Narra Jonah
— ¡Ian, márchate! —chilló tapándose más aún con las sábanas.
— Ya me pedirás luego... —se giró y me vio. Apartó sus manos de las costillas de Elaine, y se rió nada más verme.
— Faltabas tu... —habló irónicamente. Fruncí mi ceño y me acerqué hasta la cama. Ian se echó más atrás para ponerse completamente recto. Ya no había peligro entre ellos. Ya no estaban tan cerca. Miré a Elaine, la cual parecía muy cansada. Quedó derrotada nada más tumbarse en la cama.
— ¿Te importaría irte? —se rió y se levantó del cuerpo de Elaine.
— Qué alivio... —murmuró ella. La miré y noté una débil sonrisa en su rostro. No entiendo nada.
— Que aproveche —dijo cuando estaba caminando a mi lado para salir de la habitación. Cerré la puerta con mi pie y me quedé pasmado mirándola.
— ¿Qué ha sucedido?
— Ya sabes, le encanta molestar, así que... ¿Por qué no despertar a Elaine haciendola cosquillas? —golpeó la cama un par de veces para que me acercara y me tumbara a su lado.
— Estabas prácticamente desnuda y él encima de ti —dije a la vez que coloqué el plato a su lado. Me mantenía de pie frente a ella.
— Tranquilo, no sucedería nada entre él y yo, si es lo que estás pensando...
— No, no lo pensaba, pero, por lo visto tu sí...
— Jonah, deja de decir gilipolleces. Ven aquí y vamos a tomarnos esta naranja juntos —me miró inocentemente mientras bajaba poco a poco la sábana para mostrar un poco más de carne.
— Estate quieta, o esto acabará mal —dije posicionándome cómo hace poco mi amigo estaba; sobre Elaine. Besé sus labios y dejó que me metiera debajo de las sábanas junto a ella.
Era viernes, lo que significaba que volvíamos a nuestra habitual rutina; olas, sol, y sobretodo, fiestas.
Daniel conducía de nuevo por las carreteras nacionales de Australia para llegar a Gold Coast. Lo había echado de menos. Pero iba a echar más de menos poder dormir junto a Elaine.
Aparcó el coche delante de la casa de la playa y nos bajamos para ayudar todos con las pocas maletas que habían traído.
— No me toques —escuché decir a Grace. Me giré y vi que se apartaba de Ian.
— Ops... —pensé. Elaine me pidió que sacara las llaves del bolsillo pequeño de su mochila y que abriera la puerta.Una vez que fui a meterla en la cerradura la puerta se abrió sola.
— Ya está abierto —murmuré. Escuché una exclamación ahogada por parte de mi, ¿novia?
— Oh no... —abrió la puerta y todo parecía estar normal hasta que llegamos al salón. La mesita estaba tirada, los sillones movidos de su sitio, no había televisión, había desaparecido por completo. Los cajones de los muebles estaban abiertos y algunos tirados por el suelo. Había muchos papeles cubriendo partes de la habitación. Jarrones y cuadros tirados a lo largo de la alfombra. Cristales hechos añicos por todos lados. Pero, sin embargo la mesa y las sillas del comedor, estaban intactas.
— Elaine... —susurró Alicia—, no habrá sido cosa de...
— Charlotte —cortó su frase.
— Llama a tus padres ya, inmediatamente. Sácales información de dónde está tu hermana —me di la vuelta y vi a Ian serio, estaba completamente mudo. Luego miré a Daniel—. Acompáñame arriba.
ESTÁS LEYENDO
The Surfers
RomansGrace, Alicia y Elaine son tres amigas que deciden ir a pasar sus vacaciones de verano, a la casa de la playa de Elaine. Allí conocerán inesperadamente cómo es la vida en Gold Coast durante los tres meses de esa estación. Unos chicos impresionantes...