Capítulo 6: Una pluma blanca y otra negra
La corriente del rio no era ni muy ancha ni demasiado profunda, de hecho, podía atravesarla a pie.
Los orcos que se encontraban en la orilla opuesta se dieron cuenta de la presencia del joven elfo y se pusieron intranquilos, sin embargo, no mostraron reacción hostil alguna.
«¡Está funcionando!», pensó Fresnia y se internó en el cauce del rio hasta llegar a la otra orilla.
Los pieles verdes eran tanto varones como féminas, no le dieron indicaciones cuando preguntó por la villa donde vivían, pero la rápida carrera de unos jóvenes hacia la espesura del bosque, fue lo único que necesitó para orientarse.
«Es increíble todo el verdor presente», pensaba al observar las plantas y árboles que le rodeaban, reconociendo algunos especímenes de la arboleda y la floresta gracias a sus estudios, sin embargo, pudo observar varios ejemplares los cuales no pudo reconocer.
Tan fascinante le parecía todo esto, que no prestó atención a los orcos que le miraban desde rincones cubiertos del bosque, sino que estuvo tentado para detenerse y observar con más cuidado las plantas desconocidas, sin embargo, ya podía vislumbrar un claro y más allá de este, las primeras construcciones orcas.
«Se parecen un poco a tiendas de campamento de la caballería real o de los jinetes del cisne azulado», comparó las tiendas, las cuales, si bien semejantes, tenían una forma más esférica, su tamaño era mucho mayor y no estaban conformados por finas telas, sino por la piel de algún animal. Era tanto el pelaje que exponían las pieles, que por un momento le pareció que los orcos vivían en el interior de conejos grandes de Miluniar, cuyo pelaje era tan abundante que incluso se los esquilaba para hacer gorros para venderlos a los comerciantes enanos que iban a hacer excursiones a las Montañas de las Lágrimas, en el lejano norte.
«¡No puedo creer que estoy haciendo esto!», pensaba. En otras circunstancias no hubiera tenido el coraje para hacer algo tan insensato, pero debía seguir avanzando. No podía olvidar el rostro de la guerrera orco que venciese a Tanadel, tenía que verla de nuevo y preguntarle respecto a todas las dudas que causó que apareciesen en lo más profundo de su joven pecho.
Pudo percibir una fragancia fuerte, no apestaba como decía su maestro Finibur, sino que se asemejaba al aroma de los bocadillos de diversos quesos que probaba a media tarde cuando tomaba su infusión de pétalos de kaernia.
Era una multitud la que le rodeaba, pero él seguía su marcha hacia adelante, levantando la pluma blanca de la paz. Entonces la vio: salvaje, con la cabellera indomable y poseedora de algo que él todavía no lograba comprender, pero le obligaba a avanzar sin importar qué.
El rabillo de su ojo vio como el puño de un orco se aproximaba a su rostro y después se sumió en la inconsciencia.
.
.
Despertó en la tarde, se encontraba maniatado dentro de una tienda. El mobiliario le pareció rustico por decir algo y este no era numeroso, sin embargo, no tuvo ganas de ver más cosas ya que sintió un fuerte dolor de cabeza a un costado.
Cuando este pasó, pudo ver que en la entrada estaban dos orcos jugando algo parecido a los dados, pero con huesos sacados de la vértebra de algún animal grande.
—Este... Escuchen, soy el príncipe..., un viajero que ha venido en son de paz. ¡Exijo que se me libere de inmediato!
Los orcos giraron el rostro porcino al interior de la tienda, empezaron a gruñir, y uno de ellos se levantó y se marchó, dejando a su compañero al cuidado del prisionero.
Nuevos intentos por comunicarse fueron infructuosos, pero de pronto, la tienda se iluminaba, desde el exterior alguien retiraba la lona que cubría los respiraderos. Entraba un orco, no cualquier piel verde, sino justo la orco que le motivó a emprender su arriesgada e insana aventura.
―Yo..., soy un viajero...
―¿Quién dices que eres, lunático?
―Soy un viajero. Me llamo Fresnia... y vengo en son de paz.
―Solo un loco insensato hubiese hecho lo que tú hiciste.
―Pero, pero..., ¡levanté la pluma blanca del ave Xanaes! ¡Símbolo universal de la paz! ¡Los escritos que dejaron las sacerdotisas guerreras de Lofildius lo atestiguan!
―¿Sacerdotisas guerreras?
―Sí, ellas le legaron a mi pueblo historias de como la pluma de la paz es reconocida incluso por los orcos.
―Qué estúpido eres. Esa pluma que dices, es símbolo de una sentencia de muerte, los elfos lo usaban como orden para decapitar a los prisioneros orcos. Una pluma blanca para matarnos, una pluma oscura para encadenarnos para labores de esclavos.
―Pero, yo... ―balbuceaba Fresnia ante la revelación que le hiciese la orco.
Incluso los antiguos relatos de las sacerdotisas guerreras estaban muy parcializados y omitían mucha información para su beneficio. Seguro la pluma blanca fue en su momento aceptado como una alianza entre los de su especie y los enanos, alianza que prometía el exterminio de toda la raza orca, luego con el tiempo, su significado cambió a uno de paz... Paz en base a la promesa de muerte del enemigo.
―¡No lo sabía! ¡Juro que no lo sabía!
―Menos mal que yo, entre pocos, saben el verdadero significado de la pluma blanca. Los demás orcos solo te vieron como un loco que llevaba en alto la pluma de un ave, sino en este momento tu cabeza estaría clavada en una pica.
Fresnia abrió mucho los ojos y mostró los dientes por el miedo.
―¡Dime! ¿Qué viniste a hacer aquí?
―Yo solo, vine a conocerte..., a conocer cómo eran los orcos.
La imponente orco vio a Fresnia con atención y luego se rió a mandíbula batiente.
CONTINUARÁ...
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El amor no es rosa... ¡Es verde! (de Bolivia para el mundo)
Fantasía[Historia original] Una historia de amor contra todo pronostico entre un joven elfo y una orco adulta. [Obra registrada en SAFE CREATIVE con código 1807307883492. Todos los Derechos Reservados, prohibido el plagio de esta obra para efectos de lucro...