Narra Elaine
— ¡Chicas! —Jonah se acercó hacia nosotras bajando las escaleras. A su lado, está el chico rubio. Es demasiado guapo, lo admito—. Éste es mi hermano Alan —éste último, se ríe y saluda amablemente besando nuestras mejillas.
— No sabía que tuvieras un hermano, Jonah —comenta Alicia y yo me río disimuladamente. Sé perfectamente que no es su hermano, sino su primo. Más que nada porque lo sabía de ante mano. Ay, si es que a este chico le gusta sin ninguna duda las bromas.
— Ah, ¿no? He hablado varias veces de él —el ceño fruncido de Grace me hace bastante gracia cómo para no reírme en alto.
— Si, ya. Y yo soy un panda. ¿Eres su primo, no? —Alan se vuelve a reír y asiente. Vaya, este chico sí que tiene una risa bonita.
— Vamos, venid y dejad las cosas en mi habitación.
Pasamos dentro y nos encontramos a un mogollón de gente en el lado izquierdo, donde suponía que sería la entrada-salón. Los sillones estaban apartados al final de la habitación para tener un gran espacio y poder moverse mejor por la zona. Había una mesa de DJ al lado de la chimenea la cual estaba apagada —supongo que por si acaso, más vale prevenir que curar— y un chico moreno plagado de tatuajes tocando al ritmo de la música.
— Subiremos en ascensor para tardar menos —el chico pulsó el botón para abrir el ascensor y en apenas 5 segundos se abrió la puerta. Metió una llave en una cerradura y marcó la tercera planta—. Si no meto la llave no se mueve —explicó al ver que nos quedábamos mirándole.
En cuanto llegamos a la planta deseada se dirigió hacia su habitación y abrió la cerradura. Era una buena idea que cerrara con llave, así nadie se preocupaba de si le habían robado o si se habían llevado por equivocación alguna cosa. Para que todo fuera más fácil nos dio unos papelitos con números referentes a las cosas que habíamos dejado. A mi me tocó el numero 376. Es decir, ¿había otras 375 personas más en esta casa? Increíble. Y eso que solo eran las doce de la noche.
— ¿Ya está todo? —preguntó Jonah. Nosotras afirmamos y volvimos a dirigirnos al ascensor. Cuando se abrieron las puertas, nos encontramos con dos jóvenes dándose el lote cómo si nada.
— ¿De verdad, Marcus? Podríais ir a otro lado —se quejó Alan.
— Déjame en paz, bajad andando —Alan alzó sus cejas y le retó con la mirada.
— Vete a la mierda, tío —yo le observé por un momento y mientras la chica le besaba en el cuello él me sonrió y me guiñó un ojo.
Alan se dirigió hacia las escaleras y bajó de mala gana hasta el primer piso. Nosotros le seguimos cómo si de papá pato se tratase.
— Bueno, podéis ir a por la bebida afuera en el jardín. Mientras tanto, iré a recibir al resto. Os veo en un rato —se despidió con la mano y nos dejó solas con Jonah.
— Vamos a buscar a los chicos —se acercó a mí y me agarró de la cintura para empujarme. La electricidad que noté cuando su mano se posó en mí lo notó hasta él. Me dio una simple sonrisa y yo se la devolví nerviosa. Oh, maldita sea, no sé porqué he de estarlo. Nunca me pongo nerviosa ante estas cosas. Nunca.
Cuando llegamos a la barra donde estaban sirviéndose las bebidas, pedimos lo que queríamos cada una y Jonah se pidió otra. Yo le miré subiendo mis cejas.
— ¿Qué? No me mires así, sólo es mi tercera —dijo inocentemente.
— Yo no he dicho nada... —en ese momento Daniel tapó los ojos de Alicia.
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The Surfers
RomanceGrace, Alicia y Elaine son tres amigas que deciden ir a pasar sus vacaciones de verano, a la casa de la playa de Elaine. Allí conocerán inesperadamente cómo es la vida en Gold Coast durante los tres meses de esa estación. Unos chicos impresionantes...