Salpicaduras traviesas

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Capítulo 17: Salpicaduras traviesas


¿Podía haber una mayor diferencia pese a que cada día vivía una rutina? Antes Fresnia no vivía uno solo de los días en el palacio real, solo se limitaba a existir, cumpliendo de forma rigorosa la conducta esperada para él. Tenía a Plumire y a Tanadel, pero encontró nuevos amigos que no se distanciaban de él por ser de noble procedencia, de hecho ni siquiera les importaba que fuera de otra raza o que tuviese diferentes creencias.

Amaba a su padre Sinutar y a su madre Glaedes, pero ellos esperaban que él cumpliera con lo establecido sin rechistar. En cambio en el campamento de Gruñilda, nadie esperaba algo de él salvo que se esforzase para cumplir sus tareas y ser feliz. Además, encontró un nuevo tipo de amor y no estaba dispuesto a renunciar a este.

«¿Acaso soy egoísta? Seguro mis padres se encuentran muy angustiados, pero no puedo volver. Hay tantas cosas que todavía no he visto o hecho... Padre, madre, perdónenme por favor, les prometo que volveré donde ustedes».

Terminó con sus pensamientos y fue temprano al rio para llevar a su tienda grandes pellejos llenos de agua fresca. Le sorprendió como dicha tarea se hacía cada vez más fácil, lo mismo que otras similares; no solo estaba ganando confianza, sino fortaleza gracias a la rutina diaria de acompañar a Gruñilda en sus tareas como líder de la tribu.

―Tómate este día y ve a bañarte junto a los demás ―le decía la líder de los orcos.

―¿Estás segura que no me vas a necesitar?

―Segura, además, el día parece que va a estar algo flojo, puede que incluso me tome un merecido descanso.

―No sé...

―Ya vete de una vez, que no todo en la vida es trabajo, también hay que divertirse en cosas que no sean las comilonas diarias de la tribu.

Fresnia asintió y contento fue a refrescarse en el rio de aguas cristalinas.

Varios jóvenes se encontraban bañándose o jugando en las aguas. Fresnia se desnudó por completo y, sonriendo, recordó cómo la primera vez que tomó un baño con varios orcos de su edad se puso nervioso, pero luego al cabo de unos días se acostumbró a la presencia de otros que acostumbraban a estar por completos desnudos cada vez que iban a refrescarse al rio.

Era curioso, las tardes de "entrenamiento" con Gruñilda siempre iban acompañados de las bromas sexuales e intentos torpes de flirteo por parte de los jóvenes orcos ya sea de un sexo o del otro. A diferencia de los elfos o los enanos, las mujeres orco, podían ser tan asertivas como los varones en este aspecto y nadie lo tomaba como algo malo. Ahora sin embargo, pese a que tanto chicos como chicas estaban desnudos, no hubo nada de malicia en el ambiente, todos eran amigos y solo se preocupaban de jugar unos con otros.

―¡Vamos, ven de una vez!

―Ya voy.

El elfo se acomodó los largos cabellos detrás de sus largas y estilizadas orejas, acción inútil pues luego fue a toda carrera a zambullirse en el agua.

Por lo animado que estaba, no calculó bien el número de pataleos y debido a que todavía no dominaba muy bien eso de nadar por debajo del agua con los ojos abiertos, fue a emerger en medio de un circulo de chicas de su edad que le miraron sorprendidas y luego se rieron divertidas.

―Perdón, ¿dónde estoy?

Retrocedió unos pasos y pegó su cadera contra el culo enorme de una orco adulta que lo miró primero sorprendida y luego con el ceño fruncido.

―¿Qué estás haciendo? Niño, te pasas de curioso.

―¡No era mi intención! ¡Lo siento!

―Sí claro, mejor vete o me voy a sentar sobre ti para que aprendas.

―Tal vez eso sea justo lo que está esperando ―dijo de pronto un orco mal encarado, su pareja en concubinato.

Fresnia se asustó, pero el orco macho solo se rió y le revolvió los cabellos mojados con su torpe manaza llena de callos.

―Chico, estas curioso, ¿eh? Tranquilo, solo escoge una chica joven del lugar y pásalo bien.

―Este..., sí, perdón, mis amigos me llaman ―se excusó ruborizado, mientras iba donde el grupo de jóvenes que le llamaban a la vez que escuchaba como algunas de las chicas se reían.

―¿Qué pasó?

―Me perdí debajo del agua.

―Debes abrir los ojos.

―Se me ponen muy rojos cuando lo hago y me arden mucho.

―Ya te vas a acostumbrar ―le dijo esta vez una chica que llevaba una flor acuática sobre un costado de la cabellera a modo de adorno.

―¿Dónde encontraste eso? ―le pregunto un joven.

―En la otra orilla, bajando la corriente.

―Eso es peligroso, la corriente se ve mansa, pero al medio corre con fuerza.

―Tranquilo, que tuve cuidado. Traje algunas para ustedes, ¿quién quiere?

―No nos interesa ponernos esas cosas.

―Seguro que a Fresnia le iría bien ―dijo un joven y quitó algunas flores de las manos de la orca.

―¡¿Oye, que haces?!

―Tranquilo que quiero ver cómo te queda.

Fresnia intentó resistirse, pero tanto un orco como una orca, le sujetaron las muñecas y tuvo que resignarse a llevar el adorno.

―Ya basta, no me pongan más de esas flores... ¿Qué les pasa?

―Por el Gran Chancho, en serio y pareces una chica ―dijo uno de los orcos que antes tenía la boca abierta―. Sí, una chica orco bien fea por lo blanquito que eres.

―Yo creo que es adorable ―dijo la joven que trajo las flores y procedió a abrazarlo por detrás―. No lo molesten.

El abrazó en que los dos cuerpos entraban en contacto era para efectos de protegerlo de cualquier tipo de bullying, pero a Fresnia le recorrió una corriente desde las punta de sus dedos del pie hasta la punta de sus largas y delgadas orejas.

―No íbamos a hacer eso...

―¡Cuidado allá abajo! ―gritaba un joven orco y saltaba desde una gran roca hacia el rio.

El joven abrió mucho las piernas y sus partes nobles se estrellaron justo en el rostro de Fresnia. Ambos quedaron sumergidos en el agua por completo luego del gran chapuzón.

―¡¿Oye, qué crees que estás haciendo?! ―dijo el elfo luego de emerger y toser unas cuantas veces.

―Perdón, mi culpa, pero debiste apartarte.

―¡Guerra de agua! ―gritó uno de los presentes y todos, incluido Fresnia, procedió a salpicar con agua a todos los que tuviera en frente.

Gruñilda tenía razón, no todo en la vida era trabajo u obligaciones. En verdad que su vida cambió mucho en estos últimos días.

CONTINUARÁ...

El amor no es rosa... ¡Es verde! (de Bolivia para el mundo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora