El celular sonó un par de veces antes de que la voz de Elena se oyera al otro lado del teléfono. Sentada en los escalones de la entrada, Jodie pateaba unas piedrecillas que la ayudaban para distraerse un poco mientras esperaba a que su madre le respondiera.
—¿Jodie? ¡Mi vida! ¿Por qué no me habías llamado antes? —preguntó callando al pequeño Teo en reiteradas ocasiones cuando éste insistía en hablar también con su hermana—. ¡No sabes lo preocupada que me tenías!
—Ya te dije que estaríamos en un lugar sin señal, mamá —mintió la joven—. Al parecer no tendremos nada de señal en donde nos estamos quedando. Me he ido aprovechando que los profesores estaban asignando las tareas diarias —explicó mientras veía el contraste de la mentira con la realidad que la rodeaba: un par de pequeñas fuentes en la entrada, caminos de piedra y arbustos finamente recortados dándole formas agradables a la vista eran algunas de las cosas que se podían apreciar frente a la inmensa mansión—. Sí... te llamaré en cuanto pueda.
—¿Jodie? ¡Jodie! —distinguió la voz de su hermano menor—. ¿Cómo estás? ¡Te eché de menos!
—Pero enano, no llevo ni un día fuera, ¿y ya me extrañas? —inquirió burlona la joven—. Aprende a vivir sin mí, mocoso. Sé que soy necesaria, pero, por favor, tampoco lo hagas tan evidente —se rió. Su hermano correspondió a la risa de manera animada hasta que Jodie oyó como el teléfono volvía a pasar a otra mano—. ¿Estás bien? —le cuestionó a su madre.
—Sí... ya sabes que no estoy acostumbrada a no verte por las noches en casa. Por la mañana tampoco. Es... difícil.
—Relájate, sólo serán unos días —calmó a su madre. Luego, esbozó una sonrisa que, oyó, su madre repitió—. Oye, ya debo irme. Te hablo en unos días. Dale mis saludos a Teo y... también a ti.
—Te quiero, hija —saludó su madre.
—Sí, yo también... —repitió antes de sentir como el teléfono se colgaba. No estaba acostumbrada realizar demostraciones de afecto, no era algo normal en ella ni algo que le gustara hacer tampoco, pero no podía ser tan fría con su madre. Parecía increíble que luego de llevarse tan mal con ella, todos los días, se trataran de esa manera en esa ocasión. Debería ser por la nostalgia de jamás haber abandonado el hogar.
Miró su teléfono unos momentos antes de volver a guardarlo en el bolsillo de su pantalón, justo cuando oyó la puerta abrirse. Se volvió y notó la silueta de Ginger cruzarse de brazos bajo el umbral de la entrada; sin demostrar más que un claro desdén en su rostro hacia la "impostora", le habló:
—Quiere verte —dijo.
Sin más, volvió a entrar y se dispuso a subir las escaleras sin detenerse a esperar a Jodie que, luego de unos instantes de momentáneo shock, finalmente se levantó y la siguió. Entró sin quitarse el sombrero y por debajo de la visera del mismo observó a ciertas personas que se encontraban al pie de la escalera. No se percató mucho en quiénes eran y sólo se dedicó a seguir a Ginger; la susodicha pisó el segundo piso y a pasos firmes atravesó el pasillo que la llevaría directamente a la puerta del dormitorio de su abuelo. Frente a la misma, se encontraban Rita, Jane, Matt y Elle. Los cuatro vieron a Ginger ser seguida por Jodie, que sin inmutarse por ellos, ingresó al dormitorio tras la pelirroja. Avanzó unos pasos y se detuvo, viendo a Isaac sentado sobre la cama, preocupado por su abuelo. Entre lágrimas, éste volvió a ver a su prima siendo seguida por la que, a su parecer, era la causante de todo aquello.
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Espuria Al Mando
Akcja-Ningún villano tiene un final feliz. -Yo podría ser la excepción -aseguré sonriente.