La boda

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Capítulo 30: La boda


No sería dentro de algún recinto elegante y severo en los interiores del palacio real donde se celebraría la boda de Fresnia con una elfo de la aristocracia a quien el príncipe no vio nunca en su vida, sino en los campos de las rosas blancas, un lugar alejado de la capital y en el que se decía la dama Sanadiel, hace mucho tiempo atrás contrajo nupcias con el que vendría a ser el fundador del reino de Lofildius.

Sacerdotes elfos, provenientes de la Isla del Cíclope, donde se encontraba la Torre de la dama Sanadiel, recitaban cantos sagrados ante la multitud de importantes elfos que se concentraban en ese lugar, sentados en elegantes asientos labrados con primorosos arabescos.

Junto con un delicado olor a incienso, empezó un solo de flauta dulce que indicaba la llegada de Fresnia al altar. Este iba con un traje de gala color rojo brillante, lo mismo que el resto de invitados, salvo que su traje lejos de ser ostentoso por llevar varias joyas incrustadas, lucía sencillo y de corte que lo asemejaba un poco a la vestidura de los sacerdotes que incrementaron su canto.

El rostro del príncipe llevaba el ceño fruncido, como queriendo demostrar autocontrol, sin embargo, el brillo nervioso de los ojos le delataba, y este fue más notorio cuando de nuevo la flauta dulce empezó a tocar.

Su prometida desconocida llegó, llevaba un largo traje celeste, tan puro como el cielo sin nubes. No llevaba velo alguno, sino una máscara de la plata más pura que representaba, según la leyenda, las facciones de la dama Sanadiel. Hasta llegada la noche de bodas, Fresnia no podría ver el rostro de quien sería a partir de ese momento su compañera de por vida.

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Un evento de tal importancia donde se mostraría a los dos futuros gobernantes del reino, era comentado por todos, sin embargo, a la ceremonia nupcial solo estaban permitidos de entrar como invitados, miembros de la aristocracia; la única excepción era personal dedicado a ejercer labores de servidumbre en tan magno acontecimiento, personal que debía ser antes autorizado para entrar.

Un chambelán se encargaba de revisar las listas de los sirvientes así como lo que ingresaban, y era en ese momento cuando una eventualidad requirió su atención junto a la de un par de guardias reales.

―No, no necesitamos nada de eso.

―Pero es agua perfumada, la mejor del reino ―decía un elfo que conducía una carroza y que por alguna extraña razón se veía muy nervioso.

―Ya le he dicho que no. A la ceremonia real no se admiten vendedores.

―No soy un vendedor, me encargaron traer toda esta agua perfumada a la ceremonia.

―¿Toda una carroza de agua perfumada? ¡Ridículo! ¿Y podría saber quién le encomendó tal cosa?

El conductor se puso nervioso y empezó a balbucear cosas incomprensibles.

―¿Qué es eso? ―dijo uno de los guardias al escuchar dentro de la carroza lo que parecía ser un gemido quedo.

―No... no es nada, es solo un gato.

―¿Un gato dentro de todas esas cajas de agua perfumada? ―dijo el otro guardia con lo que el chambelán frunció el ceño, aquí pasaba algo muy extraño.

A una indicación del chambelán y pese a las críticas del conductor, los dos guardias empuñaron sus lanzas y fueron a inspeccionar la carroza.

En un principio nada parecía estar fuera de lugar, salvo el hecho curioso de que a una boda se necesitasen varias cajas apiladas una sobre otra de agua perfumada.

Uno de los guardias negó con la cabeza, pero el otro pudo escuchar de nuevo el gemido, ya no hubo duda, algo o alguien se encontraba camuflado en el interior de las cajas.

―¡¿Quién está allí?! ¡Salga de inmediato en nombre de los reyes de Lofildius!

No hubo respuesta alguna, salvo el estallido de las cajas que de inmediato revelaron lo que parecía ser un enorme orco que sostenía una mujer elfo quien se puso a chillar histérica.

¡Por Praeles y Lunar, detengan a ese monstruo! ―gritó el chambelán, y los guardias fueron a cortar el paso del intruso quien ya estaba sobre el suelo y se dirigía a la entrada.

Los guardias fueron tomados por sorpresa y no pudieron evitar que enormes puños verdes se dirigiesen a sus respingados rostros, para luego yacer inconscientes en el suelo. Peor destino tuvo el chambelán, quien fue alzado como si un muñeco de trapo se tratase y fuese arrojado varios metros por encima de la pared para luego caer de mala manera contra el suelo.

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Llegado el momento de la verdad, Fresnia debía tomar la mano de su prometida y juntos, debían sumergir ambas en una especie de pila bautismal de donde extraerían el fuego sagrado de la dama Sanadiel, lo presentarían al resto de los presentes y estos con sus aplausos, certificarían que la boda se había llevado a cabo.

Las yemas del príncipe ya tocaban la fría superficie del agua cuando un tremendo alboroto se escuchaba justo detrás de las filas más posteriores.

Como si una agreste y gigante criatura de los bosques avanzase en estampida, así venia un orco, haciendo saltar por los aires tanto a elfos como a sus asientos labrados, era Gruñilda.

Así como los guardias y el chambelán de la entrada, todos los presentes fueron tomados por sorpresa y poco pudieron hacer para detener a esa mole verde que se acercaba hacia el altar.

Todos estaban estupefactos, salvo Fresnia que gracias ya sea a Praeles, Lunar o inclusive el Gran Chancho, mantuvo la cabeza fría y supo que era lo que tenía que hacer.

«Pronto vendrá la Guardia del Unicornio. Gruñilda es fuerte, pero no podrá con todos ellos», así pensaba y se abalanzó hacia adelante, tomando una espada que saltó por los aires y fue presto a atacar a la piel verde.

La orco se impresionó al ver al elfo confrontarla, y fue justo esa sorpresa la que hizo que se descuidase y perdiese el agarre de su espada motosa por obra del rápido ataque de Fresnia.

Antes de que pudiese reaccionar, su cuello era rodeado por varias puntas de lanzas.

―Matadle ―ordenó el rey.

―¡No! ―gritó Fresnia, dando sus razones con una voz de mando que él no se sabía que tenía―. Yo he derrotado a este enemigo el día sagrado de la unión, me corresponde a mí y solo a mí dictar su destino... Encierren a esta criatura en los calabozos del palacio.

Así salvó la vida de Gruñilda, pero solo por el momento, sabía a la perfección que en el plazo de menos de una semana el destino de la orca, ya no estaría en sus manos.

CONTINUARÁ...



Y ahora un OMAKE.... nyajajaja imaginense este capítulo al son de esta cancion por parte de Gruñilda, nyajajaja

El amor no es rosa... ¡Es verde! (de Bolivia para el mundo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora