Capitulo 21: Una charla intensa

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Narra Ian

Ahora mismo me encuentro queriendo matar a Daniel por aceptar y dejar que ese rubio entrase en su coche.

Daniel conduce y Alicia va a su lado. La otra pareja, -también insoportable-, iba detrás de nosotros. Yo estoy en el lado izquierdo, Grace a mi derecha y el chico a su otra derecha. En cada curva el niñato aprovechaba y se arrimaba más a Grace. Yo la atraía y la acercaba a mí, pero igualmente él seguía acercándose.

- Como sigas así, en mi asiento estaremos tres personas en lugar de una -me quejé. Sin embargo él me ignoró y llevó su mano izquierda a su pierna. Poco a poco la acercaba a mi chica y me ponía más nervioso aún. Posé mi mano sobre la rodilla de Grace y la subí poco a poco. Fue tensándose despacio, notaba su mirada de reojo hacia mí y sus dientes mordían su labio inferior.

- Estate quieto -me ordenó colocando su cabeza en mi cuello. Miré más allá de ella y vi al chico mirándome de mala gana. Le saqué mi dedo del medio y sonreí falsamente.

Un "que te jodan" salió de sus labios sin efectuar casi sonido. De nuevo, sonreí victorioso.

- Ahora debo girar a la izquierda, ¿no?

- ¡Mierda! Olvidé pedir las llaves a mis compañeros de piso... Además, ellos se fueron sin mí a otro bar... -Daniel, que estaba aparcando fuera del arcén me miró por el espejo retrovisor.

- ¿Estás de coña? -soltó Grace levantándose bruscamente de mi pecho-. Yo no pienso esperar aquí hasta que vengan tus amiguitos.

- ¿Acaso te lo he pedido?

- Podría venirse a casa, total... Hay un sillón -habló Jonah. Me giré lentamente y en cuanto lo miré, rectificó-. O no. Mejor no.

- Chicos, no seáis tan malos... -murmuró Alicia.

- Haced lo que queráis de una vez, quiero llegar ya a casa y dormir.

- ¿Y el alma fiestera de Elaine, dónde está?

- Déjame en paz, solo quiero descansar... -la risa de Jonah llegó a mis oídos y me molesté todavía más.

- Venga, mueve el coche de una vez -zanjé el tema.

- ¿Ian? ¿Por qué? No quiero que venga -me golpeó en el brazo, Daniel arrancó el coche sin preguntar dos veces y condujo hasta la casa de madera.

- Qué acogedora -dijo el rubiales entrando en la casa. Básicamente, todos ignoramos su comentario. Me dirigí a las escaleras y las subí de dos en dos. Cerré la puerta de la habitación de un portazo y me quité la camisa tirándola en una silla al lado de la ventana. Me desabroché el botón del pantalón y Grace abrió la puerta. - ¿Qué te pasa? -preguntó una vez que la puerta estaba cerrada.

- Grace, no me hagas hablar...

- Sólo quería saber que te pasaba... -se quitó los zapatos. Suspiré y la miré. No parecía ella, estaba diferente, notaba como el alcohol seguía en sus venas. Sus mofletes seguían tan rosados como en el bar y sus pupilas tan dilatadas cómo las de un gato en la noche. Me acerqué hasta la ventana y bajé la persiana. Ella presionó el botón y la luz inundó la habitación-. ¿No piensas decirme nada?

- No tengo nada que decir.

- Ian, por favor, no actúes como un niño de cinco años -su voz tembló. Me giré y la miré. Sus zapatos estaban ahora al lado de la cama, los había empujado con el pie para apartarlos, y ella caminaba lentamente hasta mí. Me acarició la mejilla y me besó en los labios.

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