Capitulo 10: Supongo que ahora es cuando digo: ¡sorpresa!

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Narra Ian

El cuerpo de Elaine estaba apoyado en un gran pilar, soportando todo el calor con una botella de agua entre sus manos. Cuando me vio, se colocó y estiró su camiseta acercándose hasta mí.

— Hey, ¿cómo estás?

— Bien, bien, ¿tu? —preguntó dulcemente.

— Bien —sonreí tímido y con la cabeza la indiqué que podíamos entrar al centro comercial. Durante el paseo hasta el restaurante me disculpé por el comportamiento de la noche de hacía unos días pero, no sé cómo, ella no le dio tanta importancia. Aceptó mi disculpa y amablemente me pidió que le contara el por qué necesitaba su ayuda.

— Bueno, tu eres muy amiga de Grace y sabes que me gusta y me encantaría hacerle un regalo, ¿alguna idea? —me mordí el labio inferior y esperé a su respuesta.

— Acudes a la peor persona para hacer regalos —resopló y un mechón subió por la fuerza con la que había expulsado el aire—. ¿Qué te parece un osito de peluche? —fruncí el ceño y prosiguió—. sería bonito y enorme, por supuesto —me arrasqué la frente y asentí.

— Me gusta la idea, sí.

— Le encantará, te lo aseguro.

— Genial, vayamos a por ello —pagué la cuenta de la comida y salimos a la zona principal de las tiendas. Estuvimos mirando en jugueterías los ositos gigantes, pero ninguno me parecía lo bastante bonito como para regalárselo. Salimos de otra tienda más y Elaine se disculpó para ir al baño. Miré un escaparate lleno de estantes con libros con la mala suerte de que no había ninguno de mi gusto. Volví hacia la salida del baño cuando justamente sonó mi teléfono. Era ella, y no podía pillarme porque estaba comprando su regalo. Un regalo que me apetecía porque sí.
Cuando conseguí librarme de Grace, Elaine me preguntó qué estaba pasando. Le conté detalladamente y me sentí mal por haberla mentido pero, era por una buena causa.

Narra Alicia

Cuando estábamos llegando a casa vimos a lo lejos un coche —suponíamos que de Mario— aparcado en la mitad de la acera. Di una breve mirada a mi amiga y nos acercamos con intriga. Cuando llegamos hasta el coche vimos que había otro aparcado detrás del primero. Era el de Daniel. Esto no podía estar pasando.

Miramos hacia el porche y los dos chicos estaban sentados en las escaleras silenciosamente.

— ¡Alicia! Pensé que me habías dejado plantado —le ignoré y fui hacia Daniel.

— Daniel, ¿qué haces aquí?

— Oh, iba a darte una sorpresa pero veo que ya tienes planes —me mordí el labio y antes de que pudiera contestar, Grace agarró a Mario de su camiseta y tiró hacia ella.

— ¡Te he dicho mil veces que me llamo Grace, ella es Alicia! —siguió tirando de él subiendo las escaleras.

— Pero... Y-yo, no, esto es... —Grace cerró la puerta y me dejó a solas con Daniel. La iba a deber una muy grande.

— ¿Quién era ese?

— Eso es lo de menos, ¿qué haces aquí? —Daniel entrelazó sus manos y empezó a jugar con sus dedos.

— Bueno, estaba pensando y am... —se arrascó en la nuca y empezaron a encenderse sus mejillas—. Quería invitarte a mi casa a cenar esta noche. Uhm, estoy solo en casa, mis padres se han ido a visitar a mi abuela estos días. Es una buena ocasión —sonrió y se pusieron sus mejillas el doble de rojas.

The SurfersDonde viven las historias. Descúbrelo ahora