Capitulo 57. Sonrie, Me Encanta Cuando Lo Haces

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Semana número veintisiete de gestación.

Relata Zeed Collins.

Cuando observo el cielo, a menudo me pregunto que forma tienen, y si todos la observarán de la misma manera. Si la ven igual que yo.

Sumido en un horrible silencio. Permanecí durante dos horas sentado en esa silla de hospital. Mis manos sobre mi cabeza, me encontraba en el último asiento de la sala.

No porque no quería hablar con Nadir, Si no, porque quería hablar conmigo mismo unos segundos. Normalmente, caresco del tiempo para hablarme a mi mismo.

Y todo a necesitamos en algún momento, hablar con nosotros mismos. Normalmente, lo hago delante de un espejo, pero el trabajo y las responsabilidades no me han dado la oportunidad hasta el momento.

Hasta el momento en el que explotas. Tu y todos a tu alrededor. Tus pensamientos detonan, imponiéndote seguir con tu vida normal.

Necesitas ese tiempo, lo creas o no, siempre lo necesitas.

Junte mis piernas a mi torso. Solía hacer esto mismo cuando era niño. Retirarme de la vida real, alejarme por unos minutos a mi mundo imaginario. Así los miedos se iban, de más grande, se iban los ataques de ansiedad y ahora, se van tal solo por unos minutos, los problemas.

Viajo a mi universo, donde no hay problemas, donde todo está bien y todos somos completamente felices.

Flashback.

—Vine tan rápido como pude... —Murmure. Su madre estaba hecha un manojo de nervios. Ethan me tomo del hombro.

—Tranquilo Zeed... —Me observo.

—Dime donde está... dime como esta... —Trate de observar por encima de su hombro. No logre ver nada.

—Tranquilo, ella está bien. Ingreso hace unos minutos, ya está estable.

—No comprendo... ¿Qué le sucedió? —Estaba realmente confundido. Cuando la deje en la tarde estaba perfectamente bien.

—Ella se descompuso. Por suerte Meg estaba junto a ella. La trajimos de urgencia y te llamamos. Esta bien...

—¿Puedo entrar a verla? —El me sonrió.

—Claro. Puedes pasar.

Entre a la habitación. Ella tenía sus manos sobre el vientre.

—Hola... —Murmure.

—Amor... ven aquí, siento mucho haberte asustado.

—No me asustaste... bueno, si... un poco... —Sonreí. No puedo evitarlo.

—Me encanta cuando sonríes...

Me coloque a su lado, tomando su mano. Sería genial confesarle que se de su enfermedad, que se lo complicado que es su estado, que ahora se, los motivos por los cuales lloraba en las noches. Que se porque no estaba segura de tener los niños. Se las causas de sus miedos y también se porque me pregunto aquella vez si yo podría vivir sin ella.

Y aunque tenga un buen presentimiento acerca del nacimiento de los bebés y que podría recuperarse luego, se que no es tan sencillo. Se que quizá no salga bien y se que quizá no pueda recomponerse.

No me atrevo a pronunciar esas palabras, no quiero aceptar que podría abandonarse. Pero se que el hecho de resistirme sólo va a hacer que todo sea más difícil cuando suceda.

Porque desde el principio supe de su enfermedad, y sabía lo peligroso que era. Lo acepte de todos modos y está es una de esas consecuencias.

Quiero que ella viva y este junto a mi toda la vida, pero sólo si ella puede y quiere hacerlo.

Me gustaría decirle lo valiente que es y cuanto la admiro, quisiera hacerle un monumento para que inspire a todas las personas, pero no puedo porque no acepte aún que ella se tenga que ir.

No se que pasará luego, no se si mis hijos podrán conocer a su madre, pero si no lo hacen, me encargaré de contarles sobre su madre todos los días para que no olviden de donde vienen, sus raíces y sus inicios.

No dejaré que muera sin ser recordada. No dejaré que su alma se valla sin dejar una huella. No dejaré que su historia de desbanesca en el aire como si nada.

Pero se, que si ella se va, una parte muy importante de mi también se irá con ella.

—¿En qué piensas?

—En todo y en nada... en nosotros y en los demás... —Sonreí.

—Ya decidí los nombres de los niños... —La observé.

—¿Cómo serán sus nombres?

—No te los diré aún... falta para su nacimiento. —Sonrió.

Suspire. Ella, su mirada, toda su escencia seguía tan pura como cuando nos conocimos el primer día.

—Alguna vez ¿Pensaste que podríamos terminar así?

—Bueno... siempre fuiste un niño especial. Siempre pensé que serias importante en mi vida. —Me observo a los ojos. —Nunca te dije lo hermosos que son tus ojos. Tan azules... es como el cielo. —Soltó una suave risa. —Tienes el cielo en tus ojos...

Me acerqué a su estómago, deje mi oreja sobre ella y cerré mis ojos.

Podía oír el movimiento que hacían allí dentro. Comenzó a tararear una canción. Pude sentir un pequeño golpe, era una patada. Fue sorprendente poder sentir eso en mi rostro.

—Les agradas...

—Bueno, soy su padre. Sería un problema si no les agradara... —Reí.

—Los tres te amamos.

—Y yo los amo a ustedes.

Salí de allí con un nudo en la garganta. Me coloque en un asiento alejado de todos, y comencé a pensar.

¿Realmente puedo con todo?























Gracias por leer!

Heladito 😘

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