Capitulo 4: Las mentiras piadosas de Alicia

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Narra Elaine

— Vaya, que buena amiga tengo —Alicia se giró y caminó hacia la playa.

— ¡Espera! Yo te acompañaré —chilló Grace que estaba a mi lado.

Me quedé sola junto a esos tres desconocidos que pedían que volviera junto a ellos para disfrutar de la bebida.

— ¿Y tus amigas? ¿Qué pasó? —preguntó Daniel.

— Nada, tuvieron un problema y se fueron.

Se miraron dubitativamente entre sí y, finalmente, sonrieron.

— Venga a esta ronda invito yo.

A pesar de que me animaran con sus historias y tonterías seguía en mi cabeza el hecho de que había escogido a un grupo de hombres antes que a Alicia y nuestro trato se había incumplido. Pero, me parecía injusto que tuviera que marcharse por el maldito periodo; te tomas una pastilla, te relajas y sigues con la vida. Ni que fuera tan difícil.

— Bueno, ¿cuánto tiempo estaréis aquí? —me preguntó Daniel sacándome de mis pensamientos. Y encima preguntando en plural, eso no me ayudaba si tenía que recordar que se habían marchado.

— Si todo va bien, hasta finales de agosto. O incluso septiembre, aún no lo sé.

— Y si no va bien, te quedas en mi casa —rió Jonah. Hice una sonrisa, o un intento de ella.

— Gracias —murmuré.

— Venga vamos a comer, que me muero de hambre —pidió Ian.

— Esperad a que termine mi turno, que son treinta minutos.

Los chicos aceptaron y durante la siguiente media hora me enteré que Daniel trabajaba para poder pagarse una tabla de surf de la cual se había enamorado locamente, que Jonah e Ian se conocían desde hacía más de diez años y que querían hacer una gran fiesta la semana que viene en la casa de el primo de Jonah y cuarto amigo del grupo,  el chico del que hablaron ayer.

— Va a ser grandioso, de verdad.

— ¿El qué va a ser grandioso? —preguntó Daniel colocando los últimos platos de comida sobre la mesa.

— La fiesta de mi primo. Resulta que, mis tíos se irán de viaje y es el momento perfecto para celebrar que empieza el verano —dijo satisfecho—. Y es más, habrá cientos de invitados. Difundiremos la fiesta a todos nuestros contactos. Ya sea del móvil, de facebook o de twitter —dijo a la vez que remarcaba las palabras extendiendo sus tres dedos.

— A saber quién se podrá colar allí... —ccomenté.

— Bueno, mientras haya chicas que estén buenas, lo demás me da igual.

— Eres un cerdo —golpeé su brazo.

— No me importa, ¡será la fiesta de la que hablarán todos!

Tuve la suerte de que al terminar de comer no fui caminando desde la playa hasta casa, ya que Jonah fue amable y me acercó con su coche.

— Gracias por haberme traído, sonreí de lado.

— No hay de qué, vivo aquí al lado.

— Bueno, al lado no, que son veinte minutos —se rió a carcajadas y me uní a ellas.

— Te espero mañana en la playa.

— Por supuesto.

Me acerqué a él y besé delicadamente su mejilla. Al separarme vi que se habían puesto notablemente rojizas.

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