Regresó a la casa a la mañana siguiente, tal y como lo hubiera sugerido el médico. William se encargó de ver con el mismo una serie de fechas en las cuales se llevarían a cabo los diferentes estudios que le correspondían a su padre.
Era como una clase de rutina que sólo se efectúa por compromiso y, lamentablemente, no solo él estaba consciente de eso. Rita y Trevor sabían lo que se avecinaba: esa lucha silenciosa por ver quién era "el mejor". Aunque fuese prácticamente improbable y sonara tan ilógico como la peor de las locuras, no dudarían de acabar, inclusive, con su propio hermano para quedarse con toda la fortuna. Estaban seguros de que todos obtendrían una parte "equitativa", pero a la larga se sacarían los ojos sólo para quedarse con todo sin importar lo que se tuviera que hacer para conseguirlo o a quiénes tuvieran que lastimar durante el trayecto. Era un pensamiento que la gran mayoría compartía pese a sonreírse mutuamente y fingir un cariño que no sentían. Lo peor de todo era que lo comenzaron a pensar sin siquiera permitir que el señor Frederick dejara de respirar.
Lo recibieron como si nada hubiese sucedido, como si sólo se tratase de un mal momento que queda en el olvido de todos. Pero él sabía que no era así. Estaba consciente del delicado estado de su salud desde hacía mucho tiempo, y quizás era por eso que se había esmerado tanto en ocultarlo lo mejor que podía. Sin embargo, para no alterar ni preocupar a nadie más, optó por seguir la corriente y fingir, al igual que el resto, que nada malo sucedía aunque tuvieran que hacer una serie de estudios de los que él estuvo al tanto una vez que su hijo William se lo advirtió, justo antes de llegar a la casa donde el resto de su familia aguardaba ferviente por su regreso.
Ingresó a la casa ayudado por Rita y por William, que habían ido a buscarlo junto al marido de Rita, Patrick, y una vez en la sala el resto de sus nietos llegaron a recibirlo. Le dieron abrazos y besos que ocultaban de alguna manera esa inquietud por saber qué sucedería. Mientras que los mayores sabían las malas noticias que acompañaban al abuelo, los más pequeños no estaban ni enterados de lo que había sucedido, o, más bien, de lo que estaba sucediendo. En especial el pequeño Timmy que pese a notar esa atmósfera luctuosa no era capaz de descifrar realmente qué sucedía.
Lo acompañaron hasta uno de los sofás, el que Frederick habitualmente utilizaba para sentarse durante las tardes o las mañanas luego del desayuno; allí se ubicó y poco después se le acercó su esposa Elizabeth para acompañarlo al sentarse en el sofá continuo. Tomó su mano, se miraron mutuamente y una sonrisa por parte de su esposo le dejó en claro a la avejentada mujer que las cosas no iban muy bien. Elizabeth bajó la mirada poco antes de alzarla una vez más hacia los nietos que se aproximaban para animar al abuelo.
Los primos mayores permanecieron un tanto lejos, observando aquella escena que se les hacía tristemente dulce. Todos ellos tratando de animarlo sin saber que eso no resolvería nada.
Las horas pasaron con una parsimoniosa tranquilidad, quizás más de lo habitual. Frederick optó por recostarse un momento para descansar, aunque sus nietos más jóvenes quisieron acompañarlo en todo momento pese a ello. Sin embargo, eso fue favorable para los demás que buscaban hablar con Elizabeth, cosa que lograron al cabo de algunos minutos luego de que Frederick decidiera reposar. Se apartaron hacia la sala y allí la septuagenaria mujer comenzó con las preguntas que ya todos temían.
—¿Qué es lo que tiene? —preguntó sentada en uno de los sofás, mirando con seriedad a sus hijos y nietos mayores.
Frente a ella, sus tres hijos y sus tres nietos mayores se miraron mutuamente antes de comunicarle la angustiosa noticia.
—Al parecer se trata de un tumor pulmonar —respondió William, de una manera seria y firme, típica de él.
—Aún falta efectuar algunos estudios que descartarán o no esa posibilidad, pero aparentemente sólo se los practicarán para dejar constancia de lo evidente. Está en una fase avanzada, según lo que nos dijo el médico en la mañana —acotó Rita.
Recibió la noticia con la frialdad de un hielo. Si bien se la vio afectada tras oír lo que sus hijos le habían comunicado, no pareció tomarse mucho tiempo para asimilar completamente la noticia. Al cabo de algunos minutos, luego de haber bajado su mirada un instante, volvió a verlos de una manera determinante. Sabía que con lamentarse no ganaría nada, y si bien la noticia la tomaba por sorpresa de nada serviría recluirse en una habitación a llorar a su marido aún no muerto.
—¿Cuánto tiempo le queda? —quiso saber.
Un tanto sorprendida, su hija agregó a modo de respuesta:
—Necesitan de los estudios para realizar una aproximación, pero se estima que podría estar rondando los cinco o seis meses.
Elizabeth asintió con la cabeza y poco después se colocó de pie. Por el momento prefería mantenerse al margen, sin efectuar ninguna clase de comentario al respecto. Por el contrario, hasta no tener completa certeza de lo que sucedería con su marido, ella no interferiría en nada.
Ella, mejor que nadie, comprendía la complejidad del asunto. Sin embargo, por tratarse de su marido, pensó que lo mejor era evitar efectuar algún comentario que pudiera "estropearlo todo". No era momento de actuar sin pensar y lo sabía muy bien. Lo peor, a su parecer, estaba a punto de llegar.
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Espuria Al Mando
Action-Ningún villano tiene un final feliz. -Yo podría ser la excepción -aseguré sonriente.