Capítulo 27: "¿Tú también te irás, Hank?"

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Como si comprendiera lo que sucedía, el cielo nocturno se cubrió de enormes cúmulos de nubes que relucían en el cielo de vez en cuando, al resplandecer numerosos relámpagos conformando perfectas ramificaciones entre las nubes. Poco después de los destellos, llegaban al lugar donde se encontraban los truenos, como ecos lejanos de crujidos bestiales que callarían a cualquiera, como si el cielo se partiera en dos.

Llegaron a la casa a duras penas, entre jadeos y un claro agotamiento que no sólo se hacía presente en sus cuerpos sino también en sus mentes, aunque eso no fuera tan visible. La que mejor se encontraba físicamente era Jodie; ya fuera por su edad, su físico o por la resistencia que tanto coraje le generó al enterarse de tantas noticias en un lapso reducido de tiempo, pero logró servirle de bastón al mayor. Con una mano sujetándole la cintura y la otra sosteniendo el único brazo sano que el contrario le rodeó por detrás del cuello, lograron llegar a la casa. En la entrada, William no resistió y cayó de rodillas. Fue allí cuando la puerta de entrada se abrió y algunos miembros de la familia salieron rápidamente para auxiliarlos, seguidos por varias exclamaciones de sorpresa y cierto alivio.

Pareciera sorprendente, pero sólo en ese momento Jodie alzó los ojos y notó como algunos coches de policía se encontraban allí, junto con varios automóviles de los miembros de la familia estacionados próximos.

Lo último que vio antes de perder el conocimiento fue la silueta de Kayden corriendo hacia ella. Se desplomó a causa del cansancio y sus ojos entreabiertos notaron el rostro del muchacho mirarla con preocupación mientras repetía su nombre varias veces en un intento de obtener una respuesta.




Su mirada un tanto difusa comenzó a identificar formas y rostros cuando abrió sus ojos horas más tarde. Era, probablemente, medianoche cuando recobró el conocimiento, tratando de recordar lo que había sucedido inclusive luego de perder el conocimiento. Vio a Isaac a un lado de su cama, pendiente de su estado, sonriente y algo emocionado en cuanto la vio abrir los ojos; al otro lado de su cama, encontró el rostro de Hank, que preocupado trataba de examinar cada detalle de su rostro, como queriendo desacreditar cualquier tipo de lesión extra. Justo a unos metros de distancia, una muchacha de servicio y, enderezándose de la pared donde se encontraba recargado, caminó hacia ella Kayden. Los vio a todos con el mismo aplomo, centrando sus ojos sobre el muchacho que hubiera visto por última vez antes de perder el conocimiento. No olvidaba lo incomodo y lo doloroso que fue declararle sus sentimientos y recibir, por su parte, un simple rechazo sincero y mejor aceptado que cualquier otra hipocresía.

Apretó la dentadura ante el dolor de su labio, rememorando el nefasto momento en el que Sasha le propició un puñetazo. Se llevó una mano hacia allí y luego observó sus dedos al apartar su extremidad.

—¡Qué bueno que estés bien! —dijo Isaac. Sus ojos se llenaron de lágrimas y, de un momento a otro, la abrazó. La rodeó con sus brazos como quien estuvo a punto de perder un preciado tesoro, tratando de transmitirle de esa forma lo que sintió al creer que no volvería a verla.

Soltó un sutil quejido ante el abrazo del contrario, algunas partes de su cuerpo aún dolían por tanta carrera.

—Isaac —dijo Jodie mirando hacia el frente. Pronto el muchacho se apartó y acomodó la gorra que llevaba. La miró, amagó una sonrisa y poco después observó a su primo que lo sentenciaba con la mirada ante sus acciones.

—¿Cómo se encuentra, joven Jodie? —quiso saber Hank.

—¿Cómo está William? —preguntó, ignorando por completo cualquier pregunta referente a su estado.

Espuria Al MandoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora