Capitulo 53. Fiesta de Bienvenida

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Semana veintitrés de gestación.

Al fin, por fin podía ser feliz por completo. Mi esposo al fin estaba en casa, junto a mi y a los pequeños.

Tras largas horas de lectura el las noches, tras varios días luchando para que coma su comida de hospital, más perdidamente, tras una semana, ya estaba en casa. Y yo, era una de las personas más felices del mundo.

Me encargué de comprar vasos de colores, globos, guirnaldas y todo tipo de chucherías para comer. Estaba emocionada.

Luz, mamá, Aly y la señora Collins estuvieron en mi casa durante toda la mañana, ayudando a que todo quedé perfecto para nuestro librado de honor.

Mis primos, tíos, papá y el mejor amigo de Zeed, fueron a buscarlo a la clínica está mañana, tras recibir el alta ayer.

—¡Un poco más a la izquierda! —Oí las indicaciones que mamá le daba a Luz mientras ella colocaba el cartel de Bienvenido Zeed, en la pared. Lo primero que vería al entrar, sería ese cartel.

No podía aceptar estar un solo día más distanciada de el. Extrañaba su presencia. Sus risas, sus ganas de alegrar todas mis mañanas. Realmente estos días lejos de el fueron los más difíciles de afrontar en toda mi vida. No recuerdo otro suceso tan difícil para mi.

Terminaba de acomodar mis servilletas. Me dirigí a la cocina y le di los últimos toques al pastel que había cocinado. Lo observé unos segundos y tome una foto.

Me gustaba guardar fotos, como recuerdos para el futuro. Era una manera de guardar los momentos en el tiempo, para que siempre permanezcan allí y no se borren jamás.

Oí el ruido del auto de papá y el de Michael aparcando en la entrada. De inmediato, las risas de todos comenzaron a oírse. Tenía tiempo sin escuchar su risa. Y no sabía cuanto la había extrañado, hasta que noté una lágrima caer de mis ojos.

Luz me tomo del brazo y me impulsó hasta la puerta. Se escucharon unos golpecitos, tome la perrilla y la gire.

Mis ojos observaron un bonito chico de risueños ojos azules, con una amistosa sonrisa y el cabello algo alborotado. Una pequeña cicatriz en la frente y un enorme ramo de flores en su mano.

No había palabra que decir, solo quería abrazarlo y besarlo. Que supiera cuánto lo había extrañado estás dos extensas semanas. Tome el ramo de flores y lo abrace por la cintura. El me tomo por los hombros y dejó un suave beso en mi frente.

Quito algunos cabellos de mi frente y los deslizó detrás de mi oreja. Junto su rostro con el mío.

—Te extrañe... —Puso una de sus manos en mi vientre. —A ti y a mis niños...

—También te extrañamos...

Nos mantuvimos unos segundos en silencio. Apreciando el momento. Pero claro, siempre algo tenía que arruinarlo.

—Eh... chicos, no quiero apresurarlos, pero aquí hace un frío horrible. ¿Creen que podríamos entrar? —Pregunto Tomy desde atrás, Jeremmy lo abrazaba, manteniendo el calor.

Sonreí, aunque algo fastidiada. Los dejamos entrar.

Observó el cartel, los globos, a su madre, a mis hermanos haciendo lío en el suelo. Note por su sonrisa, que al fin se sentía como en casa.

Su mamá nos abrazo a ambos, diciéndo una y otra vez cuánto nos quería a mi y a mi familia, a su hijo y a sus futuros nietos.

Detuve el momento ahí, justo ahí.

Y tan sólo pensar, que la gente viaja sin cesar, buscando su lugar en el mundo. A donde pertenecer sin sentirte ageno. Sin sentirte como un extraño.

Y yo, simplemente lo tenía frente a mi.

A mi esposo abrazandome. A mi suegra brindandome cariño, a mis hermanos en el suelo, a mis papás hablando. Primos, amigos, tíos. Todo estaba en su lugar. Junto donde decían estar.

Y es que, aunque sean fastidiosos, me den trabajo que hacer, y muchas veces me sienta completamente loca. Siempre los tendré allí para mi.

Estaba en mi lugar en el mundo.

No necesitaba nada más.

Zeed era todo lo que pudiera pretender de un hombre. Era perfecto, hecho exactamente para mi.

De vez en cuando, me cuestionaba a mi misma, si yo era su mujer ideal, su alma gemela, su lugar en el mundo.

Yo habían encontrado la felicidad plena frente a todo lo que me ocurría, y en decidido vivir lo que se me permita, ni más ni menos. Y lo disfrutaría como la primera vez. Porque así lo quería.

Decidí que aunque podría haber evitado muchas cosas, decidí no hacerlo. Decidí dar vida para dejar la mía en algún momento.

Era mi destino ser así. Llegar al final del camino y al voltear, haber dejado mi legado a mis espaldas. Haber dejado enseñanzas, sueños y lecciones.

Soy de esas personas, que sienten mucho y dicen poco. ¿Qué puedo decir? Así soy yo.

—Te amo más que a nada en el mundo... — Murmure cerca de su oído cuando su madre nos había soltado.

Una frase cliché, muy usada. Pero perfecta si la usas en el momento indicado. Llena de sentimientos y cariño.

Entre sus brazos era mi lugar en el mundo, junto a su espíritu puro, transparente. Allí era donde yo quería estar toda mi vida.

Pensé que no encontraria a mi Príncipe azul. Y luego, ¡Boom! Aparece el chico que es bueno en matemáticas, y decide hacer mi tarea sin pedir nada a cambio.









Gracias por leer!

PD: Les pido por favor que presten atención a cada capítulo, ya que en los últimos, se van a ver varias cosas de los viejos. Cosas con mucho significado. Que si no prestan atención, no van a notarlos. :)

Todo está en los pequeños detalles.

Heladito 😘

Mi Chica Ideal ♡Donde viven las historias. Descúbrelo ahora